Capítulo 22

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La puerta de la entrada se abrió y dejó pasar una corriente de aire que heló su corazón: su marido había arribado. Al cerrarse, aunque cesó el frío viento, no pudo entrar en calor y los latidos de su corazón se intensificaron. Se puso de pie y dejó sobre la mesa la labor de aguja que no había adelantado por el nerviosismo: había llegado el momento. Los pasos firmes del señor de la casa se acercaron y lo vio con un semblante sombrío y exhausto, sus miradas se encontraron y él se aproximó para estrecharla entre sus brazos en busca de alivio. "Tal vez será mejor aplazar la conversación", pensó, "pero Lizzie me dijo que no dejara pasar más tiempo".
–¿Cómo estuvo tu día? –indagó ella cuando se separó sin soltarla. –Como los que no quiero que se repitan.
–¿Por qué? ¿El Sr. Ford enfermó otra vez?
–No... la Sra. Darcy...
–¿Lizzie? –inquirió angustiada–, ¿qué pasó?
–No lo sé, pero se abrió la herida interna y tuve que intervenirla otra vez... Ahora está fuera de peligro –la interrumpió sabiendo cuál era su siguiente pregunta.
–Pero... yo la visité y estaba muy bien... ¿Cómo está mi hermano?
–Ya te puedes imaginar, pero lo dejé más tranquilo, si es que eso es posible. Tardará otro tanto igual o más para recuperarse y... –se detuvo, pensando en que no quería ser indiscreto.
–¿Y?
–Tendremos que ser más estrictos para que todo salga bien –explicó sin mentir, pero sin ahondar en las consecuencias de la recaída–. Y tú, ¿cómo estás?
–... Bien –respondió con temor de enfrentar el tema que apremiaba–. Debes estar exhausto, vamos a la habitación para que te cambies y comamos con más tranquilidad.
La cena transcurrió en completo silencio, solo se escuchaba el ruido de los cubiertos que repicaban contra los platos de porcelana. Georgiana estaba preocupada por su hermana, pero se sintió culpable al percatarse de que sus pensamientos se desviaban a la conversación que habían sostenido y a su recomendación, sin darse cuenta de que su marido la observaba atento.
–Estás muy pensativa y esa mirada triste indica que no solo estás preocupada por la Sra. Darcy.
–Tienes razón... –murmuró bajando la vista y tomando su mano para frotarla con nerviosismo–, tenemos que hablar.
–Me encantan tus manos, no quiero que las lastimes. Sabes que puedes confiar en mí y decirme lo que te preocupa.
"Ese es el problema, no sé si pueda confiar en ti", pensó angustiada, pero sabía que no debía abordar el tema de esa manera.
–¿Acaso esto se debe a ciertas visitas de... tu primo? O... a cierto caballero que me sigue todo el tiempo – indagó Donohue con sosiego, percatándose de la zozobra de su mujer–. Bueno, en realidad han sido dos. –¿Lo sabías? –inquirió sorprendida.
–Sí –indicó cruzándose de brazos–, lo que desconozco es el motivo de las frecuentes visitas que recibes de Sir Bruce, aunque dada su trayectoria...
–¿Estás insinuando que yo...?
–¡No!, definitivamente no. Discúlpame que haya dado a entender una idea equivocada, yo sé que tú eres una mujer íntegra y que... tengo el favor de tu corazón –dijo tomando su mano y besándola–, aunque no meto las manos al fuego por las intenciones de ese hombre. Seré franco contigo, me preocupan esas visitas y la inseguridad que he vuelto a ver en tu persona. Como señora de esta casa puedes recibir a quien desees, lo sabes... –indicó tratando de controlar la ira que sentía siempre que los veía juntos, ya que sabía que podría herirla profundamente.
–Justo de eso quiero hablarte... –interrumpió con nerviosismo, sintiéndose culpable por haber confiado más
en su primo que en su marido, por haberse dejado manipular tan fácilmente–. Bruce... supo de mis sospechas hacia ti y... contrató a un investigador.
–Fueron dos.
–El otro lo contrató Darcy.
–¡Vaya!
–Cuando le dije que había sido una confusión argumentó que mis anteriores recelos eran totalmente válidos dada tu profesión y que... un hombre podía engañar a una mujer, hablarle de amor y hacerla sentir amada, sin involucrar los sentimientos.
–Para hombres como él es cosa de todos los días. Desde su tierna juventud se dedicó a divertirse y a disfrutar los placeres de la vida sin ninguna responsabilidad, a pesar de ser un par del reino. Abandonó todas sus obligaciones, a su familia, a ti después de la muerte de tus padres, y ahora reaparece como si nada hubiera sucedido, sintiéndose bienvenido en tu corazón con todo el derecho de arrebatarte la felicidad de las manos.
–Sé que es un vividor...
–Dejemos a un lado a Sir Bruce ya que estamos de acuerdo en la clase de canalla que puede llegar a ser – dijo con más coraje del que había pretendido, pensando en las intenciones de su acercamiento.
–También me dijo que un hombre puede caer en la tentación a pesar de que ame a su esposa.
–Yo no puedo concebir que un verdadero amor vaya de la mano con la infidelidad, aun cuando, por acuerdo mutuo, vivan en abstinencia por alguna razón de peso.
–¿Y si no hay acuerdo mutuo o una causa justificable?
–Sin duda nacerá el resentimiento que debilitará el amor con el tiempo, pero no por eso está condenado a caer en una traición, aunque al consorte se le pone en una situación muy difícil. Ahora quiero saber ¿cuál es la imagen que tienes de mí?
–Patrick... yo... –suspendió avergonzada por haber pensado mal.
–Georgie, necesito saberlo. Te puedo asegurar que me conoces mejor que a tu primo, aun cuando hayas convivido con él desde niña–, "podría asegurarte que no lo conoces en absoluto", pensó.
–Yo sé que... eres un hombre responsable, que se preocupa por el bienestar de los demás, generoso y atento, en ocasiones demasiado cortés con las damas aunque esa caballerosidad fue la que me cautivó al conocerte. Has sido un hijo que se ha ganado el orgullo de sus padres, un hermano cercano y preocupado por las necesidades de su familia, un amigo leal, un excelente médico cuidadoso de sus pacientes, un padre dedicado, divertido y cariñoso...
–¿Y como marido? –indagó enjugando su rostro con la mano.
–Como marido... he sido la mujer más feliz a tu lado y la más desdichada cuando la duda ha corroído mi corazón, máxime cuando yo, por mi recelo, me he reservado las cosas posponiendo un posible arreglo. Has sido generoso al darme cariño y llenarme de detalles, preocupado por mis necesidades y dispuesto a escuchar, a mejorar y a ofrecerme tu apoyo y tu consuelo. Aunque cuando te enojas puedes ser muy duro y... esa caballerosidad hacia las damas... especialmente cuando atiendes a tantas mujeres todos los días. –Dime, la descripción que acabas de hacer de tu marido, ¿coincide en algo al perfil que tu primo te ha dado de los hombres?
–No, lo único que genera mis dudas es lo último.
–¿Y qué podríamos hacer para que no te genere zozobra?
–Tal vez que contrates a una enfermera para que te acompañe mientras atiendes a tus pacientes.
–Me parece una buena sugerencia, aunque ¿no crees que con el tiempo, la continua convivencia con esa enfermera te puede generar suspicacia?
–Si es vieja, gorda y fea, no –dijo con una sonrisa, aun cuando las lágrimas cubrían su rostro.
–No siempre se consiguen así, aunque yo creo que es importante seguir fomentando la confianza en ti misma. Habíamos logrado extraordinarios avances hasta que... Georgie, eres libre de tomar esta decisión, pero no creo que tu primo sea buena influencia.
–Lizzie me dijo lo mismo.
–Entonces, ¿debo agradecer esta plática a la Sra. Darcy?
–Sí, otra vez, aunque apenas hoy hablé con ella... ¿Se pondrá bien?
–Sí, tu hermano se encargará de que cumpla con todos los cuidados.
–Patrick, perdóname –pidió con nuevas lágrimas en los ojos–, tú me agradecías la confianza que te guardaba
y yo...
–Vamos corazón –dijo tomándola de la mano para que se sentara sobre su regazo y la abrazó como si fuera su pequeña niña besando repetidas veces su frente–. Sabes que te amo y yo me casé sabiendo la razón de tu suspicacia.
–Yo también me casé contigo conociendo y habiendo experimentado tu natural amabilidad hacia las damas. –Sabíamos que no siempre iba a ser fácil, pero es mejor hablarlo pronto a dejar que la semilla de la duda germine y nos separe.
Georgiana suspiró, sintiendo el consuelo que necesitaba en los brazos de su marido.
En casa de los Darcy, casi al amanecer, cuando Stephany se despertó nuevamente con hambre, Darcy prendió una vela y se levantó para cargarla. Se sentó al lado de su esposa que parecía despertar, le acarició la mejilla con delicadeza al tiempo que la besaba en la sien y le habló dulcemente al oído. Lizzie, al escuchar su voz sonrió, pero esa sonrisa desapareció cuando los recuerdos del día anterior se hicieron presentes en su memoria. Darcy sabía que ya estaba despierta pero ella no se movió ni abrió los ojos, vio brillar una lágrima en su mejilla y la secó con sus besos, recorriendo con ellos el camino que había trazado hasta desaparecer. Stephany empezó a llorar con más intensidad y Lizzie ya no pudo seguir ignorándola. Abrió los ojos expresando una enorme tristeza, su marido le ayudó a incorporarse y colocó un cojín sobre su regazo para que no hiciera esfuerzo al cargar a su pequeña mientras la alimentaba.
–El Dr. Donohue me pidió extremar todos los cuidados para lograr que sanes por completo. Dijo que nada de discusiones –comentó Darcy mientras Lizzie se cubría, tras ofrecerle pecho a su pequeña–. Y sin provocar alguna, quiero asegurarte que mi fidelidad hacia ti ha permanecido intacta.
–¡Darcy, todo te inculpa! –exclamó sollozando.
–Sí, lo sé –respondió sintiéndose responsable por haber sido tan inocente y confiar en el "decoro" que esa mujer había manifestado anteriormente por unos minutos–. Aunque dime la verdad, ¿acaso percibiste algún aroma en mis ropas que pudieras atribuirle a esa mujer?, ¿mi arreglo se había visto afectado de alguna forma cuando te abrí la puerta?
–Todo sucedió tan rápido.
–Lizzie, ¿crees que sería tan ruin de permanecer frente a mi esposa, como lo estoy ahora, dispuesto a demostrarte mi cariño y a protegerte de cualquier daño, si hubiera mancillado mi amor por ti? ¿Me conoces tan poco como para ignorar en mis ojos la sinceridad de mis palabras? Sé que bajé la guardia al ver que esa mujer se estaba comportando con decoro y no le di importancia al permitir que el Sr. Coven se retirara para dirigirse a Lambton por un documento del Sr. Willis, faltaba terminar unas líneas para que ella leyera la carta y se retirara. La Sra. Churchill recogió el servicio de té minutos antes de que te presentaras, le puedes preguntar.
–¡Fue tan doloroso encontrarla en ese estado!
–Seguramente eso era lo que buscaba, que la vieras y pensaras lo peor de mí, algo que solo puede conseguir de esa manera porque sabe que yo no me acercaría a ella.
Lizzie suspiró profundamente reflexionado que se había precipitado por sus recelos y la astucia de esa mujer la había superado. Antes de bajar la escalera ya tenía en mente la posibilidad de un engaño que solo quería corroborar y cuando confirmó que la puerta estaba cerrada, sus pensamientos se aceleraron mientras le daba una oportunidad a esa mujer de presentarse como quisiera ante sus ojos.
–Y ¿qué vas a hacer ahora? Ya viste que sus intenciones no son decorosas y no se va a dar por vencida, suceda lo que suceda entre nosotros.
–Le insistiré al Sr. Robinson en que quiero disolver la sociedad, que encuentre la forma de hacerlo, mientras tanto ya le escribí a Bingley y a Boston para que ellos la atiendan. Por lo pronto yo estaré dedicado exclusivamente al cuidado de mi esposa y si pasada tu recuperación no se ha solucionado el problema con la sociedad, en ningún momento permitiré que la Sra. Willis se quede sola conmigo, echaré mano de alguna persona del servicio si es necesario para que sea mi carabina. ¡Suena ridículo!, se supone que las carabinas son para proteger a las doncellas inocentes de las intenciones deshonestas de los hombres, no al revés.
–Y ¿si no me recupero?
Darcy suspiró ante esa posibilidad, que había constituido su mayor preocupación y que había sido incrementada considerablemente la noche anterior.
–Te seguiré amando como hasta hoy –certificó acariciando su mejilla para enjugar sus lágrimas, y la besó delicadamente.

LOS DARCY: UN AMOR A PRUEBA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora