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Para Charli (xDontBeSoShyx @GargantaLlenaDeHiel ),

Ella sabe porqué.

*

Pasaba las manos por la partitura una y otra vez, como si a través del tacto fuese a memorizarla mejor, absorbiendo las letras y las notas a través de la piel. No quería depender de la hoja para cantarla, quería poder interpretarla con la libertad y la seguridad que da saberse la letra a la perfección. Creía que lo tenía. Había estado repasando en cada descanso entre clases y de camino al comedor, canturreándola en un susurro para no desvelar su elección.

Aún no estaba completamente seguro de estar haciendo lo correcto. Tenía miedo de la reacción hacia su canción, sobre todo si leían más allá de una melodía bonita y relacionaban la letra con él o su historia.

Suspiró, volviendo a leer el título y la primera estrofa. Era esa, no podía no cantarla. La conocía desde hacía tiempo, pero no fue hasta las últimas navidades cuando la escuchó de verdad. Iba en el coche con Álvaro y tuvo que inventarse una excusa para explicar sus lágrimas. La letra, la música, la voz, todo, le habían atravesado el pecho y se habían clavado hasta el fondo en el corazón. Le hablaban a él, y hablaban de él.

Inspiró con fuerza, dándose ánimos mentalmente. Se aseguró de tener la copia para Agoney antes de salir de su dormitorio y se dirigió al aula de música con paso firme. Sabía que el sacerdote estaba expectante por conocer lo que iba a cantar, y parte de sus nervios eran a causa de su posible reacción. Solo esperaba que no se enfadase.

- Buenas tardes -saludó Agoney al grupo mientras cerraba la puerta del aula-. No saben las ganas que tenía de empezar este proyecto con ustedes.

Solo obtuvo risas nerviosas como respuesta.

- ¿Cómo lo llevan?

Todos los coristas respondieron a la vez, mezclando sus voces y sus palabras.

- Bueno...

- No lo llevo.

- Yo...

- Bien.

- Más o menos.

- A ver -interrumpió Agoney, levantando las manos. Una vez había recuperado la atención de todos, volvió a hablar-. ¿Quién trajo la canción?

Apenas cuatro manos se alzaron en el aire.

- ¿Solo ustedes cuatro? -preguntó sorprendido- Y, ¿que les pasó a los demás? Tuvieron una semana.

Doce voces volvieron a contestar al unísono. Esta vez, Agoney los paró al instante.

- ¿Saben qué? No me interesa -rió con despreocupación-. Los doce que no tienen canción van a usar el tiempo de este ensayo para ir a la biblioteca, o sus dormitorios, y van a encontrar una canción que les guste y el viernes traerán, al menos, la letra aprendida, ¿de acuerdo? -todos asintieron- Bien, pues ya pueden irse.

Los seminaristas se miraron un poco desconcertados, pero los doce acabaron recogiendo sus cosas y abandonando la sala en silencio. Una vez la puerta volvió a estar cerrada, Agoney se dirigió a los cuatro coristas restantes.

- Gracias por hacer el trabajo -les sonrío-. Como no tiene mucho sentido hacer la clase como la tenía pensada, podemos ver qué canciones trajeron, tocarlas una o dos veces y les dejo el resto de la tarde libre para hacer lo que quieran, ¿qué les parece?

Todos murmuraron un «bien», aunque no creían que tuviesen opción a decidir una alternativa.

- Estupendo. Pues elijan un orden, el cuarto se quedará hasta e final; pero al ser tan poquitos, tampoco será mucho rato.

PrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora