Capítulo 1

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—Ya falta poco para llegar.

La niña de once años sentada en el asiento trasero apenas asintió, pues estaba sumergida en su mundo. No le importaba mucho que llevara más de veinte minutos de retraso a la escuela, algo que últimamente se estaba volviendo típico. Habían cosas más preocupantes que entrar tarde. Suspiró mientras acaricicaba su cabeza; en unos días tendría una cirugía. Le habían diagnosticado un tumor hace una semana atrás y todas las semanas asistía a consulta para ver como avanzaba. Afortunadamente era pequeño, no era muy grave. Pero no debían estar confiados del todo. «Podría pasar cualquier cosa. Los tumores son cosa delicada», le recordó el doctor que la atendía.  Eso la hizo desanimarse un poco.

Todo empezó cuando en clases comenzó a sentir una presión en la cabeza, lo dejó pasar pensando que solo era un común dolor de cabeza. Sin embargo, el dolor fue muy insistente con el paso de los días. La llevaron al hospital cuando llegó a tal punto de desmayarse. Sus padres lloraron de la alegría al saber que podía ser extirpado y podía curarse. La castaña estaba feliz, pero muy asustada. Odiaba los hospitales y cirugías, y por si fuera poco, tendría que quedarse unos días en el hospital para que los doctores se asegurarán de que estuviera bien.

Luego de cinco minutos de silencio, el coche se detuvo frente a la escuela Calvary y su mamá se giró a mirarla.

—Todo estará bien, ¿sí? No hay nada de que preocuparse.

La castaña asintió mientras se colgaba la mochila al hombro y salía del vehículo.

—Ten un buen día, Jules —gritó su madre antes de que cerrara la puerta.

—Adiós.

Caminó rápidamente por los solitarios pasillos hasta su salón de clases. Sus pisadas sonaban contra el recién pulido piso del instituto mientras aceleraba cada vez más el paso. Rezaba internamente esperando que la dejaran entrar, ya era como la décima vez que llegaba tarde y su maestra era una mujer muy amargada y algo estricta. Al llegar a la puerta tocó tres veces. Esperó. Volvió a tocar un poco más fuerte por si no la habían escuchado. «Ay, seguro ya no me dejará pasar», pensó. Escuchó un pequeño chirrido del pomo de la puerta y una mujer se asomó por la puerta. La maestra Johnson.

—Hola, maestra —saludó inocentemente—. Disculpe mi retraso es que estuve en el hospi...

—¿Otra vez la misma excusa, señorita Morgan?

—¡Pero es la verdad! Tengo algo en la cabeza y pronto me harán una cirugía.

—Los alumnos ya no saben que inventar —murmuró la maestra tocándose el puente de la nariz, cansada—. Al principio le creí pero ya se está volviendo muy constante.

—Le juro que no le estoy mintiendo.

—Qué tenga buen día, señorita Morgan —y cerró la puerta en sus narices.

La boca de Jules estaba abierta en una o. Al parecer la gente tenía un concepto de "buen día" muy diferente al de ella. Soltó un gruñido. No le quedaba otra opción que quedarse afuera a esperar que pasara la primera hora. Se acomodó la mochila y caminó con calma por los pasillos buscando un banco donde sentarse a esperar. En su camino, miraba a escondidas por las puertas y pasaba sus manos por las paredes, aburrida. Se detuvo en una. Se asomó un poco intentando no ser vista por la profesora y los alumnos que se encontraba dentro. Había un chico parado hablando sobre ser un jugador de quemados y entendió que hablaba sobre su legado. Principalmente porque estaba escrito en grande en la verdosa pizarra. El chico se sentó siendo aplaudido por la clase y, acto seguido, la profesora señaló a un chico que estaba distraído. Se levantó y algo nervioso miró a la clase.

—Todos podemos hablar de dejar nuestra huella, pero ¿no es solo consuelo para evitar la crisis existencial? —hizo una pausa en la que absolutamente todos, incluyendo a Jules, lo miraron confundidos—. Porque al final, Tommy, te darás cuenta de que quemados no es un deporte olímpico. Pero nuestro legado no es nuestro currículum o cuánto ceros tenemos en nuestra cuenta bancaria. Son los que afortunadamente están en nuestras vidas y lo que podemos dejarles. Lo único que sabemos, es que estamos aquí y demos lo mejor de nosotros mientras seguimos en este mundo —Jules lo miraba muy curiosa—. Y eso es lo que pienso sobre mi legado.

La castaña estaba sorprendida. ¿Qué clase de chico de su edad hablaba de esa forma? Exacto, nadie, o al menos no que ella conociera. Sin embargo, le pareció muy tierno sus palabras y su forma muy peculiar de pensar. Miró al chico que todavía estaba parado en medio de la clase, le pareció interesante. Si no hubiese sido por el ruidoso timbre que se escuchó irritante en sus oídos ella no se habría movido de su posición. Todos los alumnos dentro del aula se levantaron y cogieron sus cosas para salir rápidamente del salón de clases. Jules Morgan se apartó rápidamente para que la puerta no se estrellara de lleno contra su rostro. Se alejó y esperó. ¿A qué exactamente? No estaba segura; posiblemente quería solo mirar una vez más al chico de pelo lacio y ojos verdes.

Todos ya habían abandonado el aula de clases pero él no aparecía. La castaña, con la boca en una línea recta, desistió y tomó camino en dirección hacia el comedor. Entonces lo sintió. La presencia de alguien acercándose. Henry Carpenter le pasó a un lado, dejándola a ella solo mirándole la espalda mientras desaparecía al entrar a la cafetería. Se tomó un momento antes de entrar porque quiso tomarse unos minutos para pensar en la relajante voz del chico transmitiendo sus palabras.

«Lo único que sabemos, es que estamos aquí y demos lo mejor de nosotros mientras seguimos en este mundo»

Y se podría decir que ese fue el comienzo de una gran historia.

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N/A: ¡Hola! Aquí tienen el primer capítulo de este fanfic. Espero lo disfruten tanto como yo al escribirlo. Sin duda alguna esta película me pareció de lo más hermosa, tanto que se volvió mi favorita. Y por si eso fuera poco, ¡mi hermoso Jaeden es el protagonista! Su actuación fue excelente. Lo amo ♥

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Arios ♥

When I Met You ➸ the book of henryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora