17- Una charla pendiente.

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Ya es viernes, por lo que debemos irnos hoy.

No me lo he pasado mal, por las mañanas me dedicaba tiempo a mi misma.  A parte, no tenía otra, estas dos chicas parecen unos perezosos. Así que mientras ellas dormían yo me iba a correr o a hacer fotos.

La verdad es que Almogia me ha acabado gustando. Se nota la diferencia entre un pueblo y una ciudad. Aquí la gente tiene las puertas de sus casas siempre abiertas. Las señoras mayores se reúnen en las puertas de sus casa, se sientan y se ponen a hablar. Los niños juegan y corren por las calles. Y los hombres siempre están en el bar o en la plaza. La verdad es que me gusta el ambiente.

Sinceramente, no tengo muchas ganas de volver. Sólo de pensar que cuando vuelva voy a tener que estudiar muchísimo o que me cruzaré con... con él. 

Es algo inevitable. Carlos está en mi clase. Voy a tener que verlo todos los días. Con el tiempo me acostumbraré lo sé.

- Muchas gracias por tu hospitalidad Mari,  nos lo hemos pasado genial. Te echaremos de menos. -le digo a esta mujer de pueblo. La pobre está triste, no quiere que nos vayamos, pero créeme yo tampoco quiero irme-.

- Oh que maja ere chiquilla, volver cuando queráis que esta casa es vuestra eh, ¡ven pa acá Bea! -y me lleva a sus brazos, me estruja de una manera un tanto fuerte pero me resulta graciosa la escena, por lo que me rio-.

Dejo a las dos amigas despedirse en condiciones mientras me voy al coche. Meto el pequeño equipaje de un fin de semana en el maletero de mi fiat 500. Me apoyo  en el capó del coche mientras espero a Miriam.  Tras unos 3 minutos veo a mi amiga con una sonrisa triste en la cara. Así que voy a por ella.

- Eh tia,  te prometo que en cuanto podamos volvemos. Nos lo hemos pasado genial,  ha sido muy especial. Especial por que esto no ocurre todos los días del año.  Así que ahora toca esperar hasta esa próxima vez. -y abrazo a mi amiga.
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Ayer cuando llegué me puse a leer. Me daba mucha pereza todo. Y hoy, a las 7:30 de la mañana me arrepiento de no haber ordenado un poco mi cuarto cuando llegué. Me cuesta encontrar algo para ponerme hoy. Finalmente, la pereza me gana otra vez y escojo una sudadera blanca y unos leggins negros.

En el camino al Instituto, Miriam y yo hablamos sobre nuestro finde. Siempre comentamos las cosas así. Si hemos echo algo, después tenemos que comentarlo desde nuestros puntos de vista.
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Me siento en mi silla de clase y cuando veo aparecer a un chico alto con una sonrisa implacable me levanto corriendo y le digo:

- ¡Ángel! ¡Te he echado de menos! -le digo y le abrazo-.

- Pero si nos vimos el viernes,  no solemos quedar los fines de semana y ¿hoy me echas de menos? -tiene la cara extrañada, y razón no le falta.  Parece que irme a Almogia me ha supuesto un viaje de varios días, cuando en realidad sólo ha sido un fin de semana-.

- Vaya es verdad... Parecía que había pasado más tiempo. -me muero de la vergüenza,  hay veces que no puedo ser más tonta-.

- Bueno, aún así claro que te he echado de menos yo también -Dice mientras me da con el codo, este gesto es único de Ángel-.

La sonrisa se me borra al ver entrar por la puerta a un moreno un poco más alto que Ángel.  Tiene una sonrisa en la cara al entrar a clase, típico de este.

Tengo la intención de irme a mi sitio cuando el morenazo este nos saluda.

- ¿Qué tal chicos, buen finde?

No tengo ganas de responderle, por lo que no lo hago. Pero justo cuando se me ocurre una excusa para irme de esta escena, mi querido amigo Ángel dice:

- A mi genial. Pero a la que le ha ido mejor es a Bea.

- Ah sí?  ¿Y eso? -parece interesado, bah-.

Justo cuando me pregunta no tengo más remedio de hacer una de las cosas que más miedo me da hacer. Le miro miro a la cara. Le contesto.

- Bien, bueno... Me he ido a un pueblo con Miriam a pasar el finde.

- ¿Almogia? -su pregunta me sorprende, ¿cómo lo sabe?-.

- Sii. ¿Cómo lo has adivinado?

- Bueno no he olvidado cuando éramos más pequeños y me hablabas de aquel pueblo. Cuando decía a que te daba miedo porque todos los viejecillos no paraban de mirar a las chicas de ciudad. -tiene una expresión tierna mientras me cuenta esto, y la verdad es que me encanta. Me encanta que se acuerde y me encanta también su forma de contarmelo-.

- Puff... Es increíble que te acuerdes, que te acuerdes de nuestras charlas de hace años. -es lo único que se me ocurre decir.-

- ¿Cómo olvidar todos los momentos a tu lado? -y justo en ese momento entra la profesora de lengua-.

- Hasta luego. -y me largo a mi mesa junto a Ángel que por cierto, ya se había ido antes en mitad de la conversación, me había dejado sola con Carlos. Pero yo ni me había dado cuenta. Estaba embobada mirando a Carlos.
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Pasa el recreo y llega la cuarta hora, matemáticas.  Mi plan para el recreo era contarle todo lo que había hecho este finde a Camila.  Mi plan se fue a la mierda justo cuando vi que mi amiga estaba hablando con Carlos.  Es increíble que sigan siendo amigos y hablen tanto después de todo lo que le he contado de Carlos y todo lo que ha hecho.
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Gracias a Dios pasan las 3 últimas horas y veo a Camila esperándome en la puerta de clase.

- ¿Ahora si puedes hablar conmigo no?

- ¿Cómo? -me pregunta mi amiga confusa.

- Nada nada perdona. -no tenía sentido mi pregunta. Camila está en todo su derecho de hablar con Carlos, son amigos-.

- ¿Te apetece que quedemos hoy a dar una vuelta y a tomar algo? -no es normal esto en mi amiga, no suele ser la que toma la iniciativa para quedar-.

- Vaya ¿y eso? No te pasará nada ¿no? -la miro preocupada-.

- ¿Tan raro es que quiera quedar con mi amiga? Además tienes que contarme que tal el finde.

- En ese caso avisamos a Miriam si quieres. Las súper nenas al ataque. -parezco infantil pero lo digo emocionada y con orgullo-.

- Jajajajaj. Bueno ya le he preguntado a Miri y dice que no puede. Va a no sé donde con su madre.

- En ese caso, ¿nos vemos a las 17:00?

- Nos vemos a las 17:00.

Acompaño a mi amiga hasta el coche de su padre y vuelvo a casa por el camino de siempre con Miriam. 
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A las 17:55 salgo de mi casa y voy a la placita de abajo a esperar a Camila.

Como siempre, escucho coches y motos,  pero el rudio del coche de mi amiga es característico y no aparto la mirada de mi teléfono hasta que lo vaya a escuchar, estoy babeando mientras miro las últimas fotos que ha subido Pablo Alborán a instagram. Pero de pronto siento que alguien se sienta junto a mi.

No es Camila.  No es una chica. Y me pone nerviosa sólo su presencia.

Bloqueo el teléfono y veo a Carlos sentado a mi lado. Había quedado con Camila no con él. No me habrán engañado ¿no?.

- ¿Esto es una encerrona? -pregunto un poco enfadada-.

- ¿De que encerrona hablas Bea? Te he visto aquí sola como esperando a alguien y vengo a acompañarte?  Además, tenemos una charla pendiente.

No no no. Ayer al volver de Almogia, lo primero que me propuse fue intentar pasar desapercibida y evitar a este chico. Pero parece que el mundo y Camila se ponen en mi contra.

Una charla pendiente, espero que no sea la charla que creo que es.

Si Te Atreves, No Me Sueltes. (Sin acabar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora