Capítulo 10

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20 de mayo de 1617

La bruja se ha ido a Londres, así que Hart por fin tendrá más facilidades y más tiempo para venir por aquí. Siempre entra sigilosamente por la puerta trasera, pues no queremos que los cotillas se enteren de nada. La duquesa tiene ojos y oídos en todas partes.

-del diario de Isabelle Dorring

Al parecer el vicario no tenía la menor intención de mandar a sus hijos pequeños a otro sitio para cenar, ni tampoco de establecer ningún tipo de etiqueta a la hora de asignar los puestos. Jack se sentó a la derecha del vicario, y tras eso cada cual se sentó donde le pareció bien. La señorita Arendelle acabó justo enfrente de él, al otro lado de la mesa, con uno de los hermanos pequeños de cuatro años a su izquierda. El otro gemelo estaba a su derecha.

Nunca había estado rodeado de niños. Ninguno de sus conocidos tenía hijos, y aunque los hubieran tenido, seguro que no los habrían llevado a ninguna reunión social, cenas incluidas. Y, por otra parte, pensaba que el vicario debería haber tenido en cuenta lo incómodo, o incluso doloroso, que le resultaría tener que acudir a una cena familiar, dado que sus posibilidades de tener una familia propia eran cercanas a cero.

Notó que alguien le tiraba de la manga y miró hacia abajo. Era... ¿cuál de los dos era?

-Mikey, no le tires de la manga al duque -dijo la señorita Arendelle.

Bueno, al menos ya tenía respuesta a la pregunta.

Mikey no le hizo ningún caso a su hermana, y fijó sus grandes ojos pardos en Jack.

-¿Cómo se llama su caballo, señor duque?

-George.

«La cara de un niño es mucho más suave que la de un hombre.»

En pocos años, esas mejillas redondeadas desparecerían, convirtiéndose en pómulos afilados, y la piel, suave y sedosa, se volvería áspera. La nariz se le alargaría, el mentón tendería a sobresalir y la dulce inocencia que destilaba la expresión del crío pasaría a convertirse en un rictus de desilusión y desagrado.

-¿George? -intervino el otro gemelo arrugando la nariz-. ¡Pues vaya nombre para un caballo!

-Es un nombre estupendo -intervino el señor Arendelle-. Es el nombre del rey, Tom, y también del regente. Excelencia, sírvase unos guisantes, por favor. ¿Y le importaría ponerle también a Mikey? Si se sirve él solo, me temo que tendremos que recoger bastantes del suelo.

-Gracias. Por supuesto que lo haré -respondió Jack, que se sirvió y después se dispuso a poner algunos en el plato del crío.

-No me ponga muchos, señor duque -dijo Mikey-. No me gustan los guisantes.

-Pues yo creo que debería usted llamarlo... -Tom seguía con el asunto del nombre del caballo. Por fin el chaval levantó la ceja, al parecer contento con la idea que se le había ocurrido-... Rex, o Wind, o Peg... -Se interrumpió y miró a su padre-. Ya sabes, padre, el nombre en latín del caballo volador.

-Pegasus. -El vicario le sonrió a Jack-. A Thomas y a Michael les encanta la mitología, tanto la griega como la romana, excelencia -explicó, y le ofreció otra bandeja-. Sírvase gambas con mantequilla. Es uno de los mejores platos de nuestra cocinera.

-A mí me gusta que la cocinera deje las cabezas de las gambas -le confesó Mikey mientras Jack le servía unas pocas en su plato-. Pero Sybbie y Pru piensan que son rep-repu... -Al no encontrar la palabra torció el gesto.

-¿Repugnantes?

-¡Sí! -exclamó el niño sonriendo encantado-. Esa es la palabra que ellas dicen.

Fruto ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora