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Capítulo | 23

La maestra, perdón, la señorita Walter ha faltado a clases. Si señores, la profesora que se dedica al cien por ciento a sus alumnos a faltado y creo que no es la única, el profesor Marlow también. Sospechoso ¿no lo creen? Pues según por ahí —fuentes no tan confiables— escuché que fueron a una asamblea de profesores o algo así, junto a la directora a fueras de la ciudad. Pero a la directora la vi hace una hora atrás informándonos sobre la ausencia de Walter.

Todo muy raro.

También está, que el día en que fui a aquella fiesta. Mi madre me ha dicho que, nada más ni nada menos, Loyd Hallen ha ido a mi casa. Eso fue más extraño.

Me pregunto el por qué de su inesperada visita.

Y hablando de extraño, aquella persona aún desconocida, me ha mandado una pregunta bastante peculiar. La cuál no he respondido por estar bastante sumida en mis pensamientos, más sin embargo, esta misma ha provocado que toda mi atención se centre en el aparato electrónico sobre mi mano.

En un estado de leve estupefacción por lo dicho, me dedico a releer una vez más su recado.

»¿Envidias algo en este preciso momento?

¿A que viene esto? ¿A caso lo pregunta con alguna intención? Pues, deja con evidencia que así mismo es y que obviamente pretendo responder, siendo una vez más dominada por sus mensajes.

No, ¿tú sí?«

Mi respuesta es leída en unos cuantos minutos de ser enviada. Observé a mi alrededor por si había alguien sospechoso cerca, pero se me olvidaba que estaba en la biblioteca en donde no había prácticamente nadie, al menos a estás horas.

Centro nuevamente mi vista hasta la pantalla de mi móvil con una nueva respuesta.

»Adivina.

Presentía que algo así iba a responder, cosa que ni siquiera me sorprende o provoca alguna reacción por mi parte.

Tecleo mi respuesta y oprimo en enviar.

¿No? o si fuese un si ¿que sería?«

Mi respuesta no tarda en ser leída. Aquel mensaje captó de inmediato mi atención, tanto así que me congeló al leer la última frase.

De el libro que reposa en la mesa, aquel que logra captar tanto tú atención que siempre terminas leyéndolo cada vez que vas a la biblioteca.

Trago saliva duramente. Me quedo tan quieta que apenas miro al libro que, efectivamente reposaba en la mesa. Como anteriormente ya miré a mi alrededor y comprobé que no había nadie. Entonces ¿cómo demonios sabe que estoy aquí?

No había nadie.

Mi móvil vibra en mi mano, posó mis ojos en la pantalla viendo un nuevo mensaje.

»Tú atención por aquel libro es envidiable, me gustaría tener aquella atención.

Miro a mis lados y luego la centro en la pantalla iluminada para responder el mensaje.

Ya te dije que dejes de espiarme, das miedo. Si quieres atención acércate y abandona el anonimato, tonto.«