Capítulo 2: ¿Tú otra vez?

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Me quedé atónita por completo y parpadeé varias veces como si estuviera tratando de alejar aquella visión; pero lamentablemente no corrí con la suerte de que encontrarme con el chico que me había roto el corazón hace tres años fuera solo un espejismo o algo así. ¿¡Cómo Alec había vuelto a aparecerse frente a mí después de haberlo dejado a tres mil millas de distancia literalmente!?

— Sí, soy yo, ¿cómo has estado? — dijo él como si fuéramos amigos de años.

— ... Bien, supongo, ¿y tú?

— Muy bien igual.

No sabía qué hacer o decir; de hecho, no sabía siquiera si en verdad quería iniciar una conversación o prefería rogar que me tragara la tierra.

— Y... ¿por qué ese milagro? — pregunté.

— Es curioso que lo preguntes, resulta que mi her-...

— Whitaker, pasa a la oficina de dirección por favor.

La voz por el micrófono de la directora no lo dejó terminar la frase, y sobra decir que me dejó con la mera intriga.

— Oh... disculpa, me tengo que ir, adiós Margot.

— S-Sí... adiós...

Alec se dio la media vuelta y entró a la oficina de la directora, mi mente aún no lograba procesarlo, ¿¡Cómo y por qué me había encontrado con él!?, de todas las personas en el planeta. ¿¡Por qué a él!? ¡Y en la escuela! Eso no me daba buena espina, así que decidí recurrir a mi mejor ayuda psicológica a mi alcance (tanto geográfica como económicamente). Saqué el celular de mi mochila y marqué al cuarto contacto de mi lista.

— ¿Hola?

Hola Liz, soy yo, oye... tengo un... grave problema... y necesito ayuda...

— ¿Cuándo y dónde nos vemos?

¿Te parece mañana a las 3 en el Hirumeshi 07?

— Ok, no llegues tarde, bye.

Lizzy colgó y me sentí un poco más aliviada. Hirumeshi 07, es un restaurante de comida japonesa que yo en lo personal amo con toda mi alma, y seguro la comida ayudará si llego a requerir terapia calmante (al menos lo de la terapia calmante con comida le funciona a Lizzy con los KitKat).

Con la idea de que me amiga me ayudaría pude pasar el resto del día tranquila, y a la mañana siguiente, mi mente parecía haber borrado de mi memoria el encuentro Alec. Estaba durmiendo tan a gusto en la clase de Historia cuando sonó el timbre de descanso, y tan pronto me levanté, me dirigí a la tienda acompañada de Matt y Cale.

— Y bien, ¿qué va a ser para hoy? — dijo Matt pensativo mientras miraba el menú con atención.

— Estás consciente de que ese menú nunca cambiará, ¿cierto? — replicó Cale.

— Ya sé.

— ¿Y entonces por qué lo revisas todos los días?

Matt lo miró con reproche.

— Pues para ver si no han subido los precios, ¡Eso siempre cambia!

Dijo haciendo énfasis en la palabra siempre.

Los tres soltamos una ligera risa, y, como no era de sorprender, Matt compró el mismo desayuno de siempre: la torta más barata de la tienda; tras darle un buen mordisco, los tres emprendimos camino hacia el patio, pero mis pies se detuvieron en seco cuando por poco y tropiezo al empujar a alguien en la cafetería por error.

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