Trece

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El fuerte sonido de la música, las risas de varios jóvenes que estaban afuera y sus voces por sus distintas pláticas se hacían más fuertes conforme se acercaban a la entrada de la casa que estaba totalmente abierta.

El olor a cigarrillo barato y alcohol de tienda departamental perforaba de a poco las fosas nasales de Lauren y Camila. Cuando atravesaron la puerta de aquella casa simplemente se expectaron por la cantidad de gente que estaba dentro del lugar; Camila suponía que mínimamente habían alrededor de cincuenta personas ahí, una cantidad que la ponía a pensar bastante pues la casa de Dinah con mucho trabajo albergaba a los quince integrantes de su familia.

Supongo que después de todo, "todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar" no era un simple dicho.

De pronto, su mano libre fue sostenida para jalarla hacia la cocina que al parecer era el único lugar con puertas cerradas y un poco "exclusivo". En consecuencia de aquel movimiento, Lauren también fue jalada y a pesar de que casi tropezaba logró llegar a la cocina también.

—¿¡Qué demonios está pasando aquí!? —dijo Camila zafándose del agarre de un chico castaño.

—Te estaba salvando de la multitud, de nada. ¡Oye! Tú debes de ser Lauren. —dijo aquel amigable chico mientras tendía su mano para saludar a la ojiverde.

—Bueno, yo soy Shawn... Mejor amigo de esta pequeña idiota y no responsable de todo este alboroto. —dijo Shawn mientras estrechaba su mano.

—Pues... Yo soy Lauren, creo que ya lo sabías. —dijo la ojiverde con una sonrisa tímida.

—Gracias por venir, probablemente eso diría Dinah pero ahora mismo no se en donde está... Camila, tienes una muy bonita novia. —dijo el castaño.

—Gracias Shawn, pero ya lo sabía. —dijo la morena guiñando su ojo en dirección de Lauren.

—Bueno señoritas... Me gustaría quedarme a platicar pero al parecer eso será más tarde. Si tienen ganas de beber, hay de todo en esta casa aunque la mayoría de lo que está aquí esta adulterado. Camila, en el frezzer secreto hay bebidas completamente seguras por si te animas esta vez a dejar de ser una bebé y emborracharte... Y si no van a beber, lo que está en este refrigerador es seguro, es pura agua y soda. —dijo el chico saliendo de la cocina.

—Bueno... ¿Qué demonios hacemos? —preguntó Lauren sentándose sobre un taburete que había en la cocina.

—Primero que todo, necesito agua. —dijo Camila abriendo de manera rápida el refrigerador y sacando una botella de agua.

—Disfruta tu agua, supongo. —dijo la ojiverde observando como Camila bebía la botella de agua de un solo trago.

—Bien... ¿Nos quedamos aquí o vamos afuera? No tengo problema si quieres observar a los demás en el estado deplorable en el que están. —dijo Camila buscando algo de comer.

—Creo que estoy bien justo aquí. ¡Hey! Dame de esos takis. —dijo Lauren mientras la morena le tendría un bowl lleno de estos.

—Los takis no se comparten con cualquiera, esto realmente es una prueba de amor. —dijo la morena acercándose a Lauren.

La ojiverde abrió sus piernas para darle espacio a Camila, quien se aferró a la cintura de la ojiverde. Mientras que las manos de la ojiverde paseaban en su cuello y daban leves caricias en la zona. Sus labios se acercaban poco a poco, con una impaciente hambre y de pronto, un portazo se escuchó, anunciando la llegada de intrusos.

Una pareja de jóvenes que parecían estar sumamente drogados y ebrios entraron a la cocina y al parecer no habían notado a quienes estaban dentro, pues venían besándose de una manera puramente erótica que incluso llegaba a emitir ruidos y el chico pelirrojo literalmente arrojó a la chica que lo acompañaba a la isla de la cocina.

Ojos de RegaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora