Capítulo | 18

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—¿Esto? —le muestro mi opción de regalo. No sabía muy bien que podría gustarle a aquella niña quién me ha invitado a su cumpleaños. Él niega con la cabeza por décima vez en los últimos minutos. Pongo los ojos en blanco y dejo la muñeca Barbie en su lugar, pasando a un lado de él.

De nada me ha servido pedirle su ayuda.

Contemplo las repisas con distintos juguetes, debatiendo en que escoger. Llevo alrededor de una hora aquí en el mismo pasillo, viendo cada juguete y ninguno me convencía, bueno ninguno convencía a JungKook.

Ahora es cuando pienso en que no debí haberle dicho a este individuo que le daba una hora, porque llevamos más que eso.

Siento su mirada sobre mi, parece curioso y me pregunto que es lo que piensa.

—¿Esto? —repito nuevamente y le muestro un set de cocina para niñas. Él vuelve a negar —¿Entonces que? Creo que es el juguete número cincuenta que te muestro. De ser así no hubiera pedido tu ayuda.

—Para empezar a mi prima no le gustan mucho los juguetes, tiene un montón de ellos y darle algo que ya tiene, sería un poco aburrido para ella —dejo el juguete en la repisa y lo miro mal.

—¿Y me lo dices ahora? —sonríe con mofa.

—Lo siento, te veías muy animada.

—Eres un idiota —musito observandolo —No sé porque pedí tú ayuda, ya bastante tenía con haberte pagado el café, ni siquiera me has devuelto mi banda —hago el ademán de irme, él me pilla al instante y se pone frente a mi —Quítate.

—Dame tú mano —Exige con una pizca divertida. No obedezco a su demanda, sin embargo él agarra mi mano. Siento la calidez de ella sobre la mía, cosa que apenas pude prever, colocandome tensa con tan simple tacto.

—¿Que haces? —pregunto con firmeza. Intento apartar mi mano pero el ejerce fuerza. Trago saliva, observando sus movimientos. Saca mi banda de su bolsillo y lo pone en mi muñeca.

—Aquel día en la fiesta, luego de que me lanzaras el vaso que gracias al cielo tenía agua, al momento de irte se te cayo de la muñeca, se corto. Lo arreglé. Así que... —me observa fijo aún sosteniendo mi mano —De nada.—Entre abro la boca, pero no emití ninguna palabra ya que me guió hasta el pasillo de los osos de felpa. Solo llegando ahí soltó mi mano.

Recordarme lo que sucedió aquella vez, me cayó como un balde de agua fría. Una culpabilidad nacía en mi interior, no quería pedirle disculpas, pero mi comportamiento en ese instante fue muy desconcertante para mi, no solía ser así, él no se quedó atrás, le gustó provocarme.

—Entonces, lo lament...— me frena al instante. Sabía a lo que iba.

—Ni se te ocurra.—Reí por su tono tan apresurado al detenerme.

—Bien, como quieras. —me encojo de hombros. Me acerco a los estantes y observó los osos de felpa de distintos tamaños y colores. —Entonces, ¿osos de felpa? —lo miro, él asiente cruzandose de brazos, no me mira, su vista recorre las repisas. —Que tipo de ositos de peluche le gustan a tú prima.

—Conejitos, pandas y unicornios —Asentí a pesar de que no me observaba.

—¿Que tal, Koalas? —le preguntó apuntando a uno celeste que se encontraba frente a nosotros.

—Si quieres impresionarla no te va resultar con el Koala.—suspiro pesadamente.

—El Koala es lindo.—murmuro más para mi misma, recorriendo con la mirada las repisas. Mis ojos se detienen en la altura de la repisa y se quedan fijos en un oso de peluche perfecto. Era perfecto. —¿Que te parece el conejo rosa de allá?

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