Capítulo 13 (Ella)

34 3 2
                                    

La primera noche sin Esteban dormí dentro del auto, pero me dispuse a buscar un trabajo, lo único que encontré fue un puesto de mesera en un bar de mala muerte, no fue difícil, el hombre que me contrato lo hizo solo por mi cuerpo y esa belleza que atraía a cualquiera, no le importó mucho que no supiera hacer nada.

—Renata ve a atender la mesa tres —me informó uno de mis compañeros.

—¿Yo? —fruncí el ceño.

—Si, tú, te llamas Renata ¿no?

Suspiré y tomé la libreta en donde siempre tomaba las órdenes, me apresuré a la mesa tres, no quería problemas con el jefe.

—Buenas noches, ¿en qué le puedo ayudar? —me acerqué a la mesa de aquel chico, estaba entretenido mirando su celular.

—Sí, soy el Agente Ortega, estoy buscando a una persona y tú puedes ser una testigo presencial de algo, te vi en el lugar de los hechos —mientras hablaba sentí un poco de miedo.

—No sé muy bien de qué me habla —confesé —no sé quién es usted y no creo poder ayudarle 

—Ya le dije quien soy —fruncí el ceño, sentí como la sangre se iba a mi cabeza, podía ser uno de los policías que estaba aquel día fuera de la mansión o quizá al que casi atropello.

—No, no sé quién es usted, con permiso —dije con rapidez y cuando estaba por irme, él me tomó del brazo.

—¡Espera! —si que era insistente.

—Mire, no sé nada —a la mente se me vino aquel momento en el que Esteban me dijo que investigara al policía.

—Okey, está bien, no importa

—Agente —dije simulando una voz inocente.

—Dime

—Necesito su ayuda —lo miré y me percaté, tenía unos ojos color miel.

—¿En qué puedo ayudarte?

—Necesito un trabajo diferente 

—No quiero que te sientas incómoda, pero ¿por qué trabajas aquí? Digo, este no es un lugar para una mujer como tú, ¿por qué no renuncias?

—No tengo como mantenerme —hice una pausa —¿Una mujer como yo? —me crucé de brazos —A ver, dígame ¿cómo es una mujer como yo?

—Eres elegante, no te ofendas pero no eres del tipo de personas que parezca estar acostumbrada a trabajar en un bar 

—No sabe nada de mi vida —dije con rapidez.

—¿Por qué no te sientas y me cuentas de tu vida? —me ofreció.

—Porque no puedo sentarme a conversar con los clientes, me pueden despedir, así que mejor no 

—Está bien, cómo quieras —hizo una pausa —¿Sabes algo? Hace muchos años tuve una gran amiga, tenía el mismo color de tus ojos

—Que bien —sonreí de manera forzada —bueno, agente, tengo que seguir trabajando, cuando quiera pedir algo, dígale a mis compañeros ¿si? Mientras no consiga otro trabajo tengo que hacer este bien —dije de un modo que sonara como chantaje.

—¿Tienes en dónde vivir?

–¿Por qué tanta pregunta? ¿Me está investigando a mí? Digo, porque si es así puede llamarme a declarar

–No, no lo tomes a mal, lo digo porque estoy buscando a alguien que me ayude en mi casa, ya sabes ofrezco prestaciones de ley y un lugar en dónde puedas vivir —esa oferta realmente llamó mi atención, durante este tiempo había estado durmiendo en el auto y era mi oportunidad para saber quién era realmente el Agente Ortega y qué sabía de mí, aunque por ahora parecía que nada.

—¿Y sí acepto, cuándo comenzaría a trabajar?

—Mañana mismo

—No conozco bien la Ciudad, tendría que llevarme usted —él no podía ver el auto, era oficial y si lo miraba podía sospechar de mí, acusarme de robo porque no tenía algo que comprobara que ese auto es mío y además él podía haber estado involucrado el día que huí de la mansión.

—Puedo llevarte hoy mismo

—¿Haría eso por mí? —pregunté emocionada.

—Si, claro y háblame de tú —él se levantó de la mesa en dónde estaba y me sugirió que renunciara de una vez. Así lo hice y fuimos a su casa.

ESTOCOLMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora