Camila

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Santiago está recostado sobre las sábanas y cobijas distendidas, sobre la cama de ese hotel de paso. Es diciembre, se encuentra fuera de la ciudad y hace frío. Piensa qué es la literatura. Sobre todo piensa en el problema de la realidad y la ficción, pero por más que ha pensado en ello, le parece un tema complicado. De hecho le parece una pregunta falsa, un problema que alguien inventó para molestar. Pero en realidad lo que preocupa a Santiago es un recuerdo, la memoria ahora presente de una conversación que tuvo con la mujer de la que está enamorado y con la que piensa pasar el resto de sus días. Tuvo ganas de usar esa memoria para escribir algo, un cuento… No sabía aún qué, y eso lo avergonzó. De alguna manera, el simple hecho de recordarla y querer hacer literatura de esa experiencia vital lo hizo sentir culpable, como un criminal, un ladrón, un asesino. Sin embargo, no por eso dejó de sentir ganas de escribir lo que ahora vagamente recordaba de su conversación con esa mujer. Incluso, sabiendo que se trataba de un recuerdo vago, sabía que haría modificaciones a su memoria, haría ficción de ella y tal vez, en un futuro lejano, muy lejano, cuando recordara de nuevo la conversación, era posible que lo hiciera cuando su memoria fuera ya una extraña revoltura de realidad y ficción, por lo que leería aquello como si todo hubiera sido verdad, o como si todo hubiera sido mentira, no importaba; para entonces habría dejado de importar. Pero, ¿no era siempre así la vida? ¿Acaso siempre se recordaba de manera fiel, total, certera? ¿No era la vida en gran parte puro lenguaje? ¿No era la vida, a veces, las más, sólo un conglomerado de palabras y no más que eso? ¿No era la vida nada sino tiempos verbales confusos? 

Sin embargo, Santiago no dejó de sentirse moralmente incómodo por recordar esa conversación con Camila y por tener ganas de reproducirla en ficción. ¿Para qué quería hacer eso? ¿Para entenderse, para burlarse, para autoinmolarse? ¿Para salvarse? 

Sentía que le faltaba al respeto a esa mujer al querer hacerlo, pero ya no había camino de regreso, en su mente ya se perfilaba el inicio del texto, ya comenzaba a ver qué recursos del recuerdo real utilizaría y cuáles no, cuáles recordaría de cierta manera y cuáles reinventaría para efectos de la narración. Santiago sabía que estaba condenando su cariño por esa mujer al terreno de lo inexistente, al terreno de la ficción. Y esto le dolía, lo desgarraba por dentro. Al recordar esa conversación, al querer escribirla, aplicaría una extraña racionalidad a su memoria y los sentimientos asociados a ella. 

Era muy sencillo: una vez escrita esa conversación, Camila estaría fuera de él, y la reapropiación de su cuerpo, de su voz, de su olor, de todo lo que significaba ella, sería a través de la lectura de ese texto. Y no se trataba de luchar contra la verdad, pues la realidad se imponía, pronto dejaría de estar con esa mujer, Camila se iría por muchas otras razones y no por la estúpida redacción de un texto, él lo sabía; se trataba de cómo Santiago pensó que la verdad de lo que pensaba y sentía sobre ella transitaría mejor en el terreno de la ficción que en el de la memoria real, lo que quiera que signifique real, lo que quiera que signifique verdad y lo que quiera que signifique ficción. Y todo esto nada tenía que ver con la literatura. 

—¿Crees que después de todos estos años debamos seguir creyendo que tenemos una vida juntos, Jacobo? —dijo la mujer mirando la lluvia caer sobre el mar. 

—¿Por qué lo dices, Constanza? Tú nunca haces ese tipo de preguntas. ¿Estás bien? ¿Te ha puesto nostálgica la lluvia sobre el mar?, ¿es eso? —dijo el hombre que intentaba escribir algo sobre un cuaderno de pastas rojas. 

—Puede ser, pero... en serio, Jacobo. Sabes que te quiero pero, ¿crees en verdad que tenemos una vida juntos? ¡Una vida, por Dios! Eso que se supone que tenemos. 

—... 

—Jacobo... no seas así. Hazme un poco de caso. 

—Pienso, Constanza. No sé qué decirte. Tú nunca has sido así. Nunca preguntas ese tipo de cosas. 

El libro de SantiagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora