Capítulo 48 (Ella)

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Me quedé con Raúl hasta el amanecer, cuando Rojas, su compañero, pasó por él.

-Renata, voy a tener que ir a la oficina, tenemos que recibir a Esteban y resolver unas cuantas cosas

-Puedo irme a la casa caminando, no te preocupes, solo, tú, cuídate, aún deberías quedarte en observación

-No, puede ser muy peligroso que estés sola, no después de lo de ayer, ven con nosotros, después solucionaré esto ¿si?

-Como quieras

Saliendo del hospital subimos al auto de Raúl y fuimos a la fiscalía. Raúl y Rojas entraron a una oficina junto con otro agente. Yo me quedé esperando en la recepción.

-Renata, tenemos que irnos ya -me dijo Raúl saliendo apresurado de la oficina, a la cual había entrado minutos antes.

-¿A dónde? -me levanté y comencé a seguirlo, dos hombres nos seguían -¿quiénes son ellos?

-Después te explico, vamos al reclusorio -sentí que la sangre se me helaba, sabía que había llegado el momento de volver a ver a Esteban.

Todo el camino de la oficina al reclusorio me quedé en silencio, sentada a un lado de Raúl. Los minutos se me hacían eternos.

-Perdona que te haga pasar por todo esto

-No importa, estamos juntos en esto -tomé su mano con cuidado, no quería lastimarlo.

Llegamos al reclusorio y entramos al mismo. Me quedé en un cuarto, frente a éste había un gran cristal, detrás de él se veía la sala de interrogatorios, había un gran foco sobre una mesa y tres sillas. Vi a Esteban entrando a ese cuarto y sentarse en una de las sillas.

Raúl y Rojas lo interrogaron un buen rato, por suerte, él no dijo nada de mí. Supe que se quedaría allí, interno. Cuando lo llevaron a la celda Raúl y su compañero fueron a otro lugar, por lo que escuché se tardarían un poco, era un proceso largo y cansado.

Logré escabullirme por el lugar y pedí ver a Esteban, necesitaba hablar con él y asegurarme que no me delatara.

-Hola -me dijo con una sonrisa -¿cómo sabías que estaba aquí? -era extraño mirarlo tras un cristal, aunque al mismo tiempo, me sentía tan bien.

-Sigo conviviendo con el policía y me trajo hasta aquí, ayer me enteré que te aprehendieron

-¡Ese policía ya me tiene harto!

-Lo sé, mandaste a amenazarlo y me pediste que lo matara

-Y no lo has hecho -me reprochó.

-Aún no es el momento

-No importa, que bueno que vienes a verme ¿por qué tardaste tanto en contactarme?

-No podía salir sin que el policía sospechara, ¿ya te dieron una condena? Escuché en el interrogatorio, pero no entendí muchas cosas

-No, ni me la darán, yo voy a salir de aquí más pronto de lo que imaginas

-¿Y cómo? Digo, no es como que vayas a salir volando o caminando por la gran puerta principal

-Tú confía y cuando salga vas a volver conmigo y todo será como antes ¿si? -colocó una de sus manos sobre el cristal, yo coloqué la mía frente a la de él, del otro lado del vidrio.

-Si -sonreí.

-Mandaré a mi hermano Juan Carlos por ti y volveremos a tener la vida que teníamos antes de que todo esto pasara, te lo prometo

-Aún así tendremos a la policía pisando nuestros talones, no es tan fácil como lo dices

-Ya veras que no, con dinero baila el perro ¿no es así? -él me miró y parecía tan seguro de lo que decía.

-No a todos les vas a llegar al precio, conozco varios que son muy rectos

-¿De qué lado estás Renata? ¿De mi lado o del de ellos?

-Del tuyo, claro, pero digo, no todo puede ser tan fácil, te pueden meter más cargos por corrupción o soborno a la autoridad

-Si estamos juntos lo será ¿acaso ya lo olvidaste? Juntos éramos invencibles

-Yo era quien cuidaba tus espaldas, era yo contra el mundo

-Y por eso no te he delatado

-Vaya, que detalle -dije molesta -tengo que irme antes de que sospechen, seguro me están buscando y no quiero que nos vean juntos

-Está bien, pero cuando salga de aquí voy a ir por ti y voy a ajustar cuentas con ese policía

-No, cualquier cosa que quieras hacer con él tienes que decírmelo primero a mí

-¿Qué? ¿En qué momento pasaste de ser la esclava a la que da órdenes?

-En el momento en que me hiciste tu infiltrada

-Después hablamos de esto Renata -amenazó.

Me alejé de él, los guardias se llevaron a Esteban a su celda, supongo; yo fui en busca de Raúl, fingí haberme perdido y él me creyó.

ESTOCOLMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora