Capítulo 5

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20 de abril de 1617

  Rosaline piensa que me va a romper el corazón, y María está de acuerdo con ella. Pero lo único que pasa es que las dos están celosas. Sé que el duque me ama. O se enamorará de mí muy pronto, si su madre no se inmiscuye. No me gusta nada esa mujer.

  —del diario de Isabelle Dorring

  —Lea la parte relevante, Wilkinson.

  Todos los interesados, es decir, el duque, Randolph, Jane y Elsa, habían tomado asiento en el despacho de Wilkinson. El duque tenía el ceño fruncido, lo cual claramente ponía nervioso a Wilkinson.

  ¡Maldita sea! ¿Por qué diablos quería Jane ocupar Spinster House? Nunca se lo había dicho.

  —Creo que encontrarás el párrafo que buscamos en la página tres —dijo fríamente Jane.

  Randolph la miró casi con rabia. Se caló los lentes y buscó en los papeles hasta encontrar la sección que ella había mencionado.

  Elsa era consciente de lo molesto que debía resultar vivir y trabajar con Randolph, pero Jane no se había quejado nunca, ni siquiera cuando Elsa y Mérida se metían con ella sobre la gran cantidad de tiempo que pasaba trabajando para su hermano. Jane siempre se mostraba muy tranquila, casi cohibida.

  Pero ahora no lo estaba en absoluto. Parecía como si quisiera arrancarle el corazón a Randolph con un cortaplumas y echárselo a los cerdos de la granja Linden.

  —Ah, sí, aquí está —Randolph se aclaró la garganta y empezó a leer—. «Sobre las vacantes en Spinster House. En el momento en que se produzca una vacante, esta debe anunciarse a todo el pueblo, de forma que todas las solteras puedan solicitarla. Si solamente hubiera una candidata, el duque de Overland le concederá inmediatamente el derecho de residencia por tiempo indefinido. Si, por el contrario, hay más de una candidata, todas ellas deberán tener igualdad de oportunidades a la hora de obtener la vacante».

  —¿Ha habido alguna vez más de una candidata, Wilkinson? —preguntó el duque, moviéndose algo inquieto en su asiento.

  Randolph le echó una mirada a Jane antes de responder.

  —No, su excelencia, nunca ha ocurrido eso —respondió indicando el libro de memorias—. He leído los asientos con mucha atención.

  —Siempre hay una primera vez para todo —dijo Jane—. Este es el caso.

  Elsa apretó los dientes con fuerza para no gritar. Jane no necesitaba establecerse en la casa tanto como ella. Era evidente que se veía obligada a vivir con su hermano, pero al menos disponía de su propia habitación y de su propia cama, claro. Y aunque Randolph pudiera ser bastante insoportable, y de hecho lo era, la situación de Jane era culpa exclusivamente de ella. Hacía años que podría haberse rebelado y, en ese caso, quizá Randolph hubiera buscado esposa.

  Sí, pero, ¿en qué situación habría dejado eso a Jane?

  ¡Cáspita! Elsa soltó un suspiro de incomodidad. No tenía ningún sentido pensar en algo que no había ocurrido. Mejor dedicarse a lo que estaba a punto de suceder.

  —Entonces, Randolph, ¿en qué debe basarse su excelencia para decidir entre las candidatas, es decir, entre nosotras?

  El duque no le dejó contestar, levantando la mano con mucha educación antes de ponerse a hablar.

  —Un momento, por favor. Wilkinson, antes de que conteste usted a la pregunta, que es de lo más relevante, dígame cuál es la manera más adecuada de anunciar al pueblo la vacante que se ha producido en Spinster House. No tengo ninguna intención de contravenir ni una sola coma de las reglas —afirmó con rotundidad y torciendo ligeramente la boca—. Si no lo hiciera así, las consecuencias para mi salud podrían ser... eh, funestas.

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