Capítulo 29

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Narra Ana

Todo estaba oscuro. No sabía dónde estaba, solo veía negro. Me encontraba sentada en el suelo, agarrada a mis rodillas y sin saber dónde estaba.

Hacía rato que había dejado de intentar salir de allí: no había salida.

Escuchaba voces, a lo lejos, pero eran voces que no sabía de dónde venían. No las reconcía y apenas entendía lo que intentaban decirme.

Estaba cansada de estar allí, necesitaba salir. Escondí mi cabeza entre mis rodillas y me tapé los oídos con las manos. No quería escuchar esas voces, querían que se callasen.

Pero nunca se callaban y por más que intentaba apretar mis oídos, aquellas voces seguían resonando en mi cabeza.

Cerré los ojos con fuerza y empecé a gruñir. Me estaba empezando a agobiar. Una lágrima de dolor resbaló por mi mejilla y cuando se escuchó el chapoteo de la lágrima contra el suelo, todo quedó en un silencio.

Aquellas voces se callaron y por una vez pude quedarme sola con el silencio.

Pero creo que hubiera preferido que esas voces siguieran sonando, a tener que acordarme de ella.

Miriam se había vuelto a colar en mi cabeza y no quería. No quería volver a pensar en ella, pero estaba tan enamorada que aunque quisiera olvidarme de ella, no podía.

Quería que saliera de mi cabeza y que volvieran esas voces. Estuve un tiempo intentando quitarme a la gallega de la cabeza, y lo conseguí.

-Ana...

Abrí los ojos. ¿Cómo?

-Ana...

No podía ser. ¿Era su voz? Levanté mi cabeza y mis ojos se empezaron a humedecer al verla allí, con la cara completamente rota.

-¿Miriam?

-Ana... Lo siento mucho... Te quiero.

Las mejillas de Miriam empezaron a llenarse de lágrimas y enseguida se tapó la cara con sus manos.

Me quedé en shock. ¿Qué hacía ella aquí? ¿Cómo había entrado? ¿Qué estaba haciendo?

Me levanté torpemente, apoyando mis manos para ayudarme a levantarme. Me tambaleé un poco, pero conseguí mantenerme en equilibrio.

-Miriam, amor...

Pero Miriam no me contestó, solo se escuchaban sus sollozos. Traté de acercarme a ella, pero a medida que daba un paso, Miriam parecía estar cada vez más lejos de mí.

¿Qué estaba pasando? Caminé más rápido, pero parecía que nunca iba a llegar hasta ella.

Empecé a correr, pero era como si estuviera corriendo en el sitio. Por más que intentaba acercarme a ella, me alejaba.

-Miriam... ¡Miriam! - dije corriendo todo lo que podía y alzando mi mano para tratar de atraparla, pero no lo conseguía.

-Ana...

Miriam me miró, con los ojos rojos e hinchados.

Sentimientos Encontrados | WariamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora