El Lago de los Cisnes.
Sonaba la agradable musiquilla que cada día laboral le había despertado desde hacía un año, cuando entró a trabajar para el bufete Sta. Justa Abogados.
Sonriendo por las sensaciones positivas que le transmitía la melodía, Rubén abrió los ojos y tanteó el lado derecho de la cama esperando encontrarle, pero él ya no estaba allí. Cristian, su marido (exmarido ahora) se fue de su vera hacía medio año y, aunque la sentencia de divorcio fue completamente rentable para el asturiano gracias a sus compañeros especializados en esta parte de la ley, la sensación de perderle había sido desoladora.
Había mantenido su estatus económico, apenas había tenido que compensar a su expareja gracias a ciertas cláusulas y triquiñuelas que invalidaban las más importantes parcelas de bienes gananciales, pero... es que Cristian tenía la razón; siempre la tuvo. El abogado se había centrado tanto en el trabajo, en su carrera, en tener éxito y ganar dinero que terminó perdiendo aquello que daba sentido a su vida, el amor.
Era curioso haberse casado y divorciado antes de los veintitrés.
Salió corriendo hacia el cuarto de baño y, postergando las necesidades de su vejiga, abrió el botecito de los antidepresivos y se tomó un par con un trago de agua del grifo antes de que su respiración bajase a un ritmo más normal. Sabía que los antidepresivos eran una terapia continuada, no actuaban tan rápido, pero el efecto placebo ya le ayudaba a aguantar.
Más calmado, se aseó y se vistió antes de bajar a la solitaria pero impoluta cocina de diseño de su loft y comenzó a prepararse un sanísimo desayuno a base de zumo recién exprimido, tostadas con jamón york y un complemento vitamínico (siempre bajo la incesante batuta del director de orquesta de La Traviata).
No soportaba el silencio y la casa parecía un cementerio ahora que no estaba él. Este ya no era un hogar. El piso no tenía alma pues Cristian se la llevó cuando se fue. Únicamente durmiendo apagaba la música (y a veces ni siquiera entonces).
Era martes. En una hora retomaría el caso Alejo, la última comparecencia antes de la vista para sentencia. Quizá debería estar nervioso, pero toda la preparación que había supuesto llevar este juicio hasta el punto en el que estaban y su extenso conocimiento penal administrativo junto con los trucos especiales que le habían aleccionado desde Sta. Justa reducían drásticamente el riesgo de que el juez no les fuera favorable; Alejo sería eximido de cualquier culpa. Era cierto que la empresa de su cliente había defraudado un par de millones a hacienda en concepto de impuestos, pero los múltiples defectos de forma y plazo que habían podido demostrar en la inspección de la contabilidad (la mayor parte ciertos y muy menores, y otros tantos cogidos por los pelos, pero igual de válidos a ojos de la ley) tirarían por tierra los esfuerzos de la acusación. Hoy en día, no importaba si eras o no culpable, tan sólo si podías pagarte unos abogados los suficientemente buenos (y despiadados) para que te sacasen las castañas del fuego; y él era el mejor de la ciudad.
Rubén «El piraña» le apodaban sus compañeros, y no había caso administrativo que se le resistiera.
Conforme pasaban los minutos y dejaba más atrás cualquier vestigio de la modorra física y mental que conllevaba el despertarse, el asturiano fue percatándose de los distintos detalles con los que su memoria no estaba completamente de acuerdo.
Su ceño fue frunciéndose poco a poco.
La sensación de confusión, una clara confusión fruto de saber que algo no era tal y como recordaba, se fue acrecentando al mismo ritmo que su zumo naranja se iba acabando.
¿Este era su teléfono móvil? ¿Desde cuándo tenía un portátil tan caro? ¿De verdad vivía aquí? ¿Siempre había podido ver el horizonte desde su ventana? ¿Cómo es que tenía las llaves de un Audi en el bolsillo, si él nunca se sacó el carnet de conducir? ¿Su marido fue... Cristian? ¿Acaso no era novio de Alan? ¿No le estaban esperando en el aeropuerto de Ocaña para saltar?...
La incredulidad mantuvo su boca abierta al recordar a Federico y sus abusos, su piso compartido, la falsa pero convincente sensación de éxtasis provocada por Cristal negro y la desesperación de vivir una vida como un puto drogadicto.
Se dejó caer en el taburete y tuvo que apoyarse con las manos sobre la mesa. ¿Qué estaba ocurriendo aquí? La casa y los muebles que le rodeaban junto a los primeros recuerdos que le habían invadido al recuperar la consciencia le dejaban muy claro cuál era su vida y qué le había ocurrido hasta el momento; pero si pensaba más allá, si buscaba profundo en su memoria, podía ver más.
¿Se trataba de otras vidas pasadas, como una regresión mental hacia otras encarnaciones?
Imposible. Esas otras «vidas» no eran lejanas vivencias de un pasado anterior, como aquel que dice recordar haber sido un faraón de Egipto; eran vivencias ¡de ayer mismo!
Aunque mucha de esa información parecía borrosa, como tras la cortina protectora que se corre sobre los sueños cuando uno despierta, era indudable que tal cantidad de detalles eran impensables en un sueño.
Podía recordar la gruesa forma del rubicundo rabo del noruego Alan, el sabor de la droga requemada en la pipa que compró a aquel vendedor callejero, el diseño tricolor (azul, amarillo y rojo) de su paracaídas personalizado... y más allá, sí, más allá recordaba a su amigo Jesús del trabajo en el Mac Ronald's y aquella manifestación contra los recortes del gobierno en la que le metieron tal porrazo que le dejaron dolorido durante días. Casi seguro que tenía una costilla astillada. Eso ocurrió el fin de semana anterior.
Corrió al cuarto de baño y casi se arrancó la corbata y la camisa para mirarse la espalda. No había hematoma. Pero ahí, en el costado podía ver la piraña tribal que se tatuó hace cinco meses para conmemorar su exitoso divorcio de Cristian y su compromiso con el trabajo de su bufete.
Tenía la boca seca, la mano le temblaba y veía sus pupilas excesivamente dilatadas en su reflejo. ¿Podía esta paranoia tener que ver con una medicación inadecuada para su problema de ánimo? Era verdad que se había pasado un poco, que había estado tomando casi el doble de lo recetado, pero no era posible desarrollar esta clase de ilusiones mentales, ¿verdad? Esto era algo más.
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REM
ParanormalSinopsis: Asqueado con su vida actual, Rubén se plantea cómo de diferente hubiera sido todo si hubiera tomado alguna decisión distinta en el pasado. Lo extraño sucede cuando despierta en una versión alternativa de su vida: Nuevo novio, nuevo empleo...