La visita

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- Buenos días Sr. Grandchester, ¿cómo amaneció hoy? – Saludo, al entrar a "la habitación del terror", nombre que le han dado mis compañeros después del maltrato que han recibido en los últimos días, por parte del hombre que en este momento la está ocupando.

El señor amabilidad ni siquiera se molesta en devolverme el saludo, simplemente me muestra su más descarada mueca de disgusto y voltea el rostro hacia otro lugar.

- Yo también amanecí muy bien, gracias. – Le contesto, en respuesta a la pregunta imaginaria que me hubiera gustado que me hiciera.

El hombre rueda los ojos y yo trato de no reírme en su cara; ya que su actitud tan infantil, lo hace lucir ridículo a sus 34 años de edad.

- Espero que hoy se encuentre de mejor humor, ya que me gustaría platicar con usted algunos minutos.

- Creo que el día de ayer fui lo suficientemente claro con usted.

- Lo mismo podría decirle...

Él voltea a verme, mostrándome una mirada desafiante - No necesito que nadie venga a lavarme el cerebro con su filosofía barata.

- No es filosofía barata, Sr. Grandchester... Usted necesita ayuda para aceptar todo lo que le está sucediendo.

- Patrañas...

Me acerco muy despacio hasta la silla que se encuentra a un lado de él y tomo asiento. Después saco una pequeña libreta de mi bolsillo y un lapicero.

- Tengo entendido que para iniciar una sesión, el paciente tiene que dar su aprobación.

- Así es.

- Yo no la he dado...

- Esta no es una sesión, es más bien... Mmm... una plática de amigos.

- Amigos, ¿eh?

- Sí, amigos.

- Bien Candy. Supongo que puedo llamarte Candy, ahora que ya eres mi "amiga"...

- Por supuesto, usted puede llamarme de esa forma, si así lo desea.

- Oh, no, no, no. No me hables de usted, estoy consciente de que ya no me cuezo al primer hervor, pero tampoco soy tan viejo.

- Está bien Terrence...

- Terry, llámame Terry.

- Cuéntame, Terry, ¿cómo te has sentido hoy?

- Jodido...

Una sonrisa se esboza en mi rostro, al escuchar su respuesta tan... sincera.

- Y tengo una maldita comezón en el trasero que ya no puedo soportar más.

Mi rostro se sonroja al instante en que sus palabras entran en mis oídos y ahora es él quien sonríe de manera maliciosa.

- No te molesta si me rasco enfrente de ti, ¿verdad? Después de todo, ya eres mi amiga.

- ¡Oh, por Dios! ¡Por supuesto que no! Me voy a retirar un momento de la habitación, para que puedas encargarte de "tus asuntos".

Me levanto de la silla, con toda la intención de salir huyendo de ese lugar y mientras camino hacia la puerta, puedo escuchar que de su boca brota una ruidosa carcajada.

- Tranquilícese Srta. White, ya habrá tiempo de encargarme de mi trasero - Me dice, aun riendo.

Yo volteo hacia donde él se encuentra y me sorprendo al descubrir a un hombre totalmente diferente al que me encontré cuando ingresé a la habitación. En este momento, el Sr. Grandchester luce radiante, pero sobre todo, luce feliz.

Acaricia mi almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora