Capítulo 6

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25 de abril de 1617

  Ayer llegaron de Londres algunos de los amigos del duque. Los vi con él, paseando y riendo por el pueblo. ¡Qué caballeros tan agradables! Todo el mundo sabe que los amigos de un hombre dicen mucho sobre él.

  —del diario de Isabelle Dorring

  Jack, acompañado por Hiccup y Eugene, salieron de la oficina de Wilkinson con las notas que el abogado, o más bien la señorita Wilkinson, pues eran perfectamente legibles, había escrito para anunciar la vacante.

  —La señorita Wilkinson es muy atractiva —afirmó Eugene—. Si las mujeres de Loves Bridge se parecen a ella, no me cabe la menor duda de que encontraremos alguna de la que te puedas enamorar, Jack.

  —No tengo ninguna necesidad de que hagas el papel de casamentero, Eugene. —Si la posibilidad no resultara tan absurda, sería simplemente repugnante—. Además, has de saber que la susodicha es una de las mujeres que aspiran a convertirse en la próxima inquilina de Spinster House.

  —¿Lo dices en serio? —dijo Eugene, que se echó a reír y miró de nuevo hacia la casa. Los tres pudieron ver moverse las cortinas de una de las ventanas que se encontraban en las proximidades del escritorio de la señorita Wilkinson—. No tengo tan claro que esté hecha para la soltería —comentó ajustándose el sombrero de castor—. Es posible que yo pudiera facilitarte el trabajo eliminándola de la lista de aspirantes.

  —No en tres días.

  —¿Cómo? ¿De verdad crees que no soy capaz de encandilar a una mujer en ese tiempo? —dijo Eugene en tono desafiante cuando enfilaban el camino de vuelta.

  —Sé que ni lo vas a intentar. —Eugene podía resultar a veces un poco insoportable y despreocupado, pero nunca se le ocurriría jugar con los sentimientos de una mujer.

  —No lo sé. Este sitio se llama Loves Bridge. Cuando encontremos una mujer adecuada para ti, me sentiré libre para ocuparme de mí mismo.

  —Ya eres libre de hacerlo, y sobre todo sáltate la parte que tiene que ver conmigo —ordenó. Sabía que Eugene estaba de broma: lo habían dejado plantado casi frente al altar hacía solo unos meses.

  —Creía que habías renegado del matrimonio para siempre —dijo Hiccup.

  —Si puedo encontrar a una mujer capaz de acabar con la maldición de Jack, ¿quién dice que no pueda hallar otra que cure mis heridas sentimentales? —contestó encogiéndose de hombros—. ¿Y qué pasa contigo, Hiccup? ¿Me das permiso para encontrarte a ti también una novia entre la colección de doncellas de Loves Bridge? Pareces un poco solitario últimamente.

  —Ni lo pienses, estúpido.

  Llegaron al sendero de la iglesia. Era tan estrecho que los tres no podían caminar juntos, así que Jack dejó que Hiccup y Eugene se adelantaran.

  En el momento en que se adentró entre los árboles, la tranquilidad del bosque lo envolvió, y la tensión que lo abrumaba se relajó. Por primera vez en mucho tiempo dejó de sentir la presión continua en el cuello y la cabeza. En lugar del barullo de Londres, de las voces agudas de los comerciantes anunciando a voz en grito sus mercancías, o del ruido de los carruajes traqueteando en los adoquines, escuchaba solo el canto de los pájaros y el rumor de los animalitos al esconderse entre los arbustos. Respiró hondo. También el aire era distinto: olía a pino y a tierra en vez de a humo y a suciedad.

  Le pareció que Hiccup y Eugene también estaban sintiendo el encanto del lugar. Habían bajado la voz, como si hubieran entrado en una iglesia. Era...

  Jack tropezó con una raíz, pero recuperó el equilibrio antes de que Hiccup y Eugene se dieran cuenta y le tomaran el pelo. No era de extrañar que la señorita Arendelle casi se cayera ayer cuando pasaron por ese mismo camino. El sendero era bastante irregular. Había tenido suerte al ser capaz de sujetarla y evitar que se desplomara. Reaccionó instintivamente y estuvo a punto de caerse también con ella.

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