Capítulo 106 (Ella)

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Vi a Raúl, sentí un gran alivio, aunque la ansiedad volvió a mí cuando vi que los hombres de Esteban lo tenían rodeado y apuntándole con un arma. Grité cuando escuché lo amenazaban. Él me miró.

Decidí bajar a defenderlo. Cuando estuve en la sala busqué algo, necesitaba un arma, ya no tenía miedo, si se tenía que armar una guerra de balas entre ellos y nosotros, iba a pasar, yo no iba a detenerlo, y menos huir sin el policía. Tenía que mantenerlo con vida, a toda costa.

Cuando encontré el arma de Esteban, que tenía guardada dentro de su estudio salí corriendo al patio. Me abalancé sobre el policía.

—Te amo, te necesito a mi lado, si tú te vas, yo me voy contigo —dije llorando. Él solo me dio un beso en la mejilla y me abrazó con la misma fuerza que yo.

A pesar de que los hombres de Esteban hicieron un montón de intentos para separarme de Raúl no lo lograron, así que tuvieron que llamar a su patrón.

—¡Renata! —gritó Esteban —¿Qué haces con este hombre?

—Tus hombres lo quieren matar

—¿Y eso en qué te afecta?

—Esteban por favor —me separé de él y sus hombres intentaron alejarme. Cargué el arma y evité que se nos acercaran.

—Lo que dice mi hermano es verdad ¿no es así? Tú lo amas —no respondí —quiero que lo maten ya —dio la orden a sus hombres. Uno de ellos logró acercarse, lo levantó y otro de ellos le apuntó, cargó el arma y antes de que pudiesen hacer otra cosa me coloqué la pistola que traía entre las manos cerca de la sien.

—Si a él lo matan, yo también me muero —dije con lágrimas en los ojos.

—Renata no hagas una locura —dijo el policía —lo miré —confía en mí —dije en un susurro.

—Baja el arma —dijo Esteban en voz firme.

—No me vas a dar más órdenes, dile a tus hombres que dejen a Raúl en paz

Él hizo lo que le pedí, intentó acercarse a mí, pero yo seguía aferrada a la idea de que él no volvería a tocarme.

—Te dije que no me toques —lo apunté a él. Sus hombres me apuntaron a mí.

—Piensa bien lo que haces

—Si tus hombres me matan mejor, lo que yo quiero es estar muerta —dije con rabia.

—Vamos a calmarnos —sus hombres dejaron de apuntarme.

Volví al lado de Raúl, no lo solté ni un momento. Esteban hizo que nos llevaran a una habitación. Allí nos encerró juntos, aunque sabía que pronto nos separarían.

—¿Qué está pasando? ¿Qué relación tienes con ese hombre? ¿Desde cuándo lo conoces? ¿En dónde lo conociste? —preguntó con rapidez.

—Por eso no quería contarte mi pasado —le dije llorando.

—¿Qué van a hacernos?

—No sé —me levanté de su lado y me acerqué a la puerta. Logré escuchar un poco de lo que hablaban los hermanos.

—Te dije que la hicieras sufrir o mátala

—No puedo, yo la amo

—Pero ella a ti ya no, se nota a distancia que ella está enamorada del policía ese

—Necesito pensar en algo

—¿Quieres que lo mate?

—No, si haces eso ella es capaz de quitarse la vida —suspiró —no puedo perderla, otra vez no, por ahora no

Me aparté de la puerta y volví al lado del policía, él pasó uno de sus brazos por mi hombro y recargó su cabeza sobre la mía.

—Te amo —me dio un beso en la frente.

—Yo también —coloqué mis manos sobre mi vientre —te prometo que vamos a salir de esto

Me alejé de él y me senté sobre el piso. No sabía cómo habíamos llegado hasta este punto, y pensar que al inicio lo trataba mal, quería volver con Esteban y ahora, lo único que quería era huir de él.

—¿Estás bien? —negué —¿te sientes mal? ¿Te duele algo? —asentí mientras lloraba. No podía salir ni una palabra de mi boca.

—¿Por qué no le pides a Esteban Cárdenas que te lleve al hospital? Nuestro bebé —lo interrumpí.

—No lo digas en voz alta, él no sabe nada, si se entera no sé de qué sería capaz

—Está bien, pero dile, puede hacerles daño todo esto que está pasando

—Raúl, hay dolores para los que un analgésico no sirve, para los que no hay doctor, así mismo, hay heridas que uno no puede localizar en su cuerpo, pero sabe que están ahí, en algún lugar, sangrando de forma invisible y recortando el impulso vital, a veces lo que duele es el alma —me quebré en llanto. Él volvió a acercarse y me abrazó de vuelta.

—Yo te voy a cuidar —acarició mi mejilla.

—¿Me lo prometes? —lo miré con inocencia.

—Si, te lo prometo

—Te voy a ayudar a salir de aquí, pero con pruebas contundentes

Me quedé mirándolo y le dí un beso.

—Vamos a estar bien —cerré los ojos y me quedé dormida entre sus brazos.

Al día siguiente desperté cuando en el rostro golpeaban los rayos del sol. Estaba al lado de Raúl, pero sabía que todo lo que habíamos vivido no había sido un sueño.

—Sigues aquí —miré esos ojos miel y esa sonrisa que sabía estaba rota.

—Si, aún sigo aquí, a tu lado

—Tienes que hacerle creer que lo amas, no quiero que te haga daño

—Pero —me interrumpió.

—No me importa lo que tengas que hacer, haz lo que seas necesario, pero no me digas que —parecía que eso le dolía bastante, como a mí.

—No voy a poder

—Por favor, no quiero que te haga sufrir

—Raúl, ya veré qué hacer, pero no me pidas eso

Nos quedamos ahí un par de momentos más, llegó Esteban y nos sacaron de ahí, a Raúl logré ver lo llevaron a una habitación del fondo y a mi me llevó Esteban a la cocina para que comiera algo.

ESTOCOLMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora