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El día había empezado  tan claro, tan cálido, tan azul

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El día había empezado tan claro, tan cálido, tan azul. Se respiraba una tranquilidad absoluta, tranquilidad que habría de morir justo en sus narices al verse aterrizar en el instituto a la par de Jeremy. Éste no lo había siquiera notado, pero era más que evidente que él si lo había hecho.

–Considero que es muy temprano como para que tengas esa cara –suspira Nathaniel palmándole el hombro.

–Es que ya me arruinó el día

–¡Si ni siquiera te ha visto, hombre! Deja el drama o tendré que golpearte para que reacciones.

Mal humorado y convencido por la tan sutil amenaza de su mejor amigo, Caleb simplemente simula estar normal mientras le sigue el paso a Jeremy con la mirada. Nathaniel no puede evitar darle un leve golpe en la cabeza haciéndole entender que está siendo demasiado evidente con su errático comportamiento.

Con cada minucioso y casi calculado paso que daba, Jeremy se alejaba de su campo visual. Muchos rostros, todavía desconocidos para él, le saludaban con una sonrisa, con un high-five, inclusive uno que otro beso en la mejilla por parte de algunas atrevidas chicas de aquel montón.

De haberlo visto, Caleb habría -sin duda alguna- montado alguna escandalosa escena, innecesaria y sin sentido.

Jeremy solo se sonrojaba. Con cada "buenos días", con cada beso espontáneo, con cada sonrisa desconocida, su rostro se tintaba más y más. El resto parecía disfrutarlo.

Él solo hacía un intento por no perder la compostura, pero había fallado desde el momento mismo de haber puesto un pie en el edificio.

De un momento a otro, Samuel se le vino a la mente. Recordó al intrépido trío después de darse cuenta que, en cierto modo, su compañía le permitía mostrarse menos vulnerable. Una vulnerabilidad que no le disgustaba poseer, pero sí que detestaba demostrar. Y vaya que la había estado demostrando esa mañana.

–Y pensar que tengo que lidiar con esto hasta que me acostumbre –se dijo soltando un ligero suspiro.

–¿Acostumbrarte a qué o qué?

–¡Samuel! ¡Muchachos!

–¿No te parece como que muy temprano para que andes con esa cara tan roja?

–JA-JA... que gracioso, Samuel.

–Oye, solo estoy dando mi opinión ¡Eh! No puedes andar por ahí llevándote toda la atención. Los demás intentamos conseguir novia también.

Y aquello lo hizo reír de tal manera que, en cierto modo, era como si a su alrededor brillara una luz cálida y tenue. Una luz que atrajo -muy irremediablemente- todas las miradas, aún más que el día anterior.

Para Caleb, que había presenciado el momento, aquello había sido un golpe bajo. Una jugada maestra llevada a cabo en la hora pico en que los ánimos están frescos y las miradas están al corriente de cuanta cosa va o viene por los pasillos.

Y ahora el chico nuevo era la sensación. Ahora las miradas iban tras Jeremy y no tras él.

–Y tú todavía me dices que me calme –replica Caleb dándole un manotón a Nathaniel en el pecho.

–Te seré todo lo honesto que puedo –dijo entonces Nathaniel con la voz turbia; –Bastante que me he aguantado tu excéntrica forma de ser, pero te estás superando a ti mismo. Tú y tu ego deben entender que siempre tendrán competencia. Lo quieras o no, es así.

Pero aquello no era una competencia en lo más mínimo. Para él, desde lo más profundo de su egocéntrico ser, aquello era una proclamación de guerra deliberadamente planificada.

Aunque esa idea no tenía sentido alguno porque Jeremy no le conoce de antemano, así se la planteaba y la creía total y ciegamente.

–A veces eres demasiado obtuso e insoportable –le dijo Nathaniel justo antes de dejarlo solo.

Pero él no lo notaría. Ni siquiera habría escuchado aquellas palabras porque su atención permanecía fija en Jeremy a la vez que, en su interior, la rabia, el enojo, la impotencia, burbujeaban como lava ardiente.

El Monte Caleb estaba por hacer erupción, pero no podía, no debía dejarse arrastrar por aquella emulsión de fuegos.

–Distancia, Caleb –se dijo tomando aire; –Debes mantener la distancia. Ya será tu turno de jugar. Por lo pronto, mantén la distancia.

 Por lo pronto, mantén la distancia

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Sensible e insensato ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora