Capítulo 13

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No importaba si se dormía por la noche o en cualquier siesta a mitad del día, ya que al volver de nuevo a la consciencia despertaba era una hora temprana de un nuevo día.

Hoy era un buen día.

Su vida se parecía a la original, pero en el pasado de esta realidad tuvo la suerte de llevarse genial con cierto compañero de facultad cuyo hermano tenía influencia en la dirección de una cadena de televisión. Aquel hermano era ahora su jefe, y los dos compañeros de carrera trabajaban juntos como periodistas. ¡Por fin podía hacer uso de lo que había aprendido en la universidad!

Pasó una mañana de martes muy divertida componiendo guiones a partir de las noticias que iban llegando a la redacción y que luego serían leídos por los presentadores. Había prisas y estrés, pero le apasionaba escribir y le gustaba su trabajo.

En el descanso para comer hizo memoria sobre su vida de ayer y sonrió al recordar a sus padres. Le fastidiaba que el recuerdo fuera cada vez más nebuloso y también que no fueran sus padres de verdad (no eran los padres del Rubén original, y él no era el Rubén de ayer); eran señores progenitores de un Rubén alternativo, en un sucedáneo de mundo perdido para siempre. Sus padres (los de verdad) estaban malviviendo en la casa de su tía, en paro porque la crisis les arrebató la ferretería... y él ya no podía ayudarles.

Abrió los ojos como platos al pensar en ello. Si él ya no estaba allí, si estaba pasando los días viviendo realidades paralelas... ¿quién estaba en su cuerpo, en su verdadera vida original? ¿Habría algún otro Rubén alterno manejando su cuerpo a su antojo, causando problemas o aprovechándose lo que pudiera antes de abandonar su verdadera vida dejándola patas arriba? Él no había sido muy cuidadoso o respetuoso con todas las vidas que había ido recorriendo.

¿O quizá su cuerpo original había quedado en coma, ya que su mente, espíritu, voluntad o lo que fuera estaba en otro mundo?

Puede que incluso su cuerpo original hubiera desaparecido y la policía podía estarlo buscando. O podría haber muerto allí dejando destrozados a sus padres y a su amigo Jesús. También podía ser que aquella realidad ya no existiera, que únicamente existiera la vida en que él estuviera situado. ¿Qué habría pasado entonces con todas aquellas personas de aquel mundo que ya no habitaba? ¿Habrían muerto? ¿Se habían desvanecido en la nada? ¿Su paso por cada mundo causaba que, al día siguiente, ese mundo lleno de miles de millones de personas se extinguiera? Claro que eso implicaría que, con cada viaje, en cada día, creaba un nuevo mundo lleno de miles de millones de nuevas personas.

—Oooh... —Pálido, tragó el nudo que tenía en la garganta y cerró con fuerza los ojos. —No pienses en eso. No pienses en eso...

Tenía que interiorizar esta nueva revelación: No sabía qué pasó con su vida original o su cuerpo cuando lo abandonó, si alguna vez volvería o si no, ni lo que ocurría con cualquiera de las realidades que iba dejando atrás... y, por tanto, no merecía la pena preocuparse más por ellas. ¿Para qué sufrir pensando en posibilidades que no conocía y que no podía evitar? Si alguna vez volvía a su vida primaria, haría lo que fuera por solucionar el posible desaguisado que su desaparición, su coma, su muerte o su posesión por otro Rubén hubieran causado.

—No... no pienses en eso —se repitió—. He de centrarme en la parte positiva: sin consecuencias, sin remordimientos. Únicamente he de vivir cada día felizmente y aprovecharme cuanto pueda.

Y así fue como nuestro asturiano llegó a un acuerdo consigo mismo para permanecer cuerdo, para estar en paz y para disfrutar de las nuevas ventajas que este problema traía implícitas.

Mayo, Junio, Julio... Llegó el verano y Rubén parecía haberse adaptado a sus nuevas circunstancias. Por fin había dejado de comerse la cabeza, de plantearse posibilidades o siquiera de intentar indagar, entender o controlar esto que le sucedía. Había aceptado la inefabilidad de esta situación, había ido tentando uno y otro límite (sin encontrarlos) y ahora vivía una desenfrenada vida llena de subidones de adrenalina, dedicado al hedonismo de los sentidos y al solaz de los pasatiempos que iban surgiendo. Se había viciado a ver ciertas series y, como podía saltarse el día de trabajo de cada día, lo pasaba entero viéndolas durante días o semanas en vidas consecutivas. En otros momentos se vició a videojuegos que iban saliendo, y cada día se aseguraba de tener acceso a un ordenador o consola y al juego en sí hasta que se lo pasaba; eso no podía hacerlo en los juegos largos con historia, ya que las partidas guardadas desaparecían con cada día; era lo único que le fastidiaba.

Pasaron las estaciones; verano, otoño y el siguiente invierno, y comenzó a hacer selección de vidas. Es decir, si despertaba y era una realidad «de mierda» (como él las llamaba), en donde le tocaba vivir situaciones indeseadas, la esquivaba durmiéndose al instante en cuanto podía. En cambio, si alguna vez despertaba en una vida idílica o especialmente excitante por cualquier causa, hacía lo que podía para permanecer en ella lo más posible. Al principio lo intentó por sus propios medios, pero dos noches sin dormir habían resultado ser su límite. Luego investigó y encontró ciertas drogas y hierbas naturales que podían usarse para prolongar la vigilia lúcida y retrasar el sueño, y pudo expandir sus días en aquellas vidas hasta cuatro.

Sin embargo, prolongar la estancia en una buena vida mediante el impulso químico casi nunca prolongaba las buenas experiencias, pues el cansancio, el embotamiento de la mente y demás consecuencias de no dormir le impedían disfrutar más, por lo que terminó desechando esa forma de actuar.

Cuando empezó a cansarse de todo lo usual, decidió centrarse en la adrenalina y se pasó a hacer puenting, rafting, saltos en paracaídas, circuitos de quads... todo lo que le mantuviera en un eufórico estado alienado que le impidiera pensar en lo que iba perdiendo diariamente, en cómo de atrás iba quedando su vida original, en cuán vacío se sentía. Obviamente, no siempre salía bien y terminaba con algún miembro roto, con graves secuelas permanentes (hasta la siguiente vez que durmiera) o incluso falleciendo. No pretendía morir, claro, pero desde que tuvo un accidente buceando con bombona a gran profundidad y se ahogó, pudo confirmar que ni siquiera la Parca le detendría. Se volvió incluso más y más osado, llegando a hacer algunas cosas suicidas como tirarse de lo alto de un rascacielos en caída libre o practicar sexo en masa sin protección. ¡Gang Bang! ¡Bukkake! ¡Sangrienta mancha orgánica en el suelo de la calle!

Las estaciones se transformaron en años y seis de ellos pasaron de esta guisa. Los subidones de adrenalina (tan seguidos) empezaron a parecerle monótonos, el exceso de series y videojuegos le hicieron perder el interés, y el placer que recibía al comer mucho y de lo mejor (pues solía gastarse grandes sumas del dinero ahorrado del Rubén de ese día en acudir a los restaurantes más caros) empezó a aburrirle.

El sexo estaba bien, pero ya no tenía necesidad de conquistar nuevos culos, descubrir pollas inexploradas o robar corazones porque en algún que otro momento también ese fue su pasatiempo: afinó sus habilidades románticas y carismáticas lo suficiente como para adivinar las mejores frases, expresiones y tonos con los que lograr causar un flechazo en quien quisiera conquistar por cualquier razón; algo sencillo si lo combinaba con sus bonitos rasgos naturales. Llegó a contar más de ciento treinta que había dejado babeando por él en un solo día antes de abandonar esa realidad; y de esos, a los mejores se los llevó a la cama. También probó a conquistar a mujeres y logró una gran notoriedad, aunque sin la parte de culminar en la cama, pues obviamente no estaba interesado.

Finalmente, incluso el sexo (en el que se había desinhibido lo suficiente como para aceptar realizar ciertas prácticas de sado, bondage, etc... o para probar y descubrir cosas nuevas) terminó careciendo de todo atractivo. Afinó también sus habilidades de lúbrica posición horizontal tanto como pudo, pero tenía que reconocer que nunca hizo el amor, siempre era fingido. Al fin y al cabo, era él quien enamoraba al resto en un sólo día (aunque alguno le costó dos o tres, obligándose a permanecer sin dormir en tal realidad), y ninguno tenía ni su facilidad ni la prisa por enamorarle a él o por abrir su corazón tan rápido.

Dos mil cincuenta y tres vidas después de que todo esto comenzase, decidió tomarse un día para hacer balance y ver en quién se había convertido.    

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