Capítulo 1

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Loves Bridge, 1617

1 de abril - He visto al duque de Overland en Cupid's Inn. ¡Santo cielo! Es tan guapo... Mi amiga Rosaline me ha dicho que él no quiere tener ninguna relación conmigo, pues su madre no se lo permitiría bajo ningún concepto, pero yo tengo más y mejor información. Sé que voy a ser la nueva duquesa.

-del diario de Isabelle Dorring

Londres, mayo de 1817

-Ha puesto a mi hija en un compromiso, Overland. Tiene la obligación de pedirle la mano. -Barnabas South resopló y levantó su hundido mentón-. Inmediatamente.

El murmullo constante de la atestada sala de lectura de White's cesó de repente. Jack habría estado dispuesto a jurar que todos los caballeros presentes tragaron saliva y contuvieron la respiración al mismo tiempo con tal de no perderse ni una palabra del sugestivo espectáculo que, sin duda, iba a tener lugar. Hubo hasta quien se atrevió a mirar por encima del periódico sin el menor disimulo.

Él los ignoró por completo.

-No.

Los ojos saltones de South se abrieron de par en par y sus carnosos carrillos empezaron a temblar como flanes.

-¿Qué... qué significa «no»?

-Pues que no me voy a casar con la señorita South.

Durante un momento, South se quedó con la boca abierta. Después bajó las cejas y frunció el ceño, pero justo antes Jack percibió un destello de pánico en sus ojos. No le cabía la menor duda de que el individuo había estado manteniendo a raya a sus acreedores con la promesa de que se iba a convertir pronto en padre de una duquesa.

¡Estúpido! ¿Acaso pensaba que era el primero que intentaba jugársela de esa manera al duque de Overland, el Duque sin Corazón, como le llamaban los bromistas?

Y eso cuando no les daba por llamarlo el Duque Maldito.

-¿Cómo puede ser tan cruel? La pobre chica está fuera de sí.

Jack se quedó mirando fijamente a South. Para su desgracia, tenía mucha experiencia a la hora de enfrentarse a los miembros más depredadores de la alta sociedad inglesa. Se trataba de una presa a la que no podían resistirse. En virtud de la maldición, si la mujer con la que se casara tenía un poco de suerte, concebiría un descendiente la noche de bodas y, nueve meses después, se habría convertido en una viuda muy, pero que muy rica.

Tenía claro que no iba a poner en peligro su vida para beneficiar a ningún South.

-¡No será capaz de destruir así la reputación de mi hija! -exclamó. Había cierta desesperación en la aparente jactancia del señor South.

El resto de los hombres presentes en la enmoquetada sala de lectura de White's se asomaron un poco más. Los libros y periódicos habían quedado definitivamente a un lado, y nadie pretendía siquiera simular lo más mínimo que no estaba interesado en la conversación. Las miradas pasaban de Jack a South constantemente.

Y ahora todas estaban fijas en Jack.

-Dado que su hija carece de reputación, no hay nada que destruir, South.

Hubo una repentina exclamación colectiva salpimentada con bastantes risitas, algunas controladas, pero la mayoría no.

South tuvo el buen juicio de no discutir la afirmación de Jack.

-Se le romperá el corazón.

Intentaba agarrarse a un clavo ardiendo. La muchacha no tenía corazón, lo cual, para muchos, la convertía en la pareja perfecta para el Duque sin Corazón.

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