CHAPTER 19

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Fukase no cometió ninguna estupidez en toda la tarde, sin embargo, Oliver y él se separaban seguido de mí para hablar, sospechaba que tenía relación con la madre del rubio y que cuando me fuera harían algo que nos dejaría a merced de los investigadores por lo que llamé a mis padres para que me pudiera quedar en casa de Oliver a pasar la noche. Ellos aceptaron sin cuestionar, conocían muy bien a su familia y adoran al rubio.

Tarde en la noche, alrededor de las cuatro, es cuando desperté de una pesadilla, Fukase, que dormía junto a mí, no estaba en la habitación así que rápidamente me levanté del colchón que nos habían prestado y salí en busca del pelirrojo desaparecido, siempre temiendo lo peor. Vagué por toda la casa excepto la habitación de la madre de Oliver y el sótano, si las películas de terror me enseñaron algo es a no ir a un sótano sola, ni de noche, ni con una linterna, había descartado esos lugares debido a que no podía acceder a ninguna de las dos habitaciones. "Sólo queda afuera" pensé. Apoyé mi oreja contra la puerta para escuchar, se oían sollozos y una voz que sólo podía pertenecer al pelirrojo.

—Él la quiere muerta, ella no quiere más sangre, él sufre y ella se siente muy mal por verlo pelear con esa, ella es única en el universo... qué hacer, qué hacer... —repetía, casi mecánicamente, como si no sintiera nada. Abrí la puerta evitando generar cualquier ruido, él parecía distraído con algo, al acercarme pude ver sus muñecas bañadas en sangre y un cuchillo ensangrentado a sus pies, parecía haber llorado mucho. Me arrodillé detrás de él y abracé su cuello, podía sentir su característico aroma mezclarse con el de la sangre.

—Deja de cortarte, tus brazos son más cómodos si no están sangrando —susurré, él levantó el cuchillo del pie de la pequeña escalera y abrió un nuevo corte.

—Lo siento Flower... no quiero preocuparte, es sólo que... me siento tan vacío... y tampoco puedo distinguir si estoy vivo, me siento como una carcasa... pero las heridas duelen... duelen mucho y quiero gritar de dolor, pero es que... no me gusta el frío, se siente frío sin ti... y se siente frío cuando sé que la decisión equivocada podría hacer que me abandones... no quiero estar sólo con ese viejo otra vez, él me trata muy mal y no me gusta... tampoco quiero quedarme solo en la escuela, esas zorras me molestan mucho y yo... sólo pienso que estarían mejor bajo tierra, calladas. Si no estuvieras yo sólo haría desastres y eso enojaría a mi viejo y me tiraría al barro a dormir ahí, Sora no siempre está para ayudarme y tampoco puede hacer mucho, así que dormiría en la suciedad, me bañaría con agua helada y todos se reirían de mí por ser un asco. Probablemente terminaría suicidándome cuando no tuviera a nadie a quien acudir... —él descansaba como anteriormente había estado en el regazo de la rubia de puntas azules, su sangre dejando enormes manchas en nuestras prendas, él permanecía con los ojos cerrados mientras quitaba su cabello de su cara cuidadosamente— Quiero alegrar a Oliver para que también seas feliz... Pero te molesta que mate gente. ¿Qué te haría más feliz? —susurró, "pobre niño inocente" pensaría cualquiera al verlo y, en efecto, así era, un niño incapaz de ver el mundo como el resto sin un "alguien especial" que lo quiera de la misma manera que él, incondicionalmente, pero que hasta entonces es maltratado y despreciado por el resto. Levanté un poco su cabeza y planté un beso en su frente y otros dos en sus coloradas mejillas.

—No llores por esto ni intentes cortarte otra vez ¿entendido? Es doloroso ver que a pesar de ser diferente sufres igual... no te lastimes ¿ok? Si te duele separarte de mí... a partir del próximo fin de semana estaremos juntos para todo —sus ojos carmín, siempre distantes y carentes de vida, se iluminaron, semejantes a dos brillantes rubíes, él se acomodó en mis brazos y rodeó mi cuello con los suyos, podía sentir gotas de sangre viajar hasta mi espalda mientras nuestros labios estaban unidos en un maravilloso beso. Al retroceder para recuperar el aire él nos volvió a unir, como si no quisiera que ese instante acabara. Al separarnos definitivamente él preguntó otra vez.

—¿Qué debo hacer para que seas feliz?

—Lo que consideres mejor para mí —él asintió y se levantó, tomó también el cuchillo, a esperar por mí en la puerta, lo mejor que podíamos hacer para limpiar sus heridas era echarles alcohol pero sin dudas le ardería como si se quemara vivo teniendo en cuenta la cantidad y tamaño de los tajos en sus brazos así que opté por echar sólo un poco de alcohol en el trapo y humedecerlo por completo con agua, él reclamó que no tenía que hacer tal cosa pues era él quien se había hecho los cortes, no obstante, él no insistió al ver que me importaba más limpiar las heridas y así evitar que se infecten a discutir con él sobre quién debía hacerse cargo. Luego de limpiarlas saqué una toalla para las manos que tenía en mi bolso y cubrí uno de sus brazos con ella, para que no se le cayera utilicé cinta adhesiva, su otro brazo seguía descubierto así que decidí quitarme las vendas que no tenían razón de estar en mis brazos y envolví el suyo, quizá no era lo más higiénico pero hasta que pudiéramos obtener vendas nuevas esto era lo que podíamos hacer.

—Gracias... enserio, gracias mi bella flor... no puedo ya contar cuánto te debo... sólo sé que mi vida y mucho más... —susurró, lágrimas de alegría rodando por sus mejillas, no podía decir con palabras lo que quería responder así que lo abracé, lo abracé como si nunca fuese a volver a ver a ese loco enamorado, no podía entender por qué a pesar de su cuerpo ser tan cálido él lo sentía frío pero en este momento ni a él le importaba, pues las manos que me tomaron de la cintura me respondieron que todo lo que necesitaba era sentir mi calor así como yo el suyo. Esas mismas manos bajaron a mis glúteos para apretarlos.

—Algún día deberías usar algo ajustado... tus atributos traseros no se lucen si llevas pantalones flojos —sonrió, es bueno que se sienta mejor ahora.

Mía y de Nadie Más <<Flokase>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora