Capítulo 09. (Margot)

123 23 7
                                    

La ingenuidad me jugó en contra. No lo entiendo. Siento una presión en el pecho que me obliga a llorar. Pienso en qué hubiera pasado si él no hubiera preferido a aquella niña. Quizá aún me tuviera a mí.
¿Es mi culpa? ¿Yo hice algo mal? ¿Debería sentirse mal él y no yo?
Miles de preguntas inundan mi mente sin querer. Si pudiera controlar mis sentimientos, no permitiría enamorarme más, porque el amor te ciega. El amor te hace actuar de forma estúpida, el amor te hace evaluar la idea de volver a los brazos de alguien que enterró una estaca en tu corazón. El amor es un juego cruel si no lo juegas bajo sus reglas.
¿Realmente tenemos la necesidad de enamorarnos?

Mi puerta se abre, al mismo tiempo que la matadura en mi corazón.

«Eduardo, Eduardo, Eduardo» grita mi mente.

—¿Margot? —pronuncia la esbelta mujer.

Para haber tenido su primer hijo, Raquel, mi hermana, luce un cuerpo inimaginable.

—Hola —respondo con la mirada baja para poder limpiar mis lágrimas.

—¿Sucede algo? —Se acerca con preocupación—. Margot, estás llorando, ¿qué sucede?.

—Nada.

No sé la razón por la cual decimos que estamos bien o negamos nuestro estado de aflicción a pesar de que hay pruebas que nos delatan. En mi caso, mis lágrimas.

—No —Se enfada—.¿Por qué estás llorando? —Se sienta a mi costado y limpia mis lágrimas.

—No pasa nada, todo correcto.

—¿Todo correcto y yo que me alegro? —Me abraza—. ¿A caso eres AuronPlay ahora?, cojuda —Besa mi cabeza con ternura—. Anda, huevona. Dime, ¿qué mierda pasa?

Me acurruco en sus brazos. Me siento Gelén, mi gata gorda y sucia. Siempre anda en los techos con sus galanes. Es arisca, no podemos ni tocarla. ¡Como camina en las nubes esa gata!

—¿Recuerdas a Eduardo?

—¿Deduardo? -Suelta una risita picarona.

—Raquel...—Detengo su risa.

—¿Qué hizo ese hijo de puta? —Se paró—. Saliste con tu domingo siete —Coloca su mano derecha sobre su cabeza—. Le voy a sacar la mugre. ¡Se cagó! —Chasquea sus nudillos—. ¿Y ahora? ¿qué hacemos con tu calato?

La detengo. Realmente se crea historias en menos de un minuto. Ni siquiera había terminado de hablar y para ella ya iba a tener un hijo. ¡Debería escribir un libro esta mujer con tanta imaginación!

—No, nada de eso, Raquel —Respiro—. Me sacó la vuelta.

—¿Rompió el dulce corazón de mi hermana? ¿a eso te refieres? -Se vuelve a sentar—. Es un vago, yo te lo dije. Nunca fue santo de mi devoción.

—No es un vago —Lo defiendo.

Eduardo no es un vago. Eduardo es un joven que tuvo la desdicha de ser el protagonista de desgracias en su vida. Su madre siempre los saco adelante a él y a sus tres hermanos menores en compañía de su hermano mayor. Hace dos meses, este falleció.Desde ese momento, es Eduardo quien ocupa el rol de padre. ¡No es un vago!
Todo este tiempo he estado apoyándolo, en buenas y malas. Yo no sé por qué me hizo esto. No logro explicarlo.

—Mar —Su dedo índice lo coloca sobre mi quijada—. ¿Sabes lo que veo yo aquí? —Ríe—. Eres hermosa, pepaza, churra —Limpia la lágrima que mi ojo izquiero expulsa—. Y lo mejor, eres inteligente, cerebrito. Ya échale tierrita a ese pata, no vale la pena. Mañana es tu viaje ¿verdad? —interroga.

—Sí —Tartamudeo por el nudo en mi garganta.

—¿Él irá?

—No. No pudo pagar el pasaje.

—¡Ya ves! Tienes una semana de diversión con tus mejores amigos —Su cara esboza un gesto de perversión—. Además, tengo entendido que irán los de otras promociones también.

—Sí, todos los quintos.

Mis respuestas son cortas. No puedo casi ni hablar. Incluso he botado mucho moco al llorar. Es horrible que suceda eso. Una de mis razones por las cuales no me gusta llorar delante de la gente.

—¡Puta! ¿Ya ves? ¡Ahí la haces linda!
—Muerde su labio inferior—. Te consigues un pata bien rico y en un descuido del profe agarras —La miro desconcertada. —Estás en la edad de disfrutar. Yo no tuve viaje de promoción por la enfermedad de nuestra viejita, pero tú, disfruta. Esto no se volverá a repetir. Ya no volverás a estar en la secundaria nunca más. Así que, limpia esas lagri...

El llanto de mi sobrina nos pone en alerta. Se había despertado de su siesta. Aquel llanto es la señal de mi hermana, debe ir a ver a su niña. Será una excelente madre.

—Tengo que irme. Ya deja de llorar. Ya hasta pareces mi hija por llorona. Creo que ni ella llora tanto —Hace una pausa—. Aparte que ella llora por comer, tú que por un hombre. Hay más peces en el agua.

Se pone de pie, me regala una última sonrisa y desaparece a paso rápido.

Me llega un mensaje. Lo abro. Es Cata.

Cataleya: Ya se fue mi mamá. Ya ven.
los muchachos ya vienen.
Rápido.
Margot: Ya voy.

Cierro mi maleta. Descuelgo un abrigo, una manga, otra manga y salgo corriendo.

—¿A dónde vas? —Me detiene mi mamá.

No puedo decirle lo que Anhia hará en casa de Cata. Así que rápidamente invento una excusa.

—Habrá...—Suspiro—. Una despedida a los que vamos a viajar de parte de los muchachos del aula que no.

Un Óscar para la mejor excusa, babys.
Digo... ¡Ay, Eduardo! ¿Por qué me hiciste esto?
Realmente trato de estar bien.

—Ven temprano.

Escucho eso y salgo corriendo. Tomo una moto conocida. Con eso de que en el país hay muchos feminicidios es mejor subirse a la moto de alguien de confianza. Aunque ni de los conocidos uno se debe fiar.
El país está de mal en peor. Las mujeres ya no somos libres.
Tenemos miedo.
____________________________
Gracias por votar y comentar ❤ No me lo creo que en tan poco ya serán 1K de leídas.

El Equipo Random.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora