Capítulo 105 (Él)

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-Agente Ortega -dijo aquella chica que trabajaba en la recepción -lo buscan

Miré a Rojas confundido, estábamos muy confundidos ¿y si querían un rescate para liberar a Renata?

-¿Quién? -la miré agobiado.

-No me dijo su nombre, es un hombre que nunca había visto por aquí

-Dile que yo no trabajo aquí, nadie tendría que saber que estoy aquí

Aquella chica salió de la oficina y nos dejó solos. Seguimos uniendo las pistas que teníamos, estábamos por completar el rompecabezas, nos faltaba la pieza más importante, hasta que Rojas me confesó que vio a un hombre, me dio la descripción y logramos hacer un retrato, el caso estaba casi completo.

Rojas y yo nos fuimos a comer algo, cuando volvimos a la oficina vimos la pared de nuestra línea del tiempo destruida. Además había un hombre sentado en la silla, solo que estaba de espaldas.

-¿Quién es él? -Rojas me miró.

-¿Traes tu arma? -le pregunté en un susurro. Él asintió y sacó su arma, la cargó y abrimos la puerta.

-¿Por qué no me quiso recibir agente Ortega? -giró la silla.

Me sorprendí cuando me percaté que era Esteban Cárdenas, estaba solo, aunque eso no me convencía, debía haber llegado con alguien más. Seguro nos tenían rodeados.

-¿Qué haces aquí?

-Dile a tu empleado que baje el arma

-No es mi empleado

-Que baje el arma porque con una simple señal hago que mis hombres disparen

-Rojas baja el arma -él me hizo caso -nosotros también vamos a disparar si es necesario -hice una pausa -¿qué haces aquí? ¿En dónde tienes a Renata?

-¿Podemos hablar o prefieres que sea por las malas?

-¿Qué quieres? -me crucé de brazos.

-Hablar pacíficamente

-¿Pacíficamente? Tienes a tus hombres quien sabe en donde apuntándonos

-Tienes razón, vas a venir conmigo por las buenas o por las malas, tú eliges

- ¿En dónde está Renata? -repetí cuando lo tuve enfrente.

-No contestaba mis llamadas

-¿La conoces?

-Vámonos

Cuando ese hombre me tocó Rojas le apuntó a la cabeza, sus hombres salieron de donde estaban escondidos y nos apuntaron, tuve que irme con Esteban para que no le hicieran nada a Rojas.

Me sacaron del edificio y me subieron a una camioneta de color negra, con los vidrios polarizados. Detrás de nosotros venían otro par de camionetas.

Cuando me bajaron de la misma me dí cuenta que estábamos en unas bodegas, creo que solo me utilizaban de rehén, me golpearon mientras tenía las manos atadas y después solo cubrieron mi rostro. No volví a ver a Esteban. En ese tiempo solo anhelaba escuchar la voz de Renata.

-Raúl en serio ni quiero que te metas en este mundo del que vengo, es peligroso, me dolería verte muerto

-Pero ¿por qué dices eso?

-Mi vida siempre se vio rodeada de maldad, tú eres todo lo contrario a lo que soy

-Es que sigo sin entender qué es eso que ocultas

-Nunca lo vas a saber

-Pero ¿¡por qué?! Te he contado mi pasado, todo lo que me duele, lo que he pasado y vivido y tú simplemente no puedes puedes contarme una parte de tu vida

-Es que, no puedo, te he dicho que si sabes la verdad estará tu vida en peligro

-Te he dicho que mi vida está en constante riesgo, soy policía, siempre me involucró con criminales

-Pero yo también te he dicho que el mundo no es solo eso, hay diferente maldad, lo que yo te he dicho y en lo que me he visto envuelta es algo más grueso, diferente a lo que tratas con frecuencia

-Renata yo... -me interrumpió.

-¿Qué sabes de Esteban Cárdenas? -me preguntó en voz baja.

-Eso es confidencial ¿por qué te interesa tanto?

-Curiosidad

Ahora comenzaba a cobrar sentido aquellas conversaciones en las que Renata me mencionaba a Cárdenas. Pero ahora las preguntas cambiaban ¿qué quieren estos hombres de nosotros dos? ¿En dónde está Renata? Lo que más me preocupaba era qué estaba pasando con ella ¿qué le harían? ¿La habrían matado? ¿Estaba en el mismo lugar donde yo?

Sentí que el tiempo pasaba eterno, supe que era de noche cuando el silencio se volvió tenebroso. De vez en vez escuchaba pasos pero no pasaba más. Yo no decía nada y los hombres que me custodiaban tampoco. Escuché que un teléfono celular sonó.

Supuse que el hombre que respondió se alejó de donde estaba yo. Cuando los tipos que me habían llevado a esas bodegas se descuidaron logré quitarme lo que me amarraba las manos a la silla. El huir de noche me iba a resultar más fácil, no me encontraría tan fácil.

Al intentar salir de las bodegas me topé con un hombre, no dude en pelear contra él, salí corriendo en cuanto él cayó al suelo. No sabía bien en donde estaba, pero no me detuve ni un segundo. Después de un rato corriendo logré ver luces, creo que estaba llegando a una casa.

Sabía que los hombres me perseguían, los escuchaba gritar y ver las luces de sus linternas. Si me atrapaban no sabría que podrían hacerme.

Después de pensarlo mucho decidí que la mejor opción sería saltar por la barda y entrar a la propiedad. Eso hice, caí sobre el pasto y me quedé un momento sobre el piso sin hacer ruido, mientras al menos me recuperaba.

Cuando me levanté todo el patio que estaba oscuro se iluminó. Me dí cuenta que todo iría de mal en peor cuando un par de hombres me tomaron por los hombros y uno de ellos me dijo que estaba muerto, que no sabía con quien me había metido.

-Hoy te mueres -uno de ellos traía una pistola y me apuntó a la cabeza.

-¡No! -escuché esa voz que aceleraba mi corazón -Déjenlo en paz -volvió a decir -¡Esteban! -comenzó a gritar.

La logré ver por la ventana, tenía el cabello sobre los hombros y su voz se escuchaba un poco diferente. La vi desaparecer y después de unos instantes la vi llegar a mi lado corriendo. Me abrazó con fuerza. Hice lo mismo.

ESTOCOLMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora