1:9

2.5K 242 357
                                    


Piel. Sentía su tacto suave y firme por todo su cuerpo. Miles de caricias estimulando todas sus terminaciones nerviosas, haciéndole estremecer. Sentía sus manos, sus labios carnosos, su lengua hábil recorriendo cada centímetro de su cuerpo. Se sentía morir. Enterró sus dedos en su sedoso cabello, tironeando apenas para llevarlo a su boca; la sensación de su lengua invitando a la suya a jugar y enredarse era demasiado.

Todo estaba difuso, destellos nítidos dentro de una niebla compacta. El chico que le estaba llevando al límite, a veces, no tenía cara, pero siempre tenía nombre. Siempre era él.

Raoul. Raoulraoulraoul.

Debió llamarlo, pues el aludido lo miró con intensidad antes de volverle a devorar la boca. Sintió cómo sus besos húmedos descendían por su piel hasta que Raoul tuvo que arrodillarse frente a él para seguir bajando.

Sentía calor y electricidad y una fuerza densa, oscura y líquida acumularse en su centro. Su cuerpo se tensó, solo podía ver esa sonrisa traviesa relamiéndose antes de engullir su erección por completo. Y aquella visión, aquella sensación, fue demasiado. Se deshizo en una explosión blanca que lo arrasó todo; solo podía pensar en su nombre.

- Raoul.

Abrió los ojos sobresaltado con un jadeo, la garganta seca, la respiración errática, su cuerpo empapado en sudor. Tardó unos segundos en ubicarse, y entonces, las imágenes volvieron a él, tan nítidas, tan reales. Fue en ese momento cuando se hizo consciente de la humedad en sus pantalones y la vergüenza hizo acto de presencia. Aun en soledad, se sentía humillado, traicionado por su propia mente y su propio cuerpo, llevándolo en sueños allí donde no se permitía ir despierto; allí donde sabía que jamás debía llegar.

Se levantó de la cama asqueado por la sensación viscosa y mojada en su entrepierna. Se sentía sucio, así que se dirigió directo a la ducha, esperando que el agua borrase sus pensamientos a la par que se deshacía de los restos de semen de su cuerpo, aunque sabía que no iba a ser tan fácil. Cada vez que su mente divagaba, acababa llegando a él: al chico de ojos tristes que sonreían al mirarle; al músico que sentía el arte de la misma forma que él y que interpretaba a Bach como si fuese algo propio; al seminarista que llegó para volver su mundo del revés; al único que había despertado en él deseo carnal hasta, indirectamente, provocarle un orgasmo; al chico que regresaba hoy.

Desde que se despidieron antes de las vacaciones, había estado aún más presente en sus pensamientos. Si se concentraba, todavía podía sentir su cuerpo contra el suyo, su mejilla sobre su hombro y ese pequeño suspiro, casi inaudible, agitando la tela de su camisa.

A veces pensaba que era una prueba que Dios le había puesto en su camino para demostrar su fe y su entrega; otras, sentía que Raoul había llegado para cambiarlo todo. La manera en la que se sentía cuando estaba cerca de él, y sobretodo, cuando no lo estaba, le hacían pensar en el destino. Y en lo que significaría dejar la iglesia, dejar lo que había sido su vida hasta ese momento. Pero entonces, volvía al punto número uno, y pensar en el destino y en una vida junto a Raoul, significaba estar fallándole a Dios.

- ¡Raoul!

El aludido giró sobre sí mismo buscando el origen de la voz. Su hermano Lorenzo avanzaba hacia él con paso ligero, maleta en mano.

- ¡Lorenzo! Feliz año -le saludó dándole un fugaz abrazo.

- ¿No has venido en tren? -quiso saber el otro seminarista.

- No, me trajo mi hermano Álvaro en su coche.

El viaje fue silencioso, y eterno. Álvaro podía notar el nerviosismo de su hermano pequeño, por lo que decidió darle el tiempo y el espacio necesarios para que eligiese hablar cuando quisiera, si así lo deseaba. Sabía que obligándolo a conversar solo empeoraría las cosas. Raoul estuvo a punto de contarle sus planes una decena de veces a lo largo de las vacaciones, pero, sin saber muy bien porqué, sentía que lo correcto era comunicarlo en el seminario primero. Hablar con su director espiritual y esperar que lo entendiera antes de ir a su habitación a recoger sus cosas. El reencuentro y la despedida con Agoney era algo que ni siquiera se atrevía a imaginar. Hablar con su hermano haría la decisión real antes de tiempo, y no estaba preparado.

PrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora