Aquella tarde sería solo para Camille. Pasarían parte de su tiempo en un silencio de marea baja, con el brisar del viento entrando por la ventana, con sus miradas fijas entre sí y las manos danzando de a poco entre caricias pausadas y caricias nómadas.
El azul en la mirada de Caleb había empezado a alivianarse. Ya no era aquel azul aguerrido, frustrado e hiriente. Aquel azul que le había alterado hasta lo peor de su personalidad había dado un alto rotundo a sus actividades. Ella sabía que el príncipe lo había alterado desde su llegada, aunque había preferido ignorar el asunto. Mala elección.
Aquel cabello liso, oscuro, seguía tan suave como recordaba. Le encantaba quedarse así, en silencio, recostada sobre la cama, indefensa ante aquella mirada azul zafiro. Él no diría nada mientras tampoco lo hiciera ella, esa era la regla de oro en aquella habitación.
Solo podían decirse cosas inaudibles. Solo podían enviarse mensajes con la mirada, con las caricias, con los besos -esos que nunca faltaban-. Porque ella sabía que lo quería más de lo que él podía quererla jamás. Porque su problema con él -así como sucedía con Nathaniel- también provenía de él.
¿Qué podía hacer contra ese mal si el azul zafiro que le decora los ojos la desarmaba por completo y la inutilizaba? ¿Cómo iba ella a intentar domar a una bestia que rugía por sus ojos y la dejaba de rodillas antes de siquiera intentar defenderse?
–Es por amor, seguramente –se decía una y otra vez, buscando evitarse culpable alguno. Y Caleb lo sabía. Lo sabía porque él había hecho también su propio esfuerzo por ser menos como era, solo para evitar desplazarla, para evitar lastimarla con sus ataques de ciega egolatría y sus berrinches insensatos.
–A veces creo que tus ojos quieres llorar –dice ella acariciándole el rostro.
–¿Llorar? ¿Por qué?
–No lo sé, pero pareciera.
Se aproxima un poco más a ella. Desliza levemente su mano por aquella larga cabellera y termina acariciándole dulcemente el labio inferior. Las palabras se apagan como se apaga una vela al viento. Sus labios y los de ella acortan distancias hasta encontrarse para danzar un intenso pero lento vals.
Camille podía con todo el peso del mundo, excepto con el peso que representaba Caleb. Aquello era lo que más le debilitaba en la vida, muy a pesar de sus propios intentos por dejarlo ir. Y se le hacía difícil pensar en una despedida que él no sabía que existía.
No era aquel azul el que a veces quería llorar, sino el café de su propio mirar el que parecía ahogarse cuando lo tenía demasiado cerca o demasiado lejos. Pero lo disimulaba muy bien. Además, tratándose de Caleb, podría decirse que la atención no es una virtud muy poderosa en él.
–Todavía estoy en deuda contigo.
–Lo sé.
–Asustas cuando lo dices así.
–Lo sé.
–Eres muy cruel, Camille.
–Lo sé.
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Sensible e insensato ©
Teen FictionProyecto-Sunflower (2019) -LIBRO I- Caleb goza de cierto prestigio y fama entre las chicas. Acostumbrado a ser el centro de atención, el ego de Caleb se ve herido de un día para otro cuando un muchacho, delgado y excepcionalmente atractivo, llega...