Capítulo Ocho

576 48 0
                                    

Después de aquel beso fue como vivir en una burbuja, todo fue alegría incluso en el viaje de regreso me sentí bien pero como siempre con el sol bajando, la vida me hace una mala jugada y la burbuja se rompió en cuanto llegamos a casa y encontramos a una muy enojada Alistar esperando recargada en la puerta con los brazos cruzados, cuando bajo ella se separa y camina para lanzarle a los brazos de Ezra y besarlo. En mi pecho sentí como un ardor, como si estuviese ahogándome y tratara de respirar, inclino la cabeza y entro a la casa ignorando a todos lo que estaban mientras trataba de llegar a mi cuarto, en cuanto llego entro y cierro con seguro.

—Has sido muy cobarde —escucho una voz.

No fue que alguien estuviera en mi cuarto lo que hizo que mi cuerpo se paralizara, sabía que las personas podían entrar y salir de él a su gusto, lo que lo hizo fue que me vi sentada en la cama, con la misma ropa pero el gesto de ferocidad en ella y la mueca de disgusto fue todo. Yo no podía verme de esa forma ni intentando, y de mi mente trataba de conseguir una respuesta lógica pero nada llegaba; me sentí acorralada. Cierro los ojos por unos segundos para calmar mi corazón acelerado y en cuanto los abro la cama estaba vacía. Ni rastro de mi otro yo. Camino hacia mi cama y muevo la mano sobre ella tratando de encontrar al truco o lo que sea había sido pero no había nada.

Me paso la mano por el cabello tratando de entender que había pasado, no era como si hubiese tenido una gemela o algo sino no me habrían elegido como la pareja de Alpha, ¿quizá estaba volviéndome loca? Cuestiono aún parada a lado de mi cama viéndola como algo ajena, un pequeño grito escapa de mi garganta cuando escucho golpes en la puerta.
Sabía quién era, sabía que quizá vendría a darme una excusa o una explicación que no quería escuchar, pero aun así me acerco hacia la puerta y la abro.

—¿Estás bien? —su mirada me recorre todo el rostro—. Estas pálida, bueno, más de lo normal.

Trago saliva sin saber que decir, mientras asiento dando respuesta a su pregunta, sus ojos azules me miran con atención sabiendo que no era así y lo sentí con curiosidad.

—Estoy bien —hablo con una seguridad fingida y una sonrisa—. ¿Hay algo más?

Ezra se mueve con cierta incomodidad mientras yo lo único que quería era acostarme o investigar porque había una doble de mí. Me muerdo el labio inferior unos segundos.

—Perdón porque Alistar arruinara nuestro día —su voz sonaba apenada—. Su manada es Omega así que cree que estar conmigo eleva su rango.

Sabía que los Omega sólo podían subir de puesto casándose con gente Beta o con suerte de un líder Alpha, aunque casi siempre se les hacia menos y por ello siempre eran los primeros en irse al mundo mundano y Alistar quería aspirar a lo grande si lo que quería era ser Luna de la manada, que yo tuviera noción casi nadie había logrado una proeza como esa.

—No te preocupes, habrán más días. Además si no es molestia quisiera dormir ahora —respondo con un bostezo.

El sólo asiente y se retira hacia la puerta que estaba a la derecha donde era su habitación, me da una última mirada y entra, cierro la puerta de nuevo y camino hacia mi cama, me siento en la orilla para quitarme los tenis y lanzarlos al otro lado de la habitación. Me acuesto encima de la colcha mullida y abrazo la almahoda sintiendo el cansancio del día llenando mi cuerpo y llevándome ligeramente a los brazos de Morfeo.

Cuando desperté ya estaba muy avanzada la noche, mis ojos rápidamente se posaron en los dígitos rojos del reloj que marcaban las dos de la mañana después se posaron en los ojos azules de color zafiro que me miraban desde lo alto y parecían brillar en la oscuridad que nos rodeaba, eran tan expresivos que podía ver su preocupación como si yo misma pudiera sentirla. Al darse cuenta de que estaba despierta se deja caer en el borde de la cama haciendo que el colchón se hundiera bajo su peso.

—¿Estas bien? Te sentí ansiosa y por favor, no me mientas.

Sabía que el vínculo se formaba lentamente en base al tiempo que pasáramos juntos haciendo que pudiéramos sentir algunas sensaciones sólo cuando se hacían muy intensas. Me muerdo el labio inferior mientras me siento tratando de conseguir tiempo para pensar en si decirle sobre mi yo malvado, al final trago saliva y respondo en voz baja y queda:

—Estoy bien.

—Te dije que no me mintieras.

—No lo estoy haciendo.

Era una respuesta muy mala y conociéndome lo suficiente sabría lo mala que era mintiendo pero por algún motivo no me cuestionó o trato de sonsacarme para que le contara la verdad, en vez de eso sólo suspiró y se levantó con las claras intenciones de irse a su habitación. En un impulso incontrolable, mi mano buscó la suya deteniéndolo.

—No te vayas.

Me sorprendido escucharme pronunciar aquellas palabras y Ezra también lo hizo aunque se recuperó rápidamente mientras una sonrisa —adorable, por cierto— decoraba su labios.

—Nunca.

Sus ojos transmitían una incertidumbre sobre que hacer así que lentamente abro las cobijas del lado derecho de la cama en una clara invitación a acostarse a mi lado. Cuando lo hizo mi cuerpo sintió el calor que emanaba, era como tener un radiador cerca mío, en cuanto iba a acomodarme a su lado note que tenía la ropa con la que había salido y estaba algo mojada producto del sudor frío que había generado mi pesadilla. Me levanto apenada de la cama mientras Ezra me mira con el ceño fruncido y una interrogante flotando en el aire.

—Yo, mmm bueno, tengo que cambiarme —me señalo—. Ya vuelvo, no te muevas.

Camino hacia el armario donde saco una pijama limpia y entro al baño deslumbrándome un poco por la luz en cuanto la encendí. Me cambio la ropa dejándola en el cesto y me pongo la pijama que consistía en un short y una blusa. De reojo me miro al espejo encontrándome con una imagen mía con las mejillas encendidas y el cabello algo alborotado, trato de aplacarlo con los dedos hasta hacerlo más o menos presentable y me lo ato en una coleta. Cuando salgo encuentro a Ezra con los brazos tras la cabeza y una sonrisa quisquillosa en los labios, ladeo la cabeza con curiosidad atrayendo su mirada.

—Deberías de haber visto a mi madre cuando mando a hacer esta habitación. Más de tres veces pidió que le cambiaran el color y el orden de las cosas —habla con voz tranquila y señala el armario—. Y mando a hacer un montón de veces ese armario.

—Puso mucho esfuerzo entonces —camino hacia la cama y me meto en las cobijas—. Me gusta la habitación.

—Eso es bueno, porque sino habría mandado a hacerlo todo otra vez.

Sin saber que decir, y sintiéndome embriagada por la presencia de Ezra junto a mí dado que nunca había dormido con un chico en el buen sentido, normalmente era cuando tenía 6 o 7 años cuando tenía una pesadilla y alguno de mis padres venían a verme.

—Gracias por quedarte —la voz me sonaba pesada y somnolienta.

—Lo que sea para que estés bien Fen

Me acomodo quedando frente a el y cerrando los ojos para volver a sumirme en un océano de sueños donde unos ojos azules zafiro me miraban preocupados.

Fenrir.   EN ESPERA HASTA NUEVO AVISODonde viven las historias. Descúbrelo ahora