Sola

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¿Hay algo mejor que despertar abrazada a tu esposo, mientras escuchas el canto de las aves y el sonido que hacen las olas del mar?

No, no lo creo.

Y es que cuando me levanté, al día siguiente de nuestra boda, mi amado compañero me sorprendió al entregarme los boletos de avión para nuestra luna de miel, la cual se llevaría a cabo en las paradisíacas costas de Jamaica.

No voy a mentir, me preocupaba mucho que él tuviera otra recaída durante el viaje y por tal motivo me mostré renuente a aceptar su idea; pero al final, como siempre, Terry logró convencerme con sus hábiles tácticas de seducción.

Al día siguiente, a las 7 de la mañana, abordamos el avión que nos llevaría a la Isla Caribeña y una vez que arribamos al aeropuerto de Bahía Montego, mi esposo y yo nos desplazamos hacia la playa "Siete Millas, en la ciudad de Negril, para hospedarnos en un lujoso hotel ubicado a orilla del mar.

Tengo que reconocer que este sitio superó, por mucho, todas mis expectativas y es que la arena blanca, junto con el color turquesa de sus aguas, me enamoraron por completo; tanto, que me duele pensar que muy pronto tendré regresar a mi ajetreada rutina en la ciudad.

Pero al menos por hoy, intentaré no pensar en eso.

- Pecas, ¿qué haces ahí? - Me pregunta Terry, al descubrirme sentada al pie del ventanal, observando el divino paisaje que tengo frente a mis ojos.

- Estoy contemplando el mar...

- Ven, vuelve conmigo - Murmura, palmeando el colchón.

- Ven por mí - Le respondo, mostrándole una sonrisa traviesa.

En el momento en que mi esposo hace señas de querer incorporarse de la cama, yo me levanto rápidamente de la silla y atravieso el umbral de la ventana, con el propósito de huir de él. Terry ni siquiera se molesta en correr, simplemente empieza a caminar detrás de mí, dando grandes zancadas, mientras que yo intento esquivar el camino de palmarecas que rodea el resort.

Cuando creo que ya le llevo suficiente ventaja, me giro hacia atrás, pero no logro verlo por ningún lado y luego de un par de minutos, me inquieto al pensar que algo malo pudo haberle sucedido en el camino. Es por esa razón que decido regresarme a la habitación, solo para cerciorarme de que él se encuentra bien.

Al momento de dar el primer paso, un par de fuertes brazos se enredan alrededor de mi cintura, alzando mis pies del suelo.

- Así que mi mujer se pone rebelde, ¿eh? - Murmura, muy cerca de mi oído.

- Yo nunca te dije que sería una esposa sumisa... - Contesto, sin poder aguantar la risa.

- En ese caso, tendré que enseñarte a ser más obediente – Al momento de decir esas palabras, su voz rasposa se vuelve irresistiblemente seductora.

- ¿Ah, sí?

Yo me giro hacia él y me quedo embobada contemplando sus cabellos castaños, completamente despeinados, que no dejan de moverse al compás del viento; así como ese bronceado perfecto que acentúa el azul intenso de sus ojos y sus rasgos varoniles.

- Eres una niña muy, muy mala y mereces un castigo - Susurra, rozando sus labios contra los míos.

Terry aprisiona mi rostro entre sus manos y me besa con extrema pasión, haciéndome perder el sentido del tiempo y del espacio en cuestión de segundos. Cuando logro recuperar la cordura, él ya me lleva entre sus brazos de regreso a nuestra habitación, donde sé muy bien que haremos el amor, tal y como lo hemos hecho durante los últimos 6 días desde que llegamos al hotel.

Acaricia mi almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora