Capítulo 7*

1.8K 79 1
                                    

Lizzie despertó nuevamente sola en su habitación. Recordó que sus hijos sí habían enfermado y que por lo menos estarían fuera de casa una semana más y su marido... no sabía cuándo regresaría de Pemberley. Se pasó la mano por la cabeza, sintiendo su suave cabellera, tratando de sacar de su corazón ese sentimiento de soledad que la estaba desgarrando.

La luz del sol ya se filtraba por las cortinas, señal de que se había despertado tarde, aunque no tuvo un sueño tranquilo, eso solo lo lograba cuando tenía una mano grande a la cual asirse durante la noche.

Se levantó con enorme desgano, abrió las cortinas y miró a través de la ventana su fabuloso jardín. Sin duda extrañaba el jardín de Pemberley, al igual que su invernadero, pero sabía que no podía disfrutar en este momento de su casa de campo, aunque el jardín que contemplaba estaba muy bien cuidado. No obstante, la
nostalgia nos hace apreciar más las cosas a las que tenemos que renunciar.

Giró para dirigirse a su vestidor y se quedó suspendida contemplando la mesa redonda que tenía a unos pasos. En ella había un hermoso arreglo floral de rosas rojas, acompañado por una nota, con letra de su marido, corrió inmediatamente hasta la campanilla, rogando para que esa fuera una señal de que su marido ya había vuelto. La tocó y cuando se estaba cepillando alguien tocó a la puerta.

La Sra. Churchill entró y Lizzie preguntó inmediatamente, ansiosa de conocer la respuesta, sintiendo que el corazón se le salía del pecho:

-¿El Sr. Darcy ha regresado?

-No, señora. Pero ha enviado una carta que le dejé en la mesa, con órdenes de colocarla junto con esas flores.

Lizzie sintió que los ojos se le inundaban de lágrimas y bajó la mirada, pero la Sra. Churchill, sabiendo los sentimientos que su ama guardaba para su señor, le dijo acercándose para poner la mano sobre su hombro y ofrecerle consuelo:

-El Sr. Darcy siempre recuerda el cumpleaños de su amada esposa y le envía sus flores. Hoy no quiso que fuera la excepción.

-Gracias, Sra. Churchill -murmuró sin poder ocultar su voz afectada por la tristeza.

El ama de llaves se retiró y Lizzie se acercó lentamente a la mesa, acarició las flores y cogió la carta que las acompañaba.

"Mi amada Lizzie:
Ha llegado por fin el día más bonito de todo el año, aunque me apena enormemente estar tan lejos de ti, al igual que saber que nuestros hijos no están a tu lado para festejarte. Habría querido deslindarme de todas mis obligaciones para poder acompañarte, pero ha sido imposible. Te extraño a cada minuto, en cualquier lugar en donde me encuentre, todo me recuerda a ti y el dolor de tu ausencia se incrementa con el paso de los días. Sueño con el momento en que vuelva a estrecharte entre mis brazos y escuchar tu risa, sentir la suavidad de tu piel y de tu cariño, porque eres lo más importante para mí, eres la razón de mi existir.
En este día tan especial rezo al cielo para que Dios te llene de sus bendiciones, te anegue de alegría y te conserve con salud muchos años más, a mi lado, del que nunca quiero que te alejes.
Siempre tuyo, Darcy".

Lizzie, conmovida, sintió derramar abundantes lágrimas para dejar escapar el dolor que le oprimía el pecho. Después de un largo rato en el cual aprovechó para contestar cariñosamente la carta recibida, aun cuando las huellas de su llanto eran visibles, salió de su habitación para dirigirse al comedor. En el camino la interceptó el Sr. Churchill para anunciar que el Dr. Donohue la esperaba en el salón principal.
En cuanto la señora de la casa hizo su aparición, un tanto avergonzada por su aspecto, Donohue se puso de pie y se inclinó, luego la observó y preguntó preocupado:

LOS DARCY: UN AMOR A PRUEBA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora