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Capítulo | 20

Como todo día lunes, veo las mismas caras con cierto odio porque este día haya llegado. Para algunos peor que otros, para mi peor. Todo se repetía, tal vez tenga que leer frente a todos algún párrafo de algún autor literario. Lo único que sabía era eso, tenía previsto todo lo que pasaría esta mañana.

Bajo del autobús, entro a la escuela. Como si no existiera ante los ojos de alguien; nadie me saluda, tampoco lo hago. Esquivo algunos cuerpos hasta llegar a mi casillero. Mis audífonos con música reproduciendo, amortiguan el sonido del exterior, las risas, los gritos, los balbuceos o la típica pregunta de amigos que no se han visto en dos días: ¿Qué hiciste el fin de semana?

Por un momento tuve la sensación de que alguien golpearia la puerta de mi casillero.

A eso se le llama costumbre.

Hasta se me olvidó como era su nombre ¿Como era? Ah si, Loyd Hallen.

Sintiendo aquella necesidad de ver por el pasillo, solo para saber, si ha asistido, lo hago. Un impulso involuntario me obliga a poner los ojos en las personas que pasan de aquí y allá. Olvidaba que es muy impuntual, sobre todo si es un lunes por la mañana ya que he de suponer que la noche anterior jugó video juegos hasta la madrugada.

Aún observando el pasillo por si lo veía. El sonido de mi móvil me desvía de lo que hacía. Era un mensaje. Lo reviso, este pertenecía al desconocido.

¿Que tal tú fin de semana?
Por cierto se te ha caído un libro.

Agrando mis ojos de la impresión por lo último que ha escrito. Mis ojos se dirigen hacia el suelo en donde estaba, efectivamente, el libro. Lo recojo y le respondo el mensaje.

Deja de espiarme.
Das miedo.

No espero alguna respuesta. Me dedico a guardar algunos libros y cierro el casillero. Con la mirada puesta en el suelo, camino hacia el salón de literatura.

La clase había comenzado. Sentada en mi puesto habitual, sin ánimo alguno observaba un punto fijo del salón, esperando a que mi nombre saliera entre los labios de mi profesora, mientras la ya nombrada estaba explicando —con mucho entusiasmo —, la estrofa que había leído uno de mis compañeros de clase. En cuanto sus ojos reposan en mi, mantengo mi postura relajada. Ni siquiera me sorprendo en el tiempo en que me llama.

—Señorita Murphy tendría la amabilidad de continuar con las lectura.

No, no la tengo.

Contrariamente a mis pensamientos, me levanto de mi puesto agarrando el texto, soportando nuevamente las miradas posadas en mi. Odio ser el centro de atención y esta clase conspira en mi contra, Walter conspira en mi contra.

Respiro hondo antes de comenzar la lectura.

Mientras más rápido mejor.

—."Si pudiera enseñarte razones, más valdría, en caso de no amarme por lo menos decírmelo, igual que al mal enfermo que le ronda la muerte,
recibe de su médico noticias agrad... " —me detengo de inmediato al ver que alguien más, aparte de la clase, observaba espectante.

Ante su mirada tan frívola me quedo estática, ¿Las demás personas lo notarán? Él por su parte, se queda unos segundos viéndome antes de girar su cabeza en dirección hacía la señorita Walter, su acto fue más bien, lo que algunos llaman; desprecio.