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Cuando Jeremy alzó la  vista el pelinegro seguía, al igual que él, tirado en el suelo

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Cuando Jeremy alzó la vista el pelinegro seguía, al igual que él, tirado en el suelo. Reconoció de inmediato al que, horas atrás, había llamado "superestrella". Su mirada ardida, la misma que habría apreciado por un fugaz instante, lo miraba fijamente con el ceño fruncido.

Aquella mirada era de un azul muy intenso, un azul muy extraño a su parecer. Y parecía estarle gritando desaforadamente a pesar de que se trataba solo de una mirada bravucona, una que conocía demasiado bien, así como conocía otras tantas cosas que, muy posiblemente, estaban a punto de suceder.

–¡Y tenías que ser precisamente tú! –reclamó Caleb al ponerse de pie y sacudirse los pantalones.

–Fue un accidente –respondió Jeremy con total serenidad– A menos que esperases que fuese alguien más. Cosa que, en verdad, considero poco probable.

Como imitando al pelinegro, Jeremy se pone de pie, pero solo intenta seguir adelante su camino. No tiene interés alguno en extender una charla que no había, siquiera, empezado.

La expresión de Caleb no podía ser la más altanera ni la más agobiante. El paliducho del cabello raro acababa de hacerlo a un lado y eso había sido demasiado.

–¿Esta mariquita quién se cree que es? –se preguntó al perderlo completamente de vista.

Miró la hora en su móvil y se percató que tenía un par de llamadas perdidas de Camille. No le prestó atención a lo último. Solo devolvió el móvil a su bolsillo y cambió el curso original de sus pasos. Aprovecharía el tan fortuito primer encuentro para aclarar ciertas cosas.

Jeremy, mientras, revisaba su mochila esperando tener todas sus cosas en orden y, sobre todo, completas. Al ver sanas y salvas cada una de sus pertenencias, se dedicó entonces a dar marchar atrás y reanudar, una vez más, su camino a casa. Pero algo, en realidad alguien, se interponía malintencionadamente entre él y la puerta.

El pelinegro no lucía para nada amigable, tal cual la hora del receso. Se le aproximó con un caminar pesado, como si sus zapatos llevasen suelas de plomo o algo parecido. Entonces, cuando estuvo lo bastante cerca, lo tomó de los hombros y guardó silencio por un instante.

Como no había tenido previa oportunidad de estar cara a cara con Jeremy, apenas ahora venía a notar que era un poco más alto que él. Que el color de sus ojos no era el que creía haber visto, sino uno más claro, más brillante.

–Quiero que entiendas una cosa, chico nuevo...

–Déjame adivinar –interrumpe Jeremy con una sonrisa irreverente en el rostro– Eres el más popular, el más atractivo, blablablá. Quieres que me aleje de tus chicas, blablablá. Tú eres todo, yo soy nadie, blablablá.

Diciendo esto, apartó las manos las manos de Caleb de sí, se hizo a un lado y caminó muy naturalmente hacia la puerta mientras alargaba más aquel discurso de probables respuestas, porque ya las había escuchado todas.

Aún en el pasillo, estando a solas, siguió hablando solo hasta cruzar el lobby y poner un pie fuera del edificio. Caleb no podía creer lo que acababa de experimentar. No podía creer tampoco lo tan distinto e improbable que resultó ser aquel flacucho que consideraba afeminado.

Su plan de desacreditarlo ganó entonces un peso descomunal. Era, sin duda alguna, un rival único, y también una amenaza terrible.

 Era, sin duda alguna,  un rival único, y también una amenaza terrible

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Sensible e insensato ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora