La alarma resonó contra las paredes de su cuarto y Rubén elevó la mano hacia el móvil para intentar parar el tono de la tormenta creciente antes de que su novio se despertase también.
Era muy temprano, tan temprano que el sol apenas debía clarear ligeramente el horizonte sobre los edificios de Ocaña. Desde luego que se trataba de una hora indecente para despertarse en un domingo, pero a Rubén ya le habían reservado los cuatro primeros turnos de saltos y sus compañeros de SkyFreedoMadrid esperaban que llegase en breve.
Miró la pantalla de su OnePlux One y certificó que eran las cinco y media. Puesto que Alan se revolvió en su lado de la cama, se le acercó y le dio un beso en la sien.
—Sigue durmiendo, pichón. Volveré para la hora de comer.
—Mññsrsg... —intentó contestarle el rubio antes de caer inconsciente de nuevo, y Rubén tuvo que contener unas risitas antes de levantarse y dirigirse adormilado hacia el aseo para orinar.
En la cocina, se preparó de modo automático un batido con kiwi, plátano, leche y sandía y se sentó en el taburete para relajarse unos instantes mientras lo saboreaba. Aún quedaba una hora para el primer salto en tándem, y en su Nissam tardaba menos de un cuarto de hora en llegar al aeropuerto.
Tras tragar, se quedó mirando el fondo de su vaso con extrañeza y frunció el ceño.
¿OnePlux One? ¿Acaso no tenía un Blackbarry? No, no... tenía uno de estos, resistentes y baratos pero con buenas prestaciones. Se lo aconsejó su amigo Tomás y le había dado un resultado excelente.
Pero... sí tenía un Blackbarry, estaba seguro. Uno que se le había estropeado la tecla digital de en medio, esa que Eutimio (quién le aconsejó comprárselo) decía que era como el «clítoris» del teléfono.
Se agarró el cabello con las dos manos. ¿Tenía dos teléfonos? ¿Y qué pasaba con Eutimio? Ese fue un compañero del instituto con el que no hablaba desde hacía casi cinco años. ¿O acaso chatearon hace apenas dos noches? Recordaba esa conversación.
Se levantó de un brinco con los ojos abiertos como platos y, en calzoncillos como estaba, salió al balcón de su bungaló.
Por una parte, todo estaba como debiera: era su casa (hipotecada hasta dentro de casi veinte años, pero suya, al fin y al cabo), en la calle Villar y con vistas al parque Manuel Espinosa, y este era el paisaje que veía todos los días al levantarse.
Pero, por otra parte, ¿acaso no tenía un ático alquilado en Madrid? ¿Uno que podía pagar con su mierdisueldo del Mac Ronald's gracias a que Honesto le hacía rebaja a cambio de... a cambio de...
Se tragó el nudo que se le había quedado en la garganta. ¿Qué estaba pasando aquí? ¿Por qué tenía recuerdos que no concordaban con su vida?
—Calma... calma... —se aconsejó a sí mismo intentando reacompasar la respiración acelerada. —Inspirar... espirar...
Estaba comenzando a calmarse al dejar la mente en blanco cuando unos fuertes brazos lo rodearon y unos labios se posaron en su nuca.
—¿Aún aquí, pajarico? ¿Se ha cancelado el primer vuelo? Pero si parece que hace buen tiempo...
Este era su novio, su rubísimo y guapísimo novio noruego con el que tenía una feliz relación desde hacía dos años (cuando hicieron juntos el curso para instructor de paracaidismo) y con el que vivía compartiendo gastos desde hace meses.
—Recuerda que tenemos una cena especial esta noche, con reserva en La Sirena. —Era cierto, hoy era su aniversario y tenían por costumbre celebrarlo en ese carísimo restaurante con una pequeña mariscada y algo de cava.
Intensas sensaciones encontradas llenaron el estómago de Rubén en un mismo instante. Amor y alegría por la presencia de su pareja, aunque también urgencia de saber que llegaría tarde a su trabajo si no se apresuraba... pero también notaba una enorme confusión y extrañeza ante esta situación. ¡Él no tenía novio! ¡No vivía aquí! ¡Estudió periodismo y nunca hizo un curso de paracaidismo!
—Algo... algo no está bien. Yo... —apartó como pudo a Alan de delante y se metió en la cocina sin darse cuenta de que alguien se había dejado abierta la puerta de la alacena, con la que se golpeó en plena frente con tanta potencia que acabó en el suelo viendo estrellas sobre un fondo negro.
—¡Rubén! ¿Estás bien? ¡Dios! ¡Sangras! Espera, llamo a una ambulancia... aprieta la herida con esto. Deja, que ya apretó yo... ¡no te duermas! ¡Rubén! —Las últimas palabras fueron sonando más y más flojas, hasta desaparecer como un susurro en el viento.
Todo estaba mal. Esto era un sueño; tenía que serlo. Pero era tan real...
¿Acaso había tomado alguna droga que le estaba causando paranoias? ¿Había tomado alguna pastilla rara? ¿Había fumado algo?
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REM
ParanormalSinopsis: Asqueado con su vida actual, Rubén se plantea cómo de diferente hubiera sido todo si hubiera tomado alguna decisión distinta en el pasado. Lo extraño sucede cuando despierta en una versión alternativa de su vida: Nuevo novio, nuevo empleo...