Capítulo 39

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"... Debido a esto recurro a ti para pedirte ayuda y completa discreción, implorando que también tu señora mantenga mi reserva, con la esperanza de que puedas confirmarme lo antes posible".
–Listo –murmuró Darcy al terminar de leer la carta que sería despachada en unos minutos, junto con la que había escrito a su hermana felicitándola por su estado de buena esperanza.
La firmó y esparció arenilla. Al confirmar que la tinta había secado dobló el pliego para colocarle el sello mientras lucía una especial sonrisa en su rostro, recordando los vanos intentos que hizo su mujer durante toda la noche para sacarle la información de sus planes, lo había torturado dulcemente como él lo había hecho y casi logró su objetivo. Era increíble cómo lo hacía rayar en la locura sin siquiera tocarlo, lo tenía a sus pies con saber que ella lo observaba mientras él la admiraba. Y luego, cuando se le ocurrió atormentarlo soplando ligeramente su cuerpo y la forma en que lo había besado... provocó que perdiera el dominio de sí mismo y acabó rogándole repetidas veces y con la voz entrecortada que lo dejara unirse a ella. Lizzie lo evadió siguiendo con el suplicio y utilizando su larga cabellera como el arma más letal de todas, lo recorrió lentamente arrancándole varios gemidos profundos y ásperos, y con sus caricias lo llevó a un placer irresistible hasta que su propio deseo hizo insoportable la espera y accedió. Cuando él se adueñó de la situación, la consintió como solo él sabía hacerlo y la arrastró al clímax una y otra vez. Había sido memorable, se sentía feliz por la manera en que ella lo había amado.
Si todo salía bien, tal vez pudiera adelantar sus planes unos días, aunque primero tendría que poner en marcha los planes que tenía para con la Sra. Willis con ayuda del Sr. Boston para que estuviera entretenida con sus "negocios" desde su casa.
Tras un bostezo, la puerta sonó y Darcy autorizó a que entraran. Era el mayordomo anunciando la llegada del Sr. Boston.
–Remita inmediatamente esta correspondencia, y que esperen la respuesta del Sr. Bingley antes de regresar – dijo entregando las misivas.
–Sí señor. Si la Sra. Willis llegara, ¿desea que envíe a buscar al Sr. Webster?
–Por supuesto.
Cuando el Sr. Boston terminó de empacar los documentos que se llevaría para la Sra. Willis y su patrón enumeraba los últimos pendientes, se escuchó que llamaban a la puerta. El Sr. Smith entró con la bandeja de plata y se la ofreció a su amo mientras el Sr. Boston se retiraba del despacho. La puerta se abrió nuevamente y entró Lizzie con la charola de té en las manos.
–Permítame ayudarle Sra. Darcy –indicó el mayordomo mientras Darcy revisaba la correspondencia, buscando la respuesta de su amigo para esconderla.
–Gracias Sr. Smith –dijo mientras se acercaba a su esposo–. ¿Puedo ver? –preguntó inocentemente quitándole las cartas de las manos después de besarlo con ternura–. Veo que llego justo a tiempo para continuar con mis pesquisas –sonrió y revisó las misivas mientras el mozo se retiraba.
Darcy esperó que no estuviera esa carta en...
–¿Carta de Bingley? Seguramente son asuntos de negocios. ¿Quiere que se la lea, Sr. Darcy?
–Se va a enfriar el té.
–Gracias por servirme –indicó mirándolo persuasivamente.
Darcy se sentía descubierto, pensó que debía haber sido más discreto para mantener la sorpresa y se acercó al servicio para complacer a su mujer mientras escuchaba.
–"Darcy: –leyó Lizzie en voz alta–. Por supuesto amigo, solo dime cuándo". ¡Vaya! ¡Solo los hombres se entienden! –exclamó mientras observaba a su marido, quien había respirado con tranquilidad y esbozado una leve sonrisa, agradeciendo por primera vez que su aliado no fuera aficionado a escribir cartas detalladas como lo era al hablar–. ¿Qué más tenemos por aquí? ¿Una carta de un par del reino?
–¿De quién?
–De Su Gracia, el duque de Bedford.
–¿Lord Russell? –inquirió acercándose y arrebatándole la misiva, aparentemente enojado.
–¡Darcy! ¿Acaso tiene que ver con tus planes? –indagó sorprendida por su actitud.
–¿Con ese hombre? ¡No! –dijo mientras la abría y la leía en silencio.
–¿Qué dice? –preguntó con curiosidad.
–Nada.
–Debió decir algo ya que nunca te escribe, aunque fueron compañeros varios años en la universidad –
explicó calmadamente.
–Es mayor que yo.
–La diferencia de edades no ha sido un obstáculo para que forjaras una fuerte amistad con Bingley. Además, también con el duque compartiste el mismo techo bastante tiempo. Entonces ¿qué dice la carta?
–Nada importante.
–¿Y por nada importante te enojas?
–Una invitación que no pretendo aceptar.
–¿Una invitación? –inquirió acercándose para tomarla al tiempo que su marido la echaba al fuego de la chimenea–. ¡Darcy! –expresó molesta y desconcertada por su reacción exagerada.
–Ya he tomado una decisión.
–¡Al menos la pudimos haber tomado juntos! –exclamó alzando la voz y, viendo a su marido impertérrito, se retiró prontamente.
Lizzie respiró el aire fresco mientras tomaba la mano del lacayo que le ayudaba a descender del carruaje, deteniendo firmemente a la pequeña que llevaba en brazos. Sonrió y se sintió mucho más tranquila del enojo con su marido al observar a su hermana caminando hacia ella. Se había presentado en su despacho con la mejor disposición para compartir el té, él se había enojado con ella por su natural curiosidad y había quemado la carta para evitar que la viera sin dar ninguna explicación. Lo que más le molestaba era que había dictaminado sin considerar su punto de vista, aunque fuera un asunto intrascendente.
Se bajó y recibió un cariñoso abrazo y una dulce bienvenida.
–¡Lizzie! ¡Qué sorpresa! Mis hijos se pondrán felices con su visita –indicó mientras acariciaba la cabeza de sus sobrinos que bajaban con la ayuda de la Srita. Madison.
Lizzie agradeció y las damas se encaminaron hacia el salón para tomar el té, pensando en que tal vez su marido se molestaría al advertir que había salido sin avisarle personalmente, aunque en realidad había tenido la intención de hacerlo.
–¿Cómo han estado? –preguntó Jane al ver que su hermana divagaba en sus pensamientos.
–Bien, Stephany ya se puede sentar y los gemelos aprenden más palabras cada día. Me sorprende cómo avanzan en sus conocimientos.
–Es maravilloso verlos crecer, pero sabes que no me refería a ellos. ¿Cómo estás con tu marido?
Lizzie sonrió y recordó, a pesar de su reciente enojo, lo maravillosos que habían sido los días y las noches en su compañía.
–Con eso ya me has respondido –espetó Jane con una sonrisa, comprendiendo su expresión–. Me alegro mucho por ustedes.
–Jane, después de platicar contigo hablé con el Sr. Elton y...
Lizzie detalló la conversación que había sostenido con el vicario y finalizó:
–No sé si sea algo que funcione pero creo que no tienes nada que perder si lo intentas –sugirió mientras una niña entraba en el salón para saludar a su madrina–. ¡Diana! –exclamó al verla acercarse, se levantó y recibió un caluroso abrazo.
Tras sentarse, la niña le pidió cargar a la bebé. Lizzie se la acomodó en su regazo.
–¿Ya sabes qué disfraz vas a usar, tía Lizzie? –preguntó Diana mientras su mamá servía las tazas de té. –¿Disfraz?
–Diana, no sabemos si tu tía Lizzie irá al baile –aclaró Jane.
–Mi papá asegura que los Darcy recibieron la invitación del duque de Bedford.
–Aunque hayan sido invitados no sabemos si podrán asistir.
–Sí la recibimos, aunque Darcy no me dijo los detalles. Tal vez ustedes me puedan poner al corriente.
–Lord Russell ha invitado a algunas amistades y sus familias a su residencia de campo el próximo mes. Habrá cacería para los aficionados y un baile de disfraces.
–¡Suena divertido!
–Charles ya confirmó nuestra asistencia, ahora me ha dado la tarea de escoger nuestros disfraces, aunque la carta dice que los cónyuges deben desconocer el disfraz de su pareja.
–¿Eso es posible?
–Al menos eso intentan, aunque Charles ya me dijo que quiere vestirse de duende.
–¿Y qué fechas son?
–Aquí tengo la carta –dijo Jane sacándola de su bolsillo y se la entregó a su hermana.
"El duque y la duquesa de Bedford se complacen en invitar a usted, a su bella esposa y a su familia a la residencia Woburn Abbey, en Woburn, Berfordshire..."
–¡Sra. Darcy! –exclamó Bingley acercándose mientras Lizzie se ponía de pie–. ¡Veo que ya están planeando los disfraces para el baile! Será un evento muy concurrido.
–Sin duda –dijo Lizzie cuando se escuchó que un trueno caía fuertemente cerca de la casa.
–Parece que va a caer una tormenta –comentó Bingley.
–Creo que es mejor que me vaya. Si el clima lo permite mañana regreso para que pensemos en los disfraces. –Sí, nos queda poco tiempo para planearlo –declaró Jane.
–¿Me la prestas? –inquirió con la invitación en la mano.
–Por supuesto.
Las hermanas se despidieron, Lizzie recogió a sus hijos y al aya y Bingley los escoltó hasta el carruaje. Cuando regresó al lado de su esposa, le dijo:
–Excelente idea de Darcy, su sorpresa casi coincide con el gran evento del duque. De esta manera tu hermana estará pensando en fiestas y disfraces y se olvidará de lo demás.
–¿Ya te confirmó las fechas?
–Sí, acabo de recibir su misiva.
La lluvia aguantó hasta que el carruaje estaba cerca de Pemberley. Darcy suspiró al verlo a través de la ventana, mientras observaba las grandes gotas que empezaban a caer. Definitivamente la decisión de su esposa de hacer una visita a su hermana no había sido la más prudente, aunque por lo menos ya podía estar tranquilo. Se sentó enfrente del escritorio para terminar la carta que estaba haciendo.
A los pocos minutos sonó la puerta y entró Lizzie. Darcy se puso de pie y la observó, su peinado había sido alterado por el viento y las gotas que habían caído, seguramente el abrigo había sufrido las consecuencias de su decisión.
–Espero que nadie se haya mojado –comentó Darcy circunspecto.
–Si con nadie se refiere a sus hijos, no tiene de qué preocuparse, Sr. Darcy.
–Lizzie...
–Fui a ver a mi hermana, como seguramente el Sr. Smith le informó, y allí me he encontrado con una grata sorpresa...
–¿Te lo dijeron? –inquirió disgustado por la indiscreción de su amigo.
–Por supuesto, de hecho he traído la carta conmigo. Solo me faltó leer las fechas. Vamos a ver –dijo Lizzie mientras sacaba la misiva de su bolsillo y extendía el papel–. Parece que es a mediados del mes de mayo, tengo entendido que no tenemos compromisos en esas fechas. Lo que no entiendo es por qué el Sr. Darcy tomó una decisión sin considerarlo con su esposa. No veo la razón por la que haya declinado la invitación, tomando en cuenta que los Sres. Bingley ya han confirmado su asistencia.
–Lizzie, no lo entiendes.
–¡Claro que lo entiendo! Estamos siendo invitados como familia a un evento del duque de Bedford y mi marido no la acepta porque no le gustan las fiestas, ¡y menos de disfraces!
–Lizzie, sabes que no me gustan pero no es por eso que me he negado a asistir. Tú no los conoces.
–Tiene usted razón, Sr. Darcy. No los conozco porque a mi marido no le gusta asistir a este tipo de invitaciones con su esposa, ¡porque tal vez piensa que puede hacer el ridículo y ser el motivo de los cotilleos de la alta sociedad!
–¡Eso es mentira y lo sabes!
–¡Entonces explíquese!
–Es la gente de la alta sociedad de la que te quiero alejar porque... porque... aunque son parte de la nobleza, algunos no tienen nada de nobles y dudo mucho que las intenciones del duque al invitarnos sean honradas. –¿Dudas de las intenciones del duque? ¡Es un hombre casado, tiene hijos de su primer y de su segundo matrimonio! No puedes ponerte celoso solo porque en la invitación escribe que invita "a usted y a su bella esposa", también lo escribió en la carta que recibió Bingley.
–¡No es por eso! Hay muchos nobles, no solo el duque, que aprovechan este tipo de reuniones para ampliar sus amistades...
–Por supuesto que sí, como cualquier persona normal que busca a través de los bailes conocer a más gente, o reunirse con los antiguos amigos.
–¡No solo buscan eso!
–Y si se reunieran con otro tipo de intenciones, ¿acaso crees que carezco del criterio para darme cuenta de ello? ¿Desconfías tanto de mí que ni siquiera consideras mi punto de vista para tomar una decisión? ¡Están invitando a las familias! ¡Son solo unos días!, ¡es solo un baile! ¡Un baile en el que quería ver tu nombre en mi carnet, únicamente tu nombre!
Darcy dio unos cuantos pasos hacia la ventana, la lluvia había aumentado y se veían caer ríos de agua de la escalera. Respiró profundamente mientras su mujer esperaba y se giró.
–Nunca podré entender la fascinación que causa un baile en las mujeres –masculló molesto, sin tener más argumentos.
–Pues ya tienes una hija, así que acostúmbrate –se acercó y lo abrazó feliz de que hubiera accedido.
Los siguientes días Lizzie visitó a Jane para planear los disfraces del baile. Darcy estuvo trabajando fuera de casa, en el despacho y organizando con sus empleados la sorpresa que realizaría en pocas semanas, previo al viaje a Woburn Abbey. No tuvo que preocuparse por algún descuido de su personal o la vigilancia que seguramente su mujer había pretendido tener para descubrir sus planes, al menos de día. En cuanto llegaba la noche era otro cantar, hasta que ella se dormía.
Las doncellas y el ayuda de cámara empacaron, según las instrucciones de su amo, las pertenencias de los gemelos por un lado, y la de los señores y de Stephany por otro. Pocos días antes, Darcy se dio el lujo de escoger algunos negligés de su agrado, mientras su esposa dormía, para esconderlos dentro del baúl que el Sr. Webster le había preparado, mismo que tuvieron que ocultar de la inspección de la señora de la casa, aunque podían usar la coartada perfecta: los baúles para el viaje a Woburn.
Jane fue una excelente ayuda para que Lizzie estuviera fuera de casa unas horas cada día y hacer posibles todos los preparativos. Las señoras estuvieron muy entretenidas confeccionando los disfraces que llevarían, con la ayuda de la modista que regularmente les prestaba servicio. También Lizzie auxilió a Jane para iniciar a su sobrina en algunos bailes y en aprender a servir el té correctamente, mientras los gemelos jugaban con sus primos en el salón de juegos de Starkholmes.
–¡Vaya! Hoy sí que hemos reído, cantado, bailado... –dijo Lizzie mientras se sentaba en el sillón del despacho de su marido.
–Me alegro de que te hayas divertido con Jane –declaró Darcy ubicándose a su lado.
–Diana aprende rápido y tiene la gracia de su madre para bailar. Dice que quiere que le enseñe a tocar las melodías que interpreté para su clase de baile.
–Tendrá que ser aquí, porque no permitiré que te alejes más de esta casa.
–Los días anteriores no te habías quejado.
–Porque comprendo que tengas cosas que hacer con tu hermana para el baile, pero sabes que igualmente lo pueden hacer aquí.
–Jane ha insistido en que nos veamos en su casa, todavía nos falta terminar algunas cosas de los disfraces, aunque cuando le dije que nos veíamos mañana Diana aseguró que eso era imposible.
–¿Imposible?
–Sí. Jane la silenció con la mirada. Por eso he pensando que tal vez el Sr. Darcy tenga alguna explicación... –Y por fin, ¿de qué será tu disfraz?
–Tengo el derecho de reservarme esa información, Sr. Darcy, al menos hasta que usted decida revelarme sus planes.
–Supongo que ya es hora de hacerlo. Mañana saldremos después del desayuno y, sugiero que planees tus clases de piano hasta después del baile porque es hora de que pueda disfrutar exclusivamente de tu compañía, o al menos casi.
–¿Casi exclusivamente?
–La Sra. Darcy llevará a una pequeña carabina, Stephany. También nos acompañará la Srita. Madison para que se encargue de ella mientras no esté hambrienta.
–¿Y los niños?
–Se quedarán con los Bingley, custodiados por la Sra. Reynolds, ya verifiqué que llevaran todas las medicinas de Christopher y el Dr. Thatcher está informado de que se quedará con ellos. El equipaje está listo...
–¡Uau! ¿Y cuál será nuestro destino?
–Bath.
–¡¿Bath?! –exclamó sumamente emocionada y lo abrazó.
–Quiero llevarte y disfrutar contigo de los baños privados. –¿Acaso quieres repetir la experiencia anterior? –¡Absolutamente!

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Falta sólo un capítulo para que está maravillosa historia termine.❤️

LOS DARCY: UN AMOR A PRUEBA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora