Capítulo 23

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Lizzie tomó la carta que había dejado encima de su buró hacía unos días, su madre le había escrito y no había tenido ocasión de leerla. Todavía sentía dolor en el vientre, el Dr. Donohue les había dicho que persistiría hasta que la herida hubiera sanado. La Sra. Reynolds se acercó a ella con un vaso lleno de agua para que lo tomara junto con el suero que le había indicado el médico para fortalecerla, a pesar del sangrado que aún presentaba, gracias a él no había tenido infección. Ella lo bebió mientras escuchó lo que la Sra. Reynolds le decía.
–El Sr. Darcy me dijo que en caso de que despertara antes de su llegada, le informara que había ido a cabalgar aquí cerca.
Lizzie sonrió, pensando en la razón por la que él había salido ya que no se había separado de ella desde que le habían suturado, cumpliendo los cuidados especiales de la lista que hizo cuando Frederic falleció. Seguramente había ido a buscar flores para halagarla en su aniversario de bodas como todos los años. "Querida Lizzie –leyó–: He deseado felicitarte por el nacimiento de Stephany desde hacía días pero he estado en cama desde que regresamos de Escocia. Jane confirmó mis sospechas y me informó que Mary se ha refugiado en tu casa: ¡ha provocado un escándalo por su comportamiento como nunca me imaginé que fuera a suceder! El Sr. Morris no deja de criticar su decisión y no se diga Lady Lucas, que le faltó poco para terminar con una hija solterona –Charlotte–, como tal vez yo sí termine. Ay, ¡qué desgracias para nuestra familia!
Jane también me comentó que tuviste un parto difícil, solo las que hemos pasado por lo mismo podemos comprender ese dolor. ¡Cuídate hija!, que la naturaleza no tiene compasión y te pasa factura tarde o temprano. Tengo muchos deseos de conocer a mi nieta, ojalá pronto nos inviten, aunque entenderás si dejo de dirigirle la palabra a tu hermana. Sinceramente, tu madre".
–Veo que ya te sientes un poco mejor –dijo Darcy sorprendiendo a su esposa y robándole una sonrisa al ver el precioso ramo de flores que traía en la mano–. Por lo menos con ánimos de leer la carta de la Sra. Bennet. Él se acercó y la besó, colocó las flores en un florero que la Sra. Reynolds le proporcionó y las dejó sobre la mesa para que perfumaran la habitación.
–Espero no haberme dilatado mucho, pero el invierno ya se hizo presente y no fue fácil encontrar flores bonitas –explicó mientras tomaba asiento junto a su mujer y la Sra. Reynolds se retiraba–. La segunda sucursal de la florería "Lizzie" tendrá que ser en Londres.
–¿Para tu beneficio? –ironizó mientras se cerraba la puerta–. ¡Feliz aniversario! –exclamó Lizzie con júbilo, rodeándolo del cuello cariñosamente, luego lo besó–. Me temo que esto es lo único que te puedo dar de aniversario.
Darcy guardó silencio, pensativo.
–Eso y tu sonrisa... y tu recuperación, es lo único que necesito. Me has dado mucho en estos años y te lo agradezco de corazón.
–Ya pronto estaré bien y podremos festejar como te gusta. Tal vez sea estimulante desaparecer para el mundo unos días.
–Por lo pronto necesitamos que te den de alta.
–Faltan tres semanas para cumplir mi convalecencia, podemos ir planeando. Había pensado encargar a los niños con tu hermana y apoyarnos en la Sra. Reynolds para que cuide de Stephany en la casa para continuar la lactancia.
–Lizzie, tal vez tu restablecimiento tendrá que prolongarse, no lo sabemos.
–Pero, entonces... cuando lo permita el médico, ¿lo haremos?
–Sí mi niña, ya sabes que lo único que me detiene es tu salud –aclaró sonriendo y la besó devotamente, antes de que su otra niña los interrumpiera.
Georgiana los fue a visitar para darles los parabienes de su aniversario, el único año que recordara que los hubiera felicitado personalmente. Darcy se sorprendió al verla entrar en su alcoba, tras haber sido anunciada por la Sra. Churchill, él se puso de pie y la abrazó con cariño.
–Antes de venir le pregunté a Patrick si era prudente mi visita –indicó Georgiana mientras Lizzie, recostada
en la cama, se sonrojó por la alusión–, pero veo que están rodeados de sus hijos, pensé que Mary se encargaría hoy de ellos.
–Mary salió a la ciudad, irá a la biblioteca. Le he recomendado que vaya retomando su vida poco a poco y creo que por fin me ha hecho caso –explicó Lizzie.
–Entonces tal vez quieran que les ayude a entretener a los niños para que tengan unos momentos de paz. –Eso será después –dijo Darcy acercándole una silla para que se sentara–. Por lo pronto, ven y dinos cómo han estado.
Darcy se sentó y tomó la mano libre de su esposa, quien, con la otra sostenía a su pequeña que se había quedado dormida después de haber sido alimentada. Christopher y Matthew jugaban con sus juguetes en el piso y Georgiana pasó su mano por la cabeza de cada uno para saludarlos.
–Nosotros muy bien, y veo que Stephany ha crecido desde la última vez que vine, pero Patrick me dijo que habías tenido una recaída. Quise venir antes pero me sugirió esperar un poco para que mejoraras.
–Sí, me mandó tus saludos –respondió Lizzie–. Ya me siento mejor, gracias. Darcy, ¿te puedes llevar a Stephany por favor?
Darcy se puso de pie, pero su hermana preguntó con cierta impaciencia:
–¿Puedo cargarla?
Darcy sonrió y la colocó en sus brazos, viendo orgulloso que su hija estaba más bonita cada día, si acaso eso era posible, además de ser muy bien portada, hasta el momento.
Georgiana acarició dulcemente su mejilla y le pareció que sonreía, dándole una alegría que solo había experimentado con su hija en brazos. La pequeña abrió lentamente los ojos y la sonrisa de la tía se intensificó.
–Es impresionante, la mirada de Stephany es como la de Lizzie.
–Alguna vez el Sr. Darcy dijo que eso era muy difícil, aun en nuestra descendencia –recordó la madre.
–Solo con un milagro, que veo que se ha cumplido maravillosamente –declaró el padre observando la hermosa sonrisa de su mujer.
–¿Qué habrá sido de la Srita. Bingley? –preguntó Georgiana–, hace mucho que no la veo.
–Según me comentó Bingley la última vez, está siendo cortejada por algún barón, aunque no puse atención cuando mencionó el nombre, solo que ya está entrado en años.
–Yo nunca le he deseado mal a nadie, pero creo que es lo que ha logrado después de cosechar lo que sembró por años –indicó Lizzie.
–Y ¿qué haremos para Navidad? –inquirió Georgiana.
–¿Para Navidad? –indagó Darcy, sin caer en la cuenta de que la fecha estaba cercana–. Primero quiero que Lizzie esté recuperada, luego pensaremos en el festejo.
–Y no olvides que le pediremos a tu hermana que nos ayude con los niños unos días –señaló Lizzie.
–Sí, también.
–Será un placer –respondió Georgiana con alegría–. Luego, ustedes podrán ocuparse de Rose unos días. –Me alegro de que las cosas con tu marido estén mejor –espetó Lizzie–. Darcy, ¿nos permites unos momentos?
–¿Cómo? –indagó sorprendido.
–Quisiera platicar un momento a solas con tu hermana.
–¡Vaya! Nunca pensé que pudiera ser corrido de mi propia habitación –refunfuñó en broma dándole un beso en la mejilla, y se retiró.
–Ahora cuéntame los detalles, ¿hablaste con tu marido?
–Sí, esa noche después de enterarme de tu recaída, ¿qué te pasó? –indagó Georgiana.
–Fue un descuido de mi parte, pero vayamos a tu asunto.
–Patrick ya sabía que lo estaban investigando y estaba enterado de las visitas de Bruce. Debo admitir que eso me dio confianza al saber que hablando con él no estropearía la investigación, le expliqué lo que Bruce me había dicho y me sugirió que ya no lo recibiera.
–¿Ha seguido buscándote?
–Sí, pero no lo he recibido. No sé qué le diré cuando estemos frente a frente, no lo puedo evitar toda la vida. –Simplemente pórtate con naturalidad y si llega a sacar el tema puedes pedirle que ya no interfiera en ese asunto, aunque si procuras verlo en compañía de alguien no tendrás que preocuparte por darle ninguna explicación.
–Patrick ha contratado a una enfermera que lo acompaña durante las consultas con la descripción que le solicité, pero sé que la solución a mis recelos está en mí. El pasado me ha enseñado a no confiar solamente en lo que yo creo de las personas, me dejé engañar por Wickham con enorme facilidad porque nunca me imaginé que tuviera intenciones negativas y creí en sus palabras de amor, por esa experiencia dudé enormemente para no salir lastimada cuando Patrick me confesó su amor aun cuando era algo que deseaba desde hacía mucho, ahora desconfié de mi marido cuando no debí tener recelos hacia él por influencia de nadie. Sé que Bruce lo hizo para protegerme, no puede ser de otra manera, es parte de mi familia y me ha protegido siempre. He confiado en el que no debí de haber confiado y he dejado de confiar en los que son dignos de confianza, soy demasiado inocente y pienso que los demás se dan cuenta de lo que yo no soy capaz de ver.
–Para la siguiente vez que tengas dudas de en quién confiar, puedes venir conmigo y con todo gusto lo platicamos.
–Gracias Lizzie, pero sé que tengo que aprender a discernir por mí misma.
–Y lo harás, con el tiempo podrás conocer mejor a las personas y ya no necesitarás recurrir a otros para corroborar tu punto de vista, pero por lo pronto no pasa nada por confiar en la persona adecuada. Siempre hay que confiar en alguien. Recuerda que eres una mujer inteligente y la seguridad en ti misma vendrá cuando te des cuenta de todo lo que vales y que eres capaz de crecer como persona. Por eso creo que es muy importante que la mujer continúe estudiando o realizando alguna actividad que le guste, además de dedicarse a su casa y a su familia. Cuando me haya recuperado podremos retomar el diseño de los arreglos y verás que, con el tiempo, te sentirás satisfecha contigo misma.
–Suena como un sueño hermoso –suspiró.
–Atrévete a soñar todos los días y a desear una vida feliz con tu marido y con tu hija. Imágínate cómo sería esa Georgiana segura de sí misma, a quien el Dr. Donohue admire y de quien esté perdidamente enamorado y orgulloso.
–Suena mejor todavía –indicó con una sonrisa–, pero ¿cómo lograrlo?
–El cómo déjaselo a Dios y confía en que te ayudará, porque Él también quiere tu felicidad.
Al atardecer, se escuchó que alguien tocaba a la puerta y Darcy fue a abrir.
–Sr. Darcy –saludó Mary haciendo una venia, sin poder evitar sentirse apenada por haber interrumpido la privacidad de los señores y trayendo a su memoria cuando hacía unos años había hecho lo mismo, bajo circunstancias vergonzosas–. Mis parabienes por su aniversario... –dijo con irresolución–. ¿Lizzie está dormida?
–No, ¿quiere verla?
Mary asintió y Darcy la condujo hasta la alcoba para indicarle a su mujer que estaría en la habitación adyacente con sus hijos. Lizzie sonrió, dejó el libro que tenía en las manos sobre la mesa e invitó a su hermana a sentarse.
–¿Fuiste a la biblioteca?, ¿encontraste más información sobre Leonardo Da Vinci?
–Lizzie, ¿crees que he quedado mancillada después de lo sucedido?
–¡No, por supuesto que no! Mary, ese hombre se aprovechó de tu inocencia, te engañó y tú fuiste capaz de salir de su trampa, eso requiere mucha valentía de tu parte. Me siento muy orgullosa de ti, máxime al saber que sentías amor por él.
–¿Tú crees que soy bonita?
–Sí, yo pienso que todas las mujeres son bonitas, aunque algunas esconden su belleza con la falta de arreglo, otras al ocultar su sonrisa y permanecer circunspectas. Mary, tu sonrisa es preciosa pero la luces tan pocas veces. Deberías sonreír más seguido, permítete disfrutar de la vida y no actuar siempre reprimiendo tus sentimientos o tus deseos para no salir lastimada. Sé valiente al permitir que florezca en ti la alegría, olvidándote de lo que piensen los demás y, aunque sufras, nadie te quitará los momentos vividos con felicidad, son el mayor tesoro que siempre podremos conservar.
–Hace tiempo me dijiste que controlara mis sentimientos y ahora me dices que no los reprima...
–Es tan malo darles rienda suelta como reprimirlos en su totalidad, debemos encontrar un equilibrio porque somos personas pensantes que tenemos sentimientos. Veo desde hace días que te mueres de ganas por cargar a mi hija. ¡Vamos!, si tienes el deseo de cargarla, hazlo y disfrútala como yo la disfruto que pronto crecerá y habrás dejado pasar la oportunidad.
–Pero está dormida.
–Cargarla dormida es exquisita, hazlo por mí, hazlo por ti.
–¿Qué dirá el Sr. Darcy si me ve?
–Es tu sobrina, ¿qué va a decir? ¡Que por fin la cargas!
Mary se acercó a la cuna y con vacilación la tomó en sus brazos, sintiendo la mirada de su hermana, quien sonreía.
–Te agradezco mucho que hayas cuidado de mis hijos en estos días. Ya saben decir tu nombre y hoy me preguntaron por ti.
–Tus hijos son encantadores.
–Son una bendición –musitó mientras observaba que Mary se paseaba por la pieza arrullando a la pequeña para que retomara el sueño, reflejando en su mirada esa timidez que siempre la había caracterizado, pero Lizzie sabía que era una coraza que se había colocado para proteger a su sensible corazón de los ataques de los demás.
La mirada que ella recordaba y que su hermana reflejara a raíz de su compromiso –llena de esperanza en una vida mejor– había desaparecido por completo, tal vez para siempre. Esa reflexión le llenó de tristeza el corazón, tal vez su hermana no volvería a enamorarse, pero estaba segura de que con ese hombre habría sido sumamente infeliz.
–Mary, debes tomar las riendas de tu vida, luchar por tu felicidad –continuó Lizzie–. Es importante que pienses qué quieres hacer y que tomes las decisiones que requieres para lograrlo. No dejes que la corriente o que la decisión de otros te siga llevando a donde tal vez no quieres ir. Lucha por los sueños que has cultivado a través de los años. Me quedé impresionada, y debo decirte que también el Sr. Darcy, la primera vez que tomaste las riendas de tu vida y decidiste contra todos que sí te casarías.
–Ha sido la única vez en mi vida que me he portado de esa manera y mira cómo acabó todo.
–Hubo una segunda vez que fuiste dueña de tu vida, cuando te enfrentaste al Sr. Posset. Lástima que no estuve presente, pero me siento muy satisfecha de la hermana que tengo. Ahora te sientes dolida, es natural, con el tiempo esa tristeza irá desapareciendo. Aun así, veo muy complacida que has crecido como persona, has madurado como mujer, y eso me llena de alegría. Espero estar a tu lado cuando lo vuelvas a hacer – afirmó con mucho orgullo.
A los pocos minutos, Mary colocó a la pequeña en su cuna.
–¿Quieres que llame al Sr. Darcy?
–No, dejemos que disfrute de sus hijos y los niños gocen de su padre. Solo alcánzame la campana para llamarlo cuando lo necesite. ¿Mañana irás a la biblioteca?
–Sí, a menos que precises que me quede.
–No, ve a disfrutar de los libros un rato.
Mary se acercó y la abrazó con devoción, agradeciéndole todo lo que había hecho por ella. Lizzie la observó con ternura mientras se retiraba.

LOS DARCY: UN AMOR A PRUEBA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora