Paraíso Tristeza

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«Camila dio con la calle donde se encontraba el hotel de paso a las diecisiete horas con quince minutos: faltaba una hora exacta para la cita. Al otro lado de la avenida había un centro comercial, por lo que Camila decidió entrar en él para esperar el tiempo justo y adquirir un ramo de flores, una botella de vino, un cuarto de queso y pan, sin olvidar un par de chocolates o cualquier cosa con azúcar que endulzara su paladar: “De seguro es la presión”, pensó Camila. Su botella con agua estaba vacía, así que también aprovechó para comprar una nueva. 

»La compra de alimentos no le tomó más de veinte minutos, por lo que entró en una tienda de discos y buscó algo interesante para Santiago. No halló nada que la convenciera, así que siguió caminando hasta que se encontró frente a una librería: “Aquí de seguro encontraré algo”, pensó, por lo que una vez adentro echó un vistazo a la mesa de novedades, sin hallar algo interesante o que no estuviera ya en los estantes de casa. Se dirigió al anaquel que tenía el letrero de saldos y encontró un par de libros que, Camila lo sabía, Santiago buscaba desde hacía tiempo: Extraña forma de vida y Una casa para siempre, ambos de Enrique Vila-Matas, uno de sus autores preferidos. 

»Vaciló entre uno y otro. No le resultó atractiva la idea de comprar ambos. Pronto vino a su mente un recuerdo vago, de esos que se guardan en lo más profundo de la memoria y que, en el tiempo justo, se manifiestan: Extraña forma de vida era, también, el título de una de las canciones más famosas de Amália Rodrigues, la cantante de fado preferida de Santiago, y eso fue todo lo que necesitó para dejar el otro libro en el estante y dirigirse a la caja. La envoltura le pareció de muy buen gusto y eso la puso de buen humor. Antes de salir de la librería, Camila preguntó la hora al cajero: se acercaba ya el tiempo, por lo que se apresuró a salir del centro comercial, abordó su automóvil y cruzó la avenida. 

»La puso nerviosa entrar sola a un hotel de paso, a pesar de estar acostumbrada a ellos. La puerta automática del garaje de su habitación se cerró a las dieciocho horas en punto. Le quedaba el tiempo justo para montar los alimentos en la mesa pequeña de la habitación, colocar las flores, descorchar el vino y hacerse los últimos arreglos. Quería que en cuanto Santiago entrara, se llenara de deseos por tenerla entre sus brazos. 

»Intentó por última vez ir al baño pero no hubo gran mejoría con su digestión, que solía ser lenta y dificultosa, así que se sintió bien por no haber ingerido alimentos pesados durante el día. Cuando encendió las luces del espejo del baño, timbró el teléfono de la habitación. “¿Desea ordenar algo del restaurante o del bar, señorita?”, dijo la voz del otro lado, a lo que Camila contestó que no, y pidió que los dejaran en paz el resto de la noche y de la madrugada. Antes de regresar a mirarse en el espejo, contempló la habitación por completo desde la puerta del baño. Le pareció de no mal gusto, era muy agradable la decoración y estaba más que limpia para ser el tipo de habitación que era, la consideró apropiada para festejar quince años de eso que llamaban “su cariño”. Aunque demasiado distraído, Santiago procuraba cuidar el mayor número de detalles para que ella se sintiera confortable. 

»Pronto llegaría su hombre y eso la entusiasmaba; después de todo, la última vez que lo vio y cruzó palabra con él fue la noche de ayer, antes de quedarse dormidos. Cuando Camila por fin estuvo de regreso frente al espejo, miró una hermosa sonrisa en su rostro y le pareció increíble que, después de tantos años, fuera natural. 

»A las dieciocho horas con treinta minutos, Camila sintió una rara excitación, a la que le siguió un halo de tristeza y las primeras punzadas previas al coraje. “Olvidó, por primera vez, la fecha de la celebración de nuestro cariño”, pensó Camila sobre Santiago. Tomó su celular y marcó a casa, en donde sólo se encontró con la máquina de mensajes. Lo intentó dos veces más. Después marcó al celular de Santiago y se encontró con el mensaje que avisa que está apagado el equipo o que el usuario se halla fuera del área de servicio. 

El libro de SantiagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora