Dejo que la última duda pasee por el calendario codificado que vive en mis labios. Me miro en el espejo, sonrío.
Desnuda. Observando la única pertenencia que poseo.
YO, en mayúsculas.
Reconociendo cuantas veces fui morosa en eso, de alentar mis alegrías con tanta intensidad, como lo hice con mis tristezas.
Feroz enemiga propia, trituradora de algunos sueños.
Obcecada muchas veces en que ciertas piezas, me encajaran solo por sus formas. Mezclando con licor de regaliz y menta desilusiones y no se supieran tan amargas al bebérmelas a base de chupitos.
Incluso, tratando de variar la densidad de algunas penas, con los gintonic de mis noches de fiesta.
Y no es que halla descubierto "mi América" al grito de " Minerva a la vista". Siempre a existido en un bolsillo tras mis costillas, en la parte izquierda de mi pecho. Aunque sus murmullos se atenuaban con mis excusas, generando una leve sordera, incitando a una ceguera que quería ir para aguda y una cierta tendencia a quemarme yo antes de que las etapas lo hicieran.
Pero ahora... ahora...
¡¡Que bonito es ese vestido que no se vende en ninguna tienda!!
Confeccionado con mi piel y que hace de mis momentos una glamurosa gala.
Cuya etiqueta, no lleva las instrucciones de lavado, sino una frase resaltada en negrita:
¡Vive, aunque parezca que no te alcanzan las fuerzas! (Y que también te vivan, añadiría)
Aunque tuve que descoserle, para sacar de el, ese yo responsable, que si le dejas ocupar espacios que no le pertenecen, te limitan. Se te disfraza de ese Karma empeñado en castigarte, ocultando, que eres presa de exigencias pasadas de altura, auto impuestas sin saber muy bien porqué.
Y volver a coserle con lo importante de mis sentimientos, de mis emociones siempre vivas, tanto para mal como para bien. Adornarlo con los abalorios que son mis imperfecciones y, atreverme a mostrar ese broche que me empeñaba en esconder.
Repleto de cicatrices y de un color pálido, perdiendo aquello de preciosa y quedarse solo con piedra, teniendo muy poco que ofrecer.
Y que poco a poco ha ido recuperando, la intensidad de su rojo para hacer juego con el que en ocasiones mis labios adornan.
Haciendo que aparezca de forma más asidua esa curiosa pregunta...
¿Y si resulta que eres mi hilo rojo?
A la que respondo, "me gusta creer que lo eres" y de paso me sirva, como cama elástica a modo de trampa. Tanto para la monotonía, como para las turbulencias cuando les da por aparecer y no les quede más remedio que, si pretenden avanzar, tienen que hacerlo entre saltos y piruetas.
Que por supuesto ni es, ni va a ser un camino de rosas. Y ya, un millar de veces ese supuesto hilo se hizo muelle, para que si se suelta al instante sepas cuanto duele. Como a servido también para dar pequeños tirones y decir en código morse, el uno al otro, lo siento.
O reforzándose cuando esa niña que siempre a vivido en mi sentido del humor, se asoma a mis pupilas a modo picara haciendo que él diga "Ufff.. ahora es cuando te temo"
O como cuando el me cuela en cualquier frase, esas ochos palabras sin decirlas de forma literal y mi sonrisa durante unos segundos me deja muda.
También hay cosas que no cambian como aquello de "Mine, el arroz se te pasa" aunque ahora referido a "la boda o los niños ¿para cuándo?"
El café de cada tarde con mi amiga, las confidencias y los debates del estado de nuestras individuales naciones.
Las diferencias con la estirada o su majestad, a pesar de haber aprendido a llevarnos y más ahora que, como todo indicaba, ese nico es un terremoto que a todos nos trae de cabeza, pero, que compensa sus trastadas, con esos abrazos de porque me da la gana.
El "Reina" a modo de saludo de mis vecinos de la otra acera y ángeles de la guarda, mis bromas queriendo ponerles un paso de cebra y las reuniones en su casa, donde demuestran junto con sus amigos, que les importa bien poco lo que de ellos se diga.
El modo portera de mi vecina del A, pegándose a la mirilla al escuchar el ascensor llegar.
Las escapadas con mi hermano, esas rondas y cubos de basura donde soltamos toda esa mierda que llegamos sin saber a acumular.
Los toques de atención de mi madre, ante mi falta de filtros para algunas cosas, que me hacen pasarme de frenada.
Los paseos por el parque con mi amigo de cuatro patas, su saludo emocionado a la perrita del tercero, a la que sigue rondado a pesar de pasar por el veterinario.
Y también mi modo veleta, claro.
Que aunque sólo sea aquí, voy a decir que la verdadera respuesta no es esa de "me gusta creer que lo eres".
Si no que todo esto que esté diario contiene, cuenta, como yo, me topé con mi hilo rojo...(¡¡Ole Mine!! ¡Vaya forma más ñoña de cumplir tu promesa, guapa!
En fin...
Ya puedo dejar de escribir o la mañana va a ser todo prisas. Despertar a quien aún anda en el país de los sueños, que toca la tercera boda, para cumplir esa máxima de, no hay dos sin tres. Y también cumplir otra promesa dada a mi vecino favorito.
"Cuando mis gay amigos se casen, nosotras, vamos a ser las reinas de fiesta"
¡Y tanto que lo vamos a ser! Brindando por nuestra fortuna con chupitos de regaliz y menta.
Romeo , coño despierta que pierdo la hora en la peluquería, joer...)
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¿Y si resulta que eres mi hilo rojo?
Diversos¿Quien no ha creído que su hilo se rompió alguna vez? Aunque la leyenda dice que es indestructible. Y todos de algún modo soñamos con encontrarlo. Minerva a través de su diario, contará su periplo para volver a creer y preguntarse: ¿Y si resulta que...