Amárrame

317 41 4
                                    

A las siete de la noche en punto, escucho que tocan el timbre y me levanto en automático para ver de quién se trata. Al salir de mi habitación, recorro la sala dando de tumbos con los muebles hasta llegar a la puerta y al momento de abrirla, me encuentro con mi mejor amiga, quién sostiene una botella de tequila entre sus dedos.

- Candy, ¿aún no te has metido a bañar? – Me pregunta, bastante sorprendida.

- Apenas son las 7...

- Sí, pero conociéndote y conociéndome, vamos a necesitar mínimo dos horas para arreglarnos.

Un gruñido sale de mi boca y haciendo caso omiso de mi amiga, me regreso a la sala para aventarme en el sillón.

- ¡Candy!...

- Báñate tú primero y déjame descansar unos minutos más, te juro que estoy molida... Hoy tuve un día terriblemente pesado.

Ella se dirige a la cocina, en lugar de meterse al baño como se lo sugerí y saca dos vasos tequileros de la alacena, los cuales llena hasta el tope; luego regresa a la sala y se acomoda en frente de mí.

- Siéntate...

Otro gruñido se escapa de mi garganta en señal de protesta, pero al ver que no surte el efecto deseado, termino haciendo lo que mi amiga me ordena.

- Tómatelo - Me dice, dándome uno de los vasos con tequila.

- Es muy temprano para comenzar a beber...

- ¡Tómatelo, con un demonio! - Insiste y yo la obedezco.

Conforme el tequila va bajando por mi garganta, siento como va quemando todo a su paso.

- ¡Mierda! Te juro que esta cosa me escaldó la laringe.

- No seas exagerada.

Ella, haciendo caso omiso a mi comentario, sirve otra ronda igual y repetimos el ritual una vez más.

- Si vuelvo a terminar en el hospital, te juro que voy a patear tu trasero hasta que quede rojo e hinchado.

- Bájale dos rayitas a tu estrés que nadie va a terminar en el hospital.

Me gustaría darle un voto de confianza a mi amiga, pero conociéndola y conociéndome, sé que es mejor esperar lo peor.

Varias horas y varios shots de tequila después, Annie y yo ya estamos bañadas, cambiadas, maquilladas, perfumadas y listas para nuestra noche de fiesta.

Antes de salir del departamento, me doy un último vistazo al espejo para comprobar que todo se encuentra en su lugar. Nunca me he considerado una belleza deslumbrante, como lo insinuó el Sr. Grandchester hace unas horas; de hecho, hay varias cosas de mi físico que no me gustan, como mi estatura baja, el montón de pecas que cubren mi rostro y parte de mi torso, o mi nariz pequeña y respingada.

"Nadie está conforme con lo que tiene", dirían por ahí y yo siempre he creído que esa es una verdad universal, absoluta e indiscutible que pude comprobar hace escasos minutos, cuando Annie elogió mis grandes pechos y se quejó de los suyos. Lo que ella no sabe, es que para alguien de mi complexión, unos senos grandes, más que una bendición, son una tortura. Aparte de mis pechos, sé que mi amiga también envidia mi cabello rubio, rizado y alborotado; pero lo cierto es que yo mataría por tener su cabello negro, lacio y sedoso.

Dejando a un lado mis complejos, comienzo a observar detenidamente mi apariencia. A petición de Annie, me he puesto un chiquivestido morado que tiene un escote profundo, muy, muy profundo y he decidido utilizar las zapatillas más altas que tengo en mi clóset. Llevo el cabello suelto, a diferencia de cómo lo utilizo normalmente para ir a trabajar y mi maquillaje es bastante cargado, con un efecto ahumado en los ojos que hace resaltar su color verde azulado y que se equilibra con mi labial en tono rosa cuarzo.

Acaricia mi almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora