Capítulo 34

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Narra Ana

-Hola, amor.

Sonreí tras ver a Miriam en la pantalla de mi ordenador. A pesar de que era tarde y mañana tenía clases, nunca podía negarme a verla.

-Hola, canaria. - sonrió. - Te echo de menos.

-Y yo a ti.

Y a pesar de llevar ya más de un mes en Tenerife, seguía echándola de menos, muy de menos.

-¿Qué tal las clases hoy?

-Bueno, pues ahí van. De nuevo con exámenes...

Miriam sonrió con tristeza y después se quedó mirando fijamente a la cámara.

-¿Qué te pareció el videoclip? ¿Lo viste ya?

-Sí, claro que sí, amor. Que sepas que llevo la canción en bucle. - sonreí. - ¡Hay algo en mí, que no van a quitarme! ¡Soy mujer! ¡No pertenezco a nadie! - canté.

Miriam me miró riendo y de sus labios salió una sonrisa tonta al escucharme cantando su tema.

-Además, en el videoclip sales preciosa. Estoy deseando que lo saques ya para que lo pueda cantar todo el rato por la calle y les vaya diciendo a todos que vean y escuchen la canción de mi novia.

Miriam volvió a estallar en una gran carcajada. Pero luego se quedó mirándome en silencio y con las mejillas algo sonrojadas. Estaba preciosa.

-Gracias, Ana.

-No, gracias a ti. Por confiar en mí y haberme enseñado la canción antes que nadie.

-Lo he hecho porque sé que si no te gustara, me lo dirías.

-Te quiero. - sonreí.

-Yo te quiero más.

Si estuviera allí con ella, en Barcelona, no hubiera tardado en darla un buen beso, agradeciéndole todo, sobretodo por quererme tanto.

-¿Qué tal tu madre? ¿Va recuperándose bien? - preguntó Miriam con una pequeña sonrisa.

Ella sabía más que nadie lo mal que lo había pasado cuando vi a mi madre tan grave. Y a pesar de estar a cientos de kilómetros de distancia de mí, hacía lo posible por que la sintiera cerca de mí.

-Bueno, ya está mucho mejor. Como ya sabes está en casa ya, y a pesar de que no se puede levantar de la cama, intento hacer que se encuentre lo mejor que pueda.

-Eres increíble, Ana... No sé cómo puedes estar estudiando mientras ayudas a tu madre en todo... Yo no sería capaz, me vencería la situación.

-Tú si que eres increíble, Miri. Me has apoyado en los peores días que he pasado por estar sola y sufriendo, y a pesar de todos los gritos que te he metido, siempre has estado ahí con una sonrisa bien grande y recordándome siempre que soy capaz de esto y mucho más. Que suerte tengo de tenerte...

Los ojos de Miriam se humedecieron, pero antes de que alguna lágrima pudiera salir, se los secó con la manga de su camiseta.

Sentimientos Encontrados | WariamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora