Capítulo 16

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25 de junio de 1617

  Jack ha vuelto a Loves Bridge. Vino a verme nada más llegar. Pobre hombre. Su horrible madre está intentando obligarle a casarse con la hija rica de un duque, pero él no acepta la unión. Soy la mujer a la que ama y, me sonrojo al escribir esto, esta tarde me ha demostrado hasta qué punto. Jamás imaginé que algo que suena tan desagradable cuando se habla de ello pudiera ser tan maravilloso. Ahora estoy plenamente casada, salvo en los papeles.

  —del diario de Isabelle Dorring

  «¡El muy canalla! ¡Será sinvergüenza! ¡Es un delincuente, un maldito aprovechado!»

  Elsa andaba sin parar de un lado a otro de su dormitorio. Había ido allí para arrojarse en la cama y dejar que su corazón sollozase, pero en el momento en que llegó a las escaleras, las lágrimas dieron paso a una furia desatada.

  ¡El muy calavera! ¿Cómo se atrevía a pedir su mano después de dar vueltas por los suelos con una chica de Londres medio desnuda hacía solo unos días? ¡Qué asco!

  El dormitorio era demasiado pequeño para albergar su rabia, así que pasó a la habitación a la que había trasladado el cuadro de Isabelle Dorring.

  —Hiciste bien al lanzar la maldición a todos los duques de Overland —dijo dirigiéndose al retrato—. ¡Son despreciables!

  ¡Y pensar que hasta había sopesado durante algún momento la vergonzosa propuesta del duque! Debía haberse reído de ella a mandíbula batiente, encantado de haberla conducido a un comportamiento inadecuado gracias a sus trucos de mujeriego empedernido. Habría sido el colmo que hubiera aceptado su oferta de matrimonio. ¿Qué habría sido de él?

  Y lo que era aún peor, ¿qué habría sido de ella?

  Cerró los ojos y recordó con lacerante claridad la sensación de sus labios sobre los suyos, el tacto cálido y húmedo de su lengua, el peso de su cuerpo presionándola contra la puerta…

  Se echó atrás y se apoyó sobre el enorme armario de la habitación. De repente había perdido la fuerza en las piernas, y su cuerpo traicionero temblaba de deseo. Deseaba con todas sus fuerzas que él estuviera allí para…

  ¡Por Zeus! ¿Qué le estaba pasando? ¿Acaso el malvado duque la había convertido en una cualquiera que lo deseaba con todas sus fuerzas a pesar de odiarle? ¡No, por favor! Si estuviera ahí ahora lo abofetearía y le daría patadas en las espinillas. Hasta lo ahogaría con su pañuelo. Lo arrastraría al dormitorio, lo ataría a la cama y…

  ¡Diantre! ¿De dónde sacaba esas ideas?

  Respiró profundamente. Puede que si lograra mantener a raya el malhumor sería además capaz de contener el resto de las emociones que, para su desesperación, también la inundaban. Se obligó a sonreír. Calma. Necesitaba estar en calma, y pensar en cosas que la calmaran. Como por ejemplo en copos de nieve cayendo al suelo despacio. O en rayos de sol filtrándose entre las ramas y las hojas de los árboles.

  No siempre había sido capaz de controlar su enfado. Cuando era niña gritaba, lanzaba cosas contra el suelo, tiraba del pelo a Susan y estropeaba los dibujos favoritos de Ruth. Pero desde entonces había aprendido a controlarse. Ahora nunca perdía los nervios, fuera cual fuera la provocación. Estaba muy orgullosa de su capacidad de control.

 Estaba muy orgullosa de su capacidad de control

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