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Capítulo 1: El Cazador de los Ojos Rojos
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Cuando mandaron a despertar a Kurapika Kuruta para que iniciara sus trabajos forzados de la mañana, lo encontraron ya despierto, inerte y obediente.
Se lo llevaron con las manos prisioneras en pequeñas cajas mecánicas, puesto que los grilletes comunes no funcionaban con él. Una vez llegaron a la intemperie, lo tiraron al pasto para que comenzara la labor. Sin decir nada, el rubio de ojos grises quito la maleza del jardín (A duras penas era un jardín con frutos, después de todo, estaba en la cárcel) y ayudo a recolectar pequeñas hierbas para usar en la cena.
Más tarde, lo mandarían a lavar la ropa de los reos a mano.
Durante toda la semana, hubo quien hizo apuestas sobre el misterio más grande de la prisión.
Kurapika, en su interior, gritaba de indignación.
Consiguió la oportunidad de descargar su rabia cuando le buscaron pelea en el recreo de los guardias. Prácticamente hizo que los reos vieran las estrellas con solo usar dos palos de madera, imitando a las espadas cortas. Recogiendo la basura, encontró otro aberrante cartel en el muro.
"¿El nuevo preso "Ojos Rojos" será mujer? ¡Quien lo descubra, será recompensado!"
Una broma espantosa.
¿No era suficiente con estar en una cárcel virtual, en la sección de hombres para que quedara en claro? Pareciese que no. La primera vez que llego a la isla, sus nuevos compañeros le gritaron aberraciones subidas de tono, mirándolo descaradamente, no faltó quien murmurase "una nena entre nosotros".
Llevaba dos meses encerrado y nadie, absolutamente nadie, lo dejaba de molestar con eso. Cada sujeto que se le acercaba venía con esas intenciones, tratando de quitarle la ropa y mirándole de más la zona de su pecho. Más de media docena de veces lo quisieron someter con brutalidad y Kurapika se defendió, dejándolos inconscientes.
Solo una persona estaba fuera de esa indecencia sin nombre y ese era su compañero de celda Pokkle, un quinceañero con talento para la arquería, acusado de espionaje ilegal en un estado llamado NGL y por obstrucción de la ley de la Unidad Mitene. Con el tiempo se habían hecho amigos. Pero eso no compensaba la angustia y dolor que se respiraba dentro de ese calvario de cuatro paredes.
Era un milagro si Kurapika no debía pelear con ningún baboso un solo día. Desde que entro a ese lugar, no tuvo ni un instante de paz.
Lo peor, lo más odioso de todo, no era el ambiente de la prisión, el acoso constante o las tares que lo mandaban a hacer apenas apuntaba el sol.
No. Lo que más odiaba de la cárcel era a esa persona.
Cada jueves le tocaba participar de la invención de la cena junto a otro grupo de presos. Cuando acababa, los guardias lo llevaban por otra vía, de vuelta a su celda. Este camino era el que más detestaba.
Los guardias lo sabían y más de uno quería ver su reacción. Kurapika podía jurar que apostaban en secreto cuanta emoción revivía en sus ojos cuando veía a ese...
- Maldita sea- mascullo, viéndose nuevamente en el pasillo que lo haría cruzarse, quisiera o no, con esa odiosa existencia.
Durante el camino, Kurapika rezaba no ver su rostro, no respirar su mismo aire, no escucharle pronunciar ni una palabra, pero sus plegarias no fueron escuchadas.
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Al Estilo del Mal
AdventureLa Asociación Hunter toco fondo. Ahora decidieron mandar a la guerra a sus peores cazadores para salvar al mundo de las Hormigas Quimera.