Capítulo 24 (Él)

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Pedí una licencia en el trabajo para cuidar a Renata, tenía que ayudarla y estar con ella en todo momento para que no se sintiera sola. Un día durante una de sus terapias, Rojas llamó a mi celular.

—Rojas ¿qué pasa? —hablé en cuánto contesté la llamada.

—Tengo las placas de tu auto —sonaba entusiasmado.

—¿En serio? ¿Y sabes quién lo compró? ¿A qué nombre está la factura? —pregunté con rapidez.

—Esteban Cárdenas Huerta —de nuevo estábamos progresando.

—Bien, ahora solo nos falta encontrar el rostro de nuestra sospechosa y encontrar el paradero exacto de Esteban

—Aún no tengo pistas de ella, pero llamé a las aerolíneas y me dijeron que tu sospechoso se está refugiado en algún lugar de España o cerca de, creemos que puede estar en Madrid o tal vez Barcelona

—¿Llamaste a la policía española?

—Si, ya giraron una orden de captura —me sentía aliviado —en cuanto lo atrapen nos lo notificarán

—¡Genial! —estaba bastante emocionado, de nuevo estábamos cerca de él, esta vez íbamos a ser más cuidadosos, íbamos a traerlo de vuelta para comenzar el proceso —Te llamo luego ¿si? —le dije al ver salir a Renata junto con la doctora.

—Sí —colgó.

Me levanté de los sillones de la sala de espera y me dirigí a hablar con la doctora mientras Renata me esperaba a mí.

Me explicó que tenía secuelas de sucesos traumáticos y que algo había logrado hacer que los recuerdos que tenía suprimidos empezarán a salir a flote, pero eso le estaba causando pánico y ansiedad; intentando hacer memoria me dí cuenta que podía haber sido nuestro viaje al sur de México.

Regresamos a mi casa e intenté hablar con Renata, ella se negaba a hablar conmigo.

—Vamos, habla conmigo, la psiquiatra me dijo qué es lo que te pasaba, si me dices algo puedo ayudarte —le dije ofreciéndole una vaso de agua y sentándome frente a ella en la mesita de la cocina.

—No quiero volver a tener una crisis nerviosa —me respondió tomando el vaso entre sus manos.

—Quiero ayudarte

—¡Ni yo misma puedo ayudarme! —me respondió algo alterada.

—Por favor —coloqué una de mis manos sobre las suyas —déjame ayudarte —ella cerró los ojos y comenzó a respirar hondo.

—He empezado a recordar cosas que nunca he vivido, o al menos eso he pensado todo este tiempo —cerró sus ojos un segundo y derramó una lágrima, me sentía mal por hacerla sufrir —Tengo recuerdos borrosos, antes eran sueños pero ahora me doy cuenta que son recuerdos

—¿Y qué tipo de sueños?

—Son dos adolescentes —ella tenía la vista clavada sobre el mantel de la mesa y después me miró a los ojos —tu cartera —me dijo.

—¿Mi cartera? —estaba confundido ya en ese punto.

—Si, tienes una fotografía —¿como sabía eso? —el día que estuvimos tomando y te ayudé a llegar a la habitación vi la foto —empezó a explicarme —sueño con esos niños —sentí un hueco en el estómago, había dos opciones, había prestado tanta atención que tal vez soñó y encontró un parecido de sus sueños con la fotografía, o la otra, era mi mejor amiga.

—Ven —me levanté desesperado de la mesa; quizá Rojas se había equivocado, tal vez tenía a mi mejor amiga frente a mí, podía ser una posibilidad aunque no quería ilusionarme antes de tiempo y romper mi corazón.

Hice que Renata se levantará de la mesa y me acompañó hasta mi habitación, busqué mi computador y después la llevé al cuarto que le dije tenía prohibido abrir, allí estaba mi investigación, todo lo que había estado recabando durante los últimos diez años; quizá si le mostraba eso podía recordar algo y si no era mi mejor amiga al menos lograría ayudarla en algo.

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