Capítulo 12

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—Y recuerda, Jules...

—No olvides tomar tus medicamentos cuando te corresponde —terminó la castaña por el doctor—. Lo tengo muy claro, doctor Daniels.

—Eso esperamos, si en serio quieres sanar debes cumplir con lo que dice el doctor —su madre intervino.

—Bien, bien. Aprendí mi lección, la salud no es un juego —contestó, bajo la mirada de su mamá y el doctor—. No volverá a pasar.

—Entonces, Julie Anne, ya puedes volver a tu antigua habitación. Después de hacerte tus correspondientes exámenes, claro.

—¿Qué? Pero si ya lo hicieron esta madrugada —Jules hizo un puchero.

—Julie Anne —le reprochó su madre—. No cuestiones al doctor, sabes que esto es necesario.

La castaña asintió, rendida. El doctor la ayudó a bajarse de la camilla, rápidamente se acomodó la bata del hospital y acompañó al doctor a la sala correspondiente. Su madre la esperaba en la sala de espera, con las piernas inquietas y mordiéndose las uñas constantemente.

Los exámenes eran cada vez peores en el punto de vista de Jules; principalmente por el hecho de que le tenían que dar un médicamento que cada vez sabía peor e, además, inyectarle tres veces para sacarle sangre. Oh, su pobre sangre.

Cuando la dejaron libre, fue junto a su mamá a la habitación para recoger sus pocas pertenencias y volver a su anterior cuarto. Antes de salir, se detuvo de golpe. El girasol, casi lo olvidaba. Caminó rápidamente hasta llegar a la flor que descansaba sobre la mesita —también blanca— de la habitación. Acarició sus suaves pétalos amarillos con delicadeza y después colocó su nariz dentro de ella; tenía un agradable aroma. No sabía cómo Henry había descubierto ese detalle de ella, no recordaba haberle mencionado que su flor favorita era el girasol. «Supongo que además de genio es adivino», pensó, y luego soltó una risita por lo bajo.

—Oh, hola.

Su mamá y ella giraron rápidamente y se encontraron con Susan Carpenter en el marco de la entrada.

—Venía a visitarlas pero veo que ya van a regresar.

—Hola, Susan —saludó la señora Morgan—. Julie ya se siente mejor, el doctor le dio permiso para regresar.

—¡Excelente! Las acompaño.

—¿Saben?, deberían ir a tomar algo de café, se ven cansadas —intervino Julie—. Puedo ir sola a la habitación mientras van a la cafetería.

—No, Julie Anne, eso no importa —hablaron ambas mujeres.

—Insisto, no queda muy lejos.

Los adultos se miraron y después de debatir un poco asintieron. Julie Anne se aferró más a su flor y sonrió.

—Volveremos luego, ¿sí? Te estaremos vigilando desde aquí hasta que entres —indicó su madre.

—Bien.

Emprendió camino por el largo pasillo, flor en mano y su bolsito rosa. Notó que era algo incómodo caminar por el hospital en bata, y más cuando pasaban enfermeros, doctores y pacientes de aquí a allá. Cuando llegó a su destino tomó aire y lo soltó bruscamente. Se sentía feliz de volver, y más porque quería estar con Henry; lo extrañaba, y mucho. Tomó el pomo de la puerta y lo giró. Al entrar, lo primero que vio la sorprendió demasiado, pues, no era algo que se hubiera esperado. Su sonrisa se borró al instante.

Christina Sickleman estaba ahí dentro junto con su compañero de cuarto.

When I Met You ➸ the book of henryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora