Capítulo | 8

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En un desayuno familiar junto a dos padres y una hermana, muy habladores por cierto —notece el sarcasmo —, un mensaje en un lunes por la mañana, cosa que me extraña, se hace notar en el grato ambiente familiar.

El sonido de mi móvil hace sacar de su ensimismamiento a Zoe. Intento ignorar aquél sonido y me regaño mentalmente en no haberlo puesto en vibrador. Suena un par de veces más. Quiero pensar que es un mensaje de Loyd o de la mismísima Zoe pero de la manera en como me observa descarto esa posibilidad.

Le lanzó una mirada de pocos amigos.

Si hay algo que detesto de mi hermana es que quiere saberlo todo.

Hasta el momento —luego de haberme preguntando un millón de veces a cerca de no lo sé —, se ha puesto muy serena, no sé si es por el hecho de la mentira que le he inventado o es la otra parte surgente de mi inseguridad, que aún sigue presionándome de estar alerta para una posible conspiración. No sé que es, pero soy una persona que  desconfía en ciertos aspectos, asi que tal vez deba esperar un ataque por parte suya.

—Gracias por el desayuno —digo al mismo tiempo que me pongo de pie.

—Que tengas un lindo día.—dice mi madre luego de terminar de comer su waffle. Le sonrió y cuando estaba por tomar mi bolso mi padre hablá.

—Te acompaño hasta recepción, cariño —asentí sin saber que decír. Doy la vuelta dispuesta a irme, mi padre sigue mis pasos. Escucho que se despide de mi madre y de Zoe. Al salir cierra la puerta, juntos caminamos hasta el elevador, éste no tarda en llegar y ambos subimos en silencio.

Cuando la música de fondo se hace presente dentro del ascensor, veo a mi padre sumido en sus pensamientos, aprovecho de ojear mi móvil y los mensajes aparecen y como lo predecía; el desconocido se hace notar. He estado ignorando la mayoría de sus mensajes. Le contesté uno hace un día, me disculpé con la excusa de que tengo mucha tarea y estoy ocupada por ello.

Comencé a leer los mensajes que había dejado.

Últimamente has estado un poco callada.

Callada no sería la palabra, más bien no has leído mis mensajes. Estoy siendo senzato en decir que los has estado ignorando.

¿Aún desconfías?

Leo mensajes similares. Pero le respondo sin rodeos.


Claro que desconfío. ¿Tú no?


Guardo el móvil para cuando llegamos al primer piso. Antes de que separemos caminos en la puerta principal, mi padre parece estar pensando en algo. Me observa como si se le hubiese ocurrido una idea.

—Necesito que pases a la oficina después de clases —ordena y mira su reloj.

—Esta bien —me limitó a decir.

A veces no tengo tantas cosas que hacer y se podría decir que me gusta salir de la rutina aunque sea para ir al trabajo de mi padre.

Finalmente me despido de él y camino rumbo hacia el paradero del autobús. Este demora unos minutos en llegar y me situó en un puesto de al fondo mirando hacia la ventana. Olvidé los auriculares sobre el escritorio así que no tengo otra alternativa que escuchar las risas enfermizas de un grupo de chicos que estaban sentados del otro lado del autobús.

Ya estando en mi aula correspondiente de lunes por la mañana. La señorita Walter lleva puestas sus gafas negras. Observa algunos papeles sobre un desornerdado escritorio. Me dirijo hacia mi asiento de costumbre, arrastró la silla hacia atrás y me siento. Miro a mi alrededor en busca de... ¿Que? Como si hablara con mucha gente. A veces suelo ignorar a mi alrededor, pero esta vez, siento la necesidad de buscar algo en específico, un rostro.

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