Capítulo 01. (Margot)

363 39 12
                                    

Margot Rosales Flores
17 años
Cabello ondeado y corto, como el de su madre
Estatura pequeña, tanto que podría ser confundida con un elfo de jardín
Sonrisa perfecta
Carácter de los mil demonios
Corazón de oro

—¡Tamare, huevón! ¡¿por qué?! ¿yo lo merecía? ¡si lo merecía dímelo ahora, porque no es justo!

Él no podía excusarse. Simplemente mantenía la boca cerrada. Sus labios perfectamente dibujados eran un candado. Uno del cual, la llave había sido perdida en el mar de la traición, del engaño.

Bajo la mirada, no puedo soportar hacer contacto visual con él. Sus ojos miel son un laberinto.

—Lo siento.

—¿Es lo único que tienes por decir? ¿de verdad? —Limpio la pequeña lágrima que se escapó en un segundo de debilidad, que me dejó expuesta-. Usabas mi propio celular para citarte con ella. ¿Es acaso eso mentira?

—Cometí un error.

—¿Acaso le decías lo mismo que a mí?

Las personas que pasan, cuidadosamente, desvían la mirada hacia nuestra banca. ¿Qué se estarán imaginando? Ellos no saben la realidad. Sus sospechas solo son probabilidades. Me pregunto, ¿qué pensarán? ¿muy joven para llorar por su novio? ¿le habrá sido infiel y le estará pidiendo disculpas? ¿acaso se habrán enterado de algún embarazo no esperado?

Una señora camina frente a nosotros y nos mira con desdén, con pena, con molestia. A la larga, las personas mayores no suelen recordar sus épocas de juventud, sus épocas de aventura. Y juzgan, juzgan todo. Quizá algún día, cuando crezca, también tomaré el lugar de ellas. No puedo condenar sin haber estado en el lugar de otro.

—Claro que no, tú eres especial. Lo sabes.

Soy especial...

Especialmente engañada. Yo no puedo permitir esto. No puedo dejar que me vuelva a envolver con sus palabras lindas. Con esas palabras que reparte como si fueran pizzas de algúna pizzería italiana. No puedo.

—Necesito que me dejes en paz, necesito alejarme. Necesito pensar. ¡¿Qué chucha creías?! ¡¿que nunca encontraría esos mensajes?!

Me pongo de pie para irme. Para sacar de mi vista a aquella persona que aunque me rehúse a aceptarlo, aún lo es todo. Sin embargo, Eduardo se incorpora rápidamente y se aferra a mi mano muy fuerte, de la misma manera como debió aferrarse a mí. Siento la piel de gallina, mi estómago burbujear y mis manos sudar. ¿Lo estará sintiendo?

Por un momento tuve el estúpido pensamiento y las estúpidas ganas de abrazarlo, decirle que le perdono todo, que olvidemos este desliz. Que sigamos como antes, que era capaz de construir una máquina para borrar todo recuerdo malo, que lo haría sin dudarlo. Pero no, soy más importante que un hombre y es algo que tengo claro desde que tengo memoria.

Adiós Eduardo, perdiste a quien probablemente sea la única persona que te habló con los sentimientos sin ataduras y que no fingió absolutamente nada por esperanza en alguien. Que confió cuando todos te atacaban. Es un adiós definitivo y uno que probablemente no olvidarás.
Sospecho estaré en tu recuerdo de aquellos que te fallaron, pero realmente sabes que no es así. Quien falló fuiste tú.

—¡Mírame a los ojos! ¡¿por qué no lo haces?! —Suelta una risa burlona—.¡Porque me quieres! ¡no puedes dejarme! ¡tu mirada te delata! —Se acerca en demasía— Estás loca por mí.

Mis ojos buscan los suyos. Me contengo, manteniéndome fuerte ante mi talón de aquiles. Le regalo una mirada, una mirada que ahora ya no refleja la misma debilidad de hace unos minutos. Se ha pasado con lo que me ha dicho, se ha ganado un pase VIP para irse a la mierda y salir de mi vida.

—La única razón por la cual no puedo mirarte a los ojos, es porque los míos, ya no soportan tanta cagada junta —Me acerco cada vez más—. Cuídate. Porque sé que ella no lo hará por ti, gracias por todo, que como tú, hay muchos. Imbécil.

Suelta mi mano perplejo y camino hasta la esquina de la calle. Al cruzar esta, corro, corro a velocidad. No aguanto más. Deseo tanto estar en casa. Deseo llorar hasta que mis ojos desaparezcan. Expulsaré muchas lágrimas al llegar, pero estás serán derramadas con una condición. Después de este día, ni él, ni nadie, las merecerá. Valgo mucho más que un hombre con complejo de Don Juan.
Penes hay como gotas de lluvia.
Patán.

Mi celular suena. Lo enciendo y coloco el patrón de desbloqueo. Es Anhia. No puedo contestarle ahora. Ella es un sabueso con respecto a los sentimientos. Con solo oír mi voz, se daría cuenta de que algo me ha pasado y como siempre, me daría consejos como si fueran balas de una guerra bélica.
Estoy a punto de apagar el celular, cuando sorpresivamente me llega un mensaje de Patrick. Lo abro casi al instante.

Patrick: Si deseas, hoy te puedo pasar recogiendo para pasar a casa de Anhia e ir todos juntos a misa, solo si quieres.

Es un caballero, un lindo niño. Un buen amigo. Supongo que merezco un momento de relajación después de lo que pasó hoy.
Estoy segura que el equipo Random me hará sentir mejor. Siempre lo hace.

Estoy a punto de contestar el mensaje, cuando...

Este mensaje ha sido eliminado.

¡¿Qué rayos pasa por la cabeza de Patrick?!
Me dice que quiere venir a recogerme, luego me dice que no.
¿Por qué son tan indecisos?
¿Por qué las personas son tan cobardes?
Desactivan la última conexión de sus redes sociales para que no sepan que no han querido contestar un mensaje. Eliminan aquello que han enviado por miedo al rechazo, por miedo a la negación. No se arriesgan.
Somos una generación paralizada por las facilidades. Los sentimientos reales se están extinguiendo y nadie suelta un llamado de emergencia.

Ruego para que el sol se esconda. Necesito que llegue la noche, necesito que los únicos capaces de hacer que mis malos momentos se borren, me hagan reír.
Ellos son mi máquina de eliminar momentos malos.

El Equipo Random.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora