10 de mayo de 1617
Hoy me encontrado con la duquesa por el paseo del pueblo. Le he dado los buenos días con mucha educación y simpatía, pero ha pasado por mi lado sin mirarme siquiera, la muy bruja. Que se prepare cuando me case con su hijo. Va a lamentar su mala educación, ya lo verá.
—del diario de Isabelle Dorring
El duque se marchó inmediatamente después de contestar a las preguntas que le hizo Mérida. Por supuesto, salió a colación que Elsa y Jane también optaban a cubrir la vacante.
—Chicas, no me cabe en la cabeza que no queráis casaros —dijo la señorita Gertrude mirando al duque mientras se alejaba—. Los hombres son muy eh..., entretenidos.
Elsa habría jurado que el duque aceleró el paso, desapareciendo de la vista inmediatamente.
—Tú no estás casada —dijo Mérida, con un tono de terquedad poco habitual en ella.
¿Por qué querría Mérida también vivir en Spinster House? Jamás había dicho antes que quisiera quedarse soltera de por vida.
Bueno, la verdad es que tampoco había mencionado que quisiera casarse. De hecho, se había mostrado poco receptiva a la hora de acudir a las numerosas fiestas de sociedad a las que era invitada. Pero, por el amor de Dios, era hija de un barón. Por supuesto que podría casarse, y muy bien, e irse fuera del pueblo, a Londres, por ejemplo. Era lógico no querer verse confinada el resto de su vida en Loves Bridge, trayendo al mundo un niño detrás de otro, escuchando siempre los mismos cotilleos, viendo a la misma gente y haciendo las mismas cosas un día tras otro, hasta que llegara el de morirse para ser enterrada junto a sus antepasados.
—Puede que no haya tenido un hombre en mi vida hasta ahora —dijo Gertrude—, pero...
—Pero yo creo que lo que debemos hacer ahora es planificar las fiestas, que para eso hemos venido —cortó rápidamente Viola Latham—. Malcolm no va a estar así de tranquilo todo el tiempo. —Como queriendo subrayar lo que decía su madre, Malcolm empezó a protestar, probablemente como reacción a un discreto golpe propinado por ella misma—. Le están saliendo los dientes, ya sabéis.
A Malcolm le llevaban saliendo los dientes dos meses, desde que empezaron las reuniones para preparar la fiesta. Todavía no le había salido ninguno, pero era una excelente excusa para cortar de raíz cualquier debate, al menos según su madre.
Gertrude respiró por la nariz y lanzó una mirada incisiva a Elsa.
—Habríamos avanzado mucho más si todo el mundo hubiera llegado a tiempo.
«Todo el mundo» se volvió a mirarla, y notó distintos grados de especulación en sus expresiones.
—Solo he estado ayudando a su excelencia a colocar los anuncios para la vacante en los lugares adecuados. En la mayor parte de los casos, no sabía dónde ponerlos ni a quién preguntar.
—¡Qué considerada! —exclamó Viola en tono jocoso, intercambiando una significativa mirada con Helena Simmons.
—Sí. No cabe duda de que te has convertido en su protectora —dijo Helena. El marido de Helena y el de Susan, una de las hermanas de Elsa, eran hermanos, y Helena y Susan se llevaban fatal—. Doy por hecho que también ayudaste al pobre duque, tan desamparado él, a encontrar la oficina de Wilkinson el otro día.
—Sí, sí, claro que lo hizo —confirmó Jane entornando los ojos y con expresión suspicaz—. Yo estaba allí, como siempre... Los vi, y yo diría que se llevaban bastante bien.
—También podrías añadir que prácticamente había convencido al duque de que me diera en ese mismo momento las llaves de Spinster House —recalcó Elsa. ¡Por Dios!, ¿pero qué diantres les pasaba? Todas ellas sabían que no tenía la menor intención de casarse.
ESTÁS LEYENDO
Fruto Prohibido
Historical FictionEl fruto prohibido es el más apetecido. Jelsa adaptación