Inocente

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Desde la ausencia de su pareja, hubo un cambio considerable en Lee Taemin.

Cuando despertó aquella mañana lo que sintió fue como si hubiese consumido alguna extraña bebida que no le dejara recordar lo hecho en días. No encontrar a JongHyun en ningún rincón de la casa simplemente lo alteró. Pero al mirar el resto de comida en el basurero le trajo a sí los acontecimientos ocurridos.

Comprendió por fin la consecuencia de haberlo llamado en aquel pozo.

Temía por lo que pudiese ocurrir si volvía a suceder, temía ser responsable de mayores atrocidades. ¿En qué momento logrará detenerlo?

Lentamente se acostumbró a la falta que este le hacía, a sus desayunos con sándwiches extra, a las clases que le daba si no entendía ciertos temas y sobre todo, a la conexión que hubo en un principio y, que posibilitó el amor entre los dos.

Uno de esos pacíficos días en donde preparaba los últimos trabajos del mes volvió a tener un mareo —lo cual lo puso alerta— seguido del sangrado en la nariz. Tuvo que sostenerse de un mueble para no caer.

Al no tener tanta interacción con el castaño en las clases ni tampoco durante los quince días viviendo con su mascota, lo bueno fue que su mente se comportó un poco más tranquila; sin embargo, leer en la red sobre la muerte de Kibum le trajo a flote esa voz masculina y, el deseo irremediable de cometer locuras contra el castaño. A pesar de ello, ese tiempo a solas lo fortaleció. Aprovechó también a regresar al trabajo que tanto había postergado, extrañaba además las andanzas con su mejor amigo.

Por el otro lado, JongHyun esperaba que su chico mejorara para bien. No cuestionó la distancia entre ambos, tan solo con verlo reír entre medio de sus clases y con la complicidad de sus compañeros, era suficiente alivio. Tampoco creía que era el momento de hablar si estaba en juego el bienestar del chico.

Consiguió techo en el departamento de Sodam junto a su madre; les dio una explicación bastante increíble para no confesar que vivió en lo de Taemin: Que un día las ratas habían tocado la puerta en su departamento. Si eso bastó para sorprenderla, conocer el Lamborghini le dejó sin palabras.

Habló de Taemin solo como un amigo que le incentivó a ganar tal premio. No es que le avergonzaba hablar de él, sino que, frente a sus cercanos era mejor evitar que los juzgaran como amantes.

Una mañana después de tanto secretismo en la universidad, se enteró —por medio de otros directivos— sobre la muerte trágica de Kim Kibum. Quería creer que Taemin no estaba metido en tal atrocidad, aunque, por momentos en su cabeza había una posibilidad de que fuese un sí.

¿Debía de continuar sospechando de las advertencias de sus sueños?

¡Jongie! —interrumpió su madre desde la habitación.

Madre, ¿quieres más abrazos? ¡Porque ya te he dado cientos! —expresó alegre mientras ingresaba al dormitorio. Se acomodó en una esquina de la cama—. Aunque no me molestaría, pide lo que tú quieras y yo te lo concedo. Ojo, la luna te la traeré cuando me encuentre con ella. Dicen que es bastante pesada y de queso quizás...

Un ambiente familiar era todo lo que necesitaba para despejarse de los problemas.

Siempre tan payaso, Jongie. Veras... vengo a devolverte esto, ¿te recuerda a algo?

La madre le extendió su mano para mostrarle un objeto perdido del muchacho. Luego agregó:

Te obsesionaste en elegir la más adecuada entre todas las que había. Pero cuando terminaste tu relación con esa jovencita, la odiaste hasta el fondo de tu corazón. Me pareció un error tirarla así que la conservé durante este largo tiempo.

Límite « JongTae  »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora