Capítulo 102 (Ella)

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—Rojas, es él

Vi como Juan Carlos bajó de la camioneta y se paró frente a mí.

—Vaya, vaya Renata, no pensé encontrarte tan bien, y acompañada —miró a Rojas.

—¿Qué haces aquí?

—¿Él es el policía verdad?

—No, Raúl no está aquí y no te metas con él —miré a Rojas

—¿Con que Raúl se llama? Muy bien, se lo vas a explicar a Esteban personalmente

Juan Carlo me tomó del brazo y me subió junto con otro hombre a una de las camionetas; decidí no oponerme a nada ya que no quería involucrar más a Rojas, sabía perfecto que él, en un futuro sería mi as bajo la manga.
La camioneta no se detuvo nunca, las llantas chillaron muchas veces, las vueltas que daban eran horribles. Cuando las puertas se abrieron sentí pánico. Vi a Juan Carlos frente mío y me bajó tirando de mi brazo.

Al lugar a donde habíamos llegado era una mansión enorme. Seguro aquí estaba Esteban escondiéndose.
Juan Carlos me llevó al interior de la casa.

—Ahí la tienes —dijo Juan Carlos después de empujarme hacia su hermano.

—Hey, ten más cuidado, animal —le dije mientras me levantaba.

—¿Qué les pasa a ambos? —preguntó Esteban. Lo vi bajando de las escaleras, era la primera vez que lo veía fuera de la cárcel. Y después de tanto tiempo.

—Tu hermano es un salvaje, mira como me dejó —le mostré el golpe que me dio en el rostro después de subirme a la camioneta.

—Te dije que no la tocaras —regañó a su hermano.

—Dile por qué te golpeé —me gritó.

—¡Porque estás loco!

—No, porque no ha matado al policía

—Pensé que ya habías hecho lo que te pedí —me miró disgustado —pero Juan Carlos ya me explicó todo

—No, no puedo matarlo aún

—¿Y por qué no?

—Porque se enamoró —Juan Carlos interrumpió.

—Ya cállate con eso, no me enamoré, él aún tiene evidencias de ti que ya no podré quitarle las pruebas que tiene de ti, tiene papeles tuyos, fotografías, videos, tiene pruebas para que ahora si te refundan en la cárcel y no salgas nunca, tu hermano es un imbécil

—Juan Carlos tú y yo vamos a hablar después sobre esto —hizo una pausa y me miró —¿en dónde tiene los papeles?

—En su casa, los escondí —mentí un poco.

—Muy bien —me dio un beso.

Él llevó a Juan Carlos a un cuarto en donde cerró la puerta, cuando eso pasó, yo solo los seguí e intenté escuchar lo que decían.

—Tienes que matarlo y deshacerte de todas las pruebas ¿me entiendes?

—¿Y por qué yo? ¿Por qué no le dices a tu novia? ¿No para eso la querías? Era tu sicario personal, es su trabajo ¿no es así?

—Ella ya se arriesgo mucho y por lo que entendí, que tú no negaste, lo arruinaste todo, así que ahora es tu problema, mañana lo van a traer aquí

—Bien ¿y por qué no la haces sufrir?

—¿De qué hablas?

—Haz que ella lo mate, pero antes hazla sufrir

—Lo pensaré, pero si tienes que matarlo tú, solo haz que parezca un accidente ¿me escuchaste? No cometas más errores, no quiero que nadie te vea

—No te preocupes por ello, ¿acaso dudas de mi?

—Si, a veces eres un imbécil y ya vete de aquí, que quiero estar solo con Renata —cuando escuché eso me alejé de la puerta y corrí a la primera puerta que encontré, por suerte era un baño, algo pequeño para las dimensiones de la casa.

—¡Renata! —escuché a Esteban gritar.

—¡Voy! —tiré de la cadena del retrete y mojé mis manos —dime —sonreí al abrir la puerta.

—Tenía meses sin verte —se acercó a mí y me tomó con fuerza de la cintura —extrañaba tu aroma —olfateó mi cabello.

—Yo también te extrañaba —lo abracé por el cuello.

Ni siquiera me dejó decir más, comenzó a besarme, lo hacía demasiado rápido, ni siquiera me dejaba respirar. Me llevó hasta uno de los sofás y caímos sobre éste.

Él, literalmente arrancó la blusa de mi cuerpo. Besó con desespero y pasión todas partes de mi cuerpo, pero ni siquiera lo disfrutaba, me parecía incómodo.

—Hey —lo aparté un poco de mí —está tu hermano, al menos, deberíamos ir a alguna recámara

—Tienes razón, ve tú, ahora te alcanzo

—Está bien —lo miré con algo de miedo, pero no dije nada, subí las escaleras con prisa y vi una de las muchas puertas abierta, supuse que ahí tenía que entrar.

Esperé a que Esteban subiera, por suerte se tardó un gran rato. Me sentía nerviosa y eso aumentó cuando lo vi cruzar la puerta. Se me hizo extraño que dejara la puerta abierta, pero de nuevo, no dije nada.

—Me agrada que aún me obedezcas —me tomó por los tobillos y me jaló hasta él.

Terminó por quitarme la ropa y en un punto de nuestro momento vi a mi cuñado parado en la puerta.

—¿Qué haces ahí? —dije gritando. Esteban parecía no importarle —amor, dile que se vaya

—Yo lo invité Renata

Después de ese eterno momento, terminé llorando sobre la cama, abrazaba una almohada y de nuevo sentí como si la vida no valiera la pena. Me sentía triste y vacía de nuevo.

—Cariño —Esteban intentó tocar una de mis piernas. Lo miré con odio y me alejé de él.

—No me toques, no me vuelvas a tocar en tu vida —dije con la cara llena de lágrimas.

—Yo hago contigo lo que quiera ¿me escuchaste? —me dijo tranquilamente.

Salió de la habitación y cuando lo hizo, corrí para cerrar la puerta. Tenía el cuerpo envuelto entre sábanas y sin importarme eso, me dejé caer al piso mientras lloraba sin consuelo.

ESTOCOLMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora