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El descanso le ha  parecido en exceso tranquilo

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El descanso le ha parecido en exceso tranquilo. Demasiado inusual tratándose de alguien como él, la siempre viva alma de la fiesta. Caleb no puede evitar echarle un vistazo a los alrededores y buscar algo que no le parezca, algo que no cuadre, que no haga juego con el entorno. Entonces es cuando lo nota.

Delgado y pálido, con un extraño corte de cabello, un chico que no había visto hasta el momento aparece y, pronto, desaparece entre la multitud lejana. No está del todo seguro, pero los rumores que revolotean desde hace rato empiezan a llamarle la atención esperando obtener algo de información sobre aquel desconocido.

–¿Andas en las nubes o qué? Ese es el chico nuevo del tercer año. Te lo dije hace como diez minutos.

–Hace diez minutos estaba ocupado con otra cosa, Nat –le contrapuntea Caleb con disgusto.

Pero esa respuesta no le pareció calmar su curiosidad, sobre todo cuando nadie, ni siquiera su novia, se habían acercado a él en todo lo que llevaba del día. Y eso le disgustó demasiado.

Se sintió relevado, ignorado, olvidado. Palabras que no conocía como emociones. Las conocía más como acciones que, reiteradamente, practicaba casi con cualquiera.

–¡¿Dónde están todos?! –pregunta poniéndose de pie; –¡Hasta Camille se esfumó en el aire!

–Ve a preguntarle al nuevo –responde Nathaniel de manera burlona.

Caleb le prestó cero atenciones y simplemente se puso de pie. Le lanzó su bolso encima a Nathaniel y le ordenó, con un muy agrio y malhumorado tono, que no se moviese de ahí. Nathaniel se encogió de hombros y lo vio alejarse dando pisotones al caminar. No pudo evitar reírse de aquella actitud.

El escenario al otro lado del paisaje lucía un poco más agitado. Gran parte del público eran aquellas que tanto suspiraban por él y eso, sin la más mínima de las dudas, habría de lastimarle su engreído orgullo. Y era bastante evidente que precisamente eso había ocurrido.

¿Qué o quién distraía a sus queridas fans? ¿Qué o quién lo había relevado de la cima de la cadena alimenticia y lo había dejado a la misma altura de los mal llamados neutrales?

Es que era un asunto más que claro: ni él ni sus egocéntricos impulsos estaban preparados para semejante situación. Él no había nacido para ser un extra, no había nacido para estar a la sombra de nadie, mucho menos a la de un delgaducho afeminado.

Tenía toda la intención del mundo de acercarse a él. Tenía toda la voluntad en el cuerpo ya predispuesta para cerrar los puños. Tenía dibujada en la cara esa expresión infantil que decía "es mío" y no había forma de evitar el desastre que se avecinaba. Entonces sintió que le tiraban del brazo con una fuerza inesperada.

–Ni se te ocurra –sentenció Nathaniel con mirada de juez; –Ésta vez no harás una de tus jodidas escenas. No pretendo pasar el día en detención otra vez por otro de tus arranques de no sé qué.

–¡Cierra el pico y no te metas!

–Mira que hablo enserio, Caleb. Deja de ser tan irracional, al menos esta vez.

Admitir que era un asunto irracional era admitirse derrotado. Su mirar engreído destilaba el más pesado de los desprecios mientras se grababa, detalle a detalle, las facciones de aquel fulano con extraño corte. No le quedó de otra más que replegarse, asimilarse como un perdedor, un soldado caído.

 No le quedó de otra más  que replegarse, asimilarse como un perdedor, un soldado caído

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Sensible e insensato ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora