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Su ánimo empezaba a  normalizarse y su actitud dejaba de ser tan fastidiosa

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Su ánimo empezaba a normalizarse y su actitud dejaba de ser tan fastidiosa. Nathaniel no encontraba las palabras para agradecerle a Camille su presencia pues, para él, el día de ayer ya había sido más que suficiente tormento. Sobre todo, porque el asunto no había muerto con la jornada escolar.

–Tu mascota necesita aprender a comportarse –le dice señalando acusadoramente a Caleb; –¡Se quejó tanto por el whatsapp que ni se dio cuenta que lo estuve ignorando todo el rato!

–¡No me digas! –responde Camille a modo de burla.

–Le ha nacido una extraña obsesión por el chico nuevo del tercer año.

–No me digas que te parece más lindo que yo, Caleb.

–¡Ya cállense! –farfulló haciéndose a un lado; –No es divertido.

Pero estaba equivocado: por supuesto que era divertido. Sobre todo para Camille, que disfrutaba mucho pincharle, de vez en cuando, el orgullo a su tan egocéntrico compañero de romance.

Y, evidentemente, aprovechaba lo más posible a Nathaniel para hacer irritar a Caleb con mucha más gracia de la que ella, por su cuenta, pudiera lograr.

–¡Por eso prefiero tenerlos por separado!

Su voz sonó tan infantil en ese momento que no pudo evitar sentirse avergonzado consigo mismo. Camille lo abrazaba mientras reía y reía en complicidad con Nathaniel pues, una vez más, había logrado exacerbar a su siempre malcriado novio.

Caleb no tuvo remedio alguno más que rendirse ante aquella injusta jugada de dos contra uno. Se sintió desprotegido.

En ese instante, con el rostro sonrojado y su chica en brazos, Jeremy se deslizó, casi etéreo, junto a ellos. El chico del extraño corte sonreía mientras se codeaba con el más famoso trío de aventureros del instituto. Caleb pudo percibirlo de una manera distinta en ese instante.

Su sonrisa, el tono de su clara piel bajo el sol y el tono bicolor de su cabello volvían a ser sensación en el patio central del instituto. Era como si nadie notara los tres rostros conocidos a su alrededor y se centraran solo y únicamente en esa delicada y aparentemente frágil apariencia.

Seguirían de largo sin siquiera notar a Caleb, a Camille o a Nathaniel. Los del curso superior no les importaban. Tampoco les importaban todos aquellos que quedaban con la vista prensada en el chico que, según los rumores, empezaban a llamar "el príncipe del tercer año".

–¿Y qué se siente llevar solo dos días acá y ser más popular que el "señor popularidad"? –pregunta Louis con un tono de picardía mirando a Caleb de reojo.

–¿Te refieres a ese que está allá? –señala Jeremy sin vacilación alguna.

–El mismo. ¿Te lo presento?

–Ya tuve el placer, descuida. Además, estoy consciente que soy una piedra en su zapato. Este año será divertido.

Louis lo mira con intriga al igual que Ralphie y Samuel, pero no preguntan nada al respecto. Simplemente lo pasaron por alto y continuaron charlando como si nada, buscando conocerlo mejor, saber de dónde venía y por qué.

Pero Jeremy nunca dice nada en concreto de sí mismo y sus respuestas están repletas de pistas inconclusas, como si de un mapa roto se tratasen.

Samuel y sus sombras tenían algo que, aunque lo hacían sentir cómodo, le hacían imposible abrirse por completo. En otras palabras, Jeremy nunca había sido sincero con nadie, nunca, respecto a sí mismo y su vida. Estaba acostumbrado a ser, sencillamente, el hermoso chico del que nadie sabe nada. Siempre buscando pasar desapercibido, pero fracasando totalmente, y todo por cuestiones de genética.

Porque sabe que a su generación no le importa nada más que lo que pueden ver y ya. Así fue como entendió, en el momento previo al primer encuentro, en aquel simple rozar de miradas del primer día, que Caleb haría lo imposible por atormentarle la vida. Ya le había sucedido una vez, ya había salido herido en otra y, en esta, no pensaba dejarse intimidar.

Caleb, a lo lejos, lo veía, así como Jeremy lo ignoraba. Era ya una contraposición bastante evidente entre aquel que busca ser notado y lo ignoraban, y el que busca no ser notado, pero no lo conseguía.

Entonces la calma se le escapó de las manos a pesar de Camille. Y volvía a perderse en sus propios pensamientos llenándose la cabeza con imágenes de Jeremy, para no olvidarse de él nunca, para no olvidar el desprecio que le tiene por desplazarlo en su propio reino, para reforzar la idea de una posible treta que lo degrade de categoría.

¿Príncipe? No más.

¿Príncipe? No más

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Sensible e insensato ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora