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Sobre aquel firmamento resplandecían las infinitas estrellas; cayeron ocultas por la bienvenida de la niebla espesa, esta intentó ayudarlas, pero lo complicó aún más.

Los arboles asustados, dejaron caer a la deriva sus hojas. Cubriendo toda la vegetación. Sirviendo como manta para ese jovencito.

«Lamento lo que te hice, era la única forma de salvar tu vida. Es tiempo de despertar, Taemin.
Uno, dos, tres».


El muchacho abrió los ojos, despertando entre una gran capa de hojas que lo cubrían.

—Ah duele... me duele la cabeza — Quejándose por las punzadas que provocaba el mismo.

Desconocía el área en donde se encontraba. Tampoco vio alguna edificación o construcción.

—... ¿MinHo? ¿Jimin? —Intentó llamarlos con su desesperante voz. Se puso de pie.

Rodeado de mucha vegetación frondosa, de caminos sin rumbo alguno e insectos desconocidos, que apenas podía ver por la hora nocturna. Un lugar llamado bosque.

Dio unos pequeños y atemorizantes pasos. Gritó más fuerte que antes; su esperanza le advertía que no estaba solo.

No iba a conseguir mucho si se limitaba a dar esos insignificantes pasos; de por sí, ya no era seguro quedarse sentado a esperar que mágicamente lo rescataran. Entonces, con sumo cuidado y atento a los sonidos de la noche, caminó más allá de donde despertó. Le pareció ver un árbol entre muchos otros que embellecía su intranquilidad. Tomó reposo en él.

El calor para abrigarse lo obtuvo de su ropa y, la comida, alcazaba dentro de su mochila para sobrevivir unos días. Lástima que no era experto en hacer fogatas o cosas similares.

«¿Será mi fin?» pensó.

Descansó esa larga noche.
Para cuando despertó no había visto un mañana pues, el sueño resultó tan satisfactorio que había desperdiciado otra salida de sol.

Buscó en la mochila un objeto que le sea de utilidad porque no tardaría en oscurecerse. Tenía libros, una botella de agua y galletas. Necesitaba las llaves, por mucho que revisaba no encontraba. Chequeó los bolsillos, sí ahí las halló, una pequeña linterna de mano que adornaba entre las llaves.

Con el artefacto a su disposición y cargando la mochila a sus espaldas, deambuló por un largo tiempo entre la oscuridad del bosque.

Los demás árboles tenían una altura superior a los que solía conocer. Alcanzaban los treinta metros exceptuando los de cincuenta; su estructura era robusta y las hojas grandes. El clima variaba a lo largo del día, tanto que o se quitaba la chaqueta cuando se elevaba la humedad o se la ponía por la venida de los ventarrones.

«Tarde o temprano terminaré enfermando»

Poco podía ver con esa luz pequeñita y, para identificar algún tipo de cartel o señal no fue la mejor opción. Lo que sí no tenía dudas era del canto ensordecedor de las cigarras, los zumbidos de las moscas y mosquitos; y que a cada rato trepaban entre sus mangas un par de arañas o peor, los escarabajos. Qué mala suerte no haber traído repelente.

Fatigado y ansiando calmar la sed, fue por su botella. Parece ver una sombra moverse frente a él. La linterna comenzaba a fallar mientras avanzaba. Se apagó, pero eso no lo acobardó.

¿Hola? — inquirió para luego asomar la cabeza detrás del árbol.

Halló a una joven sentada que ocultaba su rostro entre sus rodillas. El rubio se estremeció y pegó un grito. Tanto él como ella cayeron asustados.

Límite « JongTae  »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora